Prólogo

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Annie.

EE.UU/WASHINGTON.

Las risas infantiles resuenan en los pasillos de el orfanato, mis tacones resuenan en la cerámica con mi paso levemente acelerado mientras me abrazo al brazo de mi esposo Bruce, delante de nosotros hay una mujer regordeta de cabello recogido estilo cebolla con aspecto de Troncha Toro que explica cosas que no tienen nada que ver con la adopción y que por lo tanto, no me interesa en lo absoluto.

—Luciel es el niño más tranquilo que pudimos conocer, es un milagro teniendo en cuenta a los otros mini demonios de este lugar —se gira hacia nosotros—, lo cual no tiene sentido ya que lo han adoptado unas cinco veces en lo que va el año pero siempre vuelve.

—No será lo mismo para nosotros. —digo para luego dirigirle una sonrisa suave a la mujer, haciendo que esta frunza los ojos en un intento poco convincente de disimulo. (como se nota que atienden bien a las visitas en este lugar.)

—Ya he escuchado eso de todos, señora Whitman.

—No representamos todos, por supuesto. —habla Bruce, evidenciando su descontento por estar aquí. Después de todo, fui yo sola quien decidió la adopción y eso no le agrada, pero eso me va y me viene.

Libero el brazo de mi esposo al llegar a la sala donde nos aguarda el joven. La mujer entra antes que nosotros, y lo último que percibo es el resoplido de Bruce antes de adelantarme y entrar a la sala antes que él para ver lo que quiero y por lo que vine. Se halla absorto en una charla con Troncha Toro, permaneciendo sentado con su camisa de botones color Champán, bermudas azul marino y zapatos blancos, tiene el cabello ondulado, de un tono rubio; sus ojos resplandecen con un matiz marrón, y su sonrisa destaca con luminosidad, para tener 15 años es bastante alto y por lo visto seguirá creciendo.

Se aproxima hacia mí, extiendo mis brazos para abrazarlo con firmeza, balanceándome con él.

—Señorita Whitman, no esperaba verlos tan pronto.

—Queremos adoptarte, cariño. —añado, arrancándole una sonrisa llena de emoción, aunque esta se desvanece al instante cuando Bruce irrumpe con frialdad, dirigiéndose directamente a Troncha Toro quien ya tiene los papeles de adopción en su escritorio sin siquiera molestarse en saludar al joven (este imbécil).

Observo a Ciel que solo me da una sonrisa suave tratando de disimular su incomodidad y le deposito un beso en la frente antes de soltarlo y dirigirme hacia Bruce, quien estudia detenidamente los papeles de adopción antes de estampar su firma.

—No se va a arrepentir, señor Whitman, Ciel es uno de los niños más educados de aquí, no le causará problemas. —afirma ella tratando de convencer más a mi marido.

—Esto es un orfanato, no un burdel donde se ofrece a la mejor puta, señora, eso lo sabe el y bien debe saberlo usted. —le respondo en voz baja y con sequedad, causando que Bruce me acribille con la mirada.

—¿Empiezas de nuevo con tus comentarios, Ann?

—Mis comentarios fluyen naturalmente, cariño. —miro hacia él por un instante— aunque, créeme, no hay nada falso en lo que digo, ¿Cierto?

Troncha Toro se acomoda en su silla incómoda por la tensión de el momento, estampo mi firma en los papeles de adopción y me giro para abrazar al rubio, quién sonríe y se aferra a mi con alegría.

—¿Ahora soy parte de la familia Whitman?

—Eres parte, corazón. —lo abrazo y noto a Bruce acercándose para juguetear con el cabello de Ciel pero para dirigirme una mirada seria.

—Vamos a ser la familia perfecta. —Bruce mira al joven y lo abraza también, pero yo me alejo dejándolo libre para ello.

—Señora Whitman, ¿Puedo tener un momento de su tiempo para contarle algo? También usted, señor Whitman. —habla la mujer, apretando con levedad los documentos de adopción, notándose nerviosa mientras nos observa. Me acerco a ella, y Bruce intenta hacer lo mismo con Ciel, pero la mujer señala al joven indicándole que se quede en su lugar, él, con confusión decide obedecer quedándose en su lugar; Bruce sacude el cabello del joven y se acerca a mi.

— ¿Por qué no te despides de tus amigos y traes tus maletas, Luciel? —le pregunta al joven, el sonríe y mira a Bruce con una mirada de: "¿Puedo?" A la que Bruce responde con un asentimiento de cabeza, y el joven sale rápidamente, cerrando la puerta.

—Señor Bruce —empieza ella. —, En el tiempo que ustedes visitaron y que hablamos, les mencioné que Ciel era el niño ideal para su familia, pero también comenté que pasan sucesos luego de que el ya está con su nueva familia.

— ¿Qué tipo de "Sucesos"? —inquiere mi esposo.

—Es cierto que es un buen niño, pero esto para mí es inquietante, no sé si para ustedes...

—Joder, hable de una vez. —me empieza a exasperar tanto misterio.

—Las familias que llegan a adoptar a Luciel, lo devuelven después de tres meses; afirman que han llegado a tener pesadillas con dos sombras gigantes y raras. Aunque crean que eso es solo un invento, esas familias han recibido cartas de amenazas y por miedo a que las amenazas se cumplan, devuelven al niño ya que quienes las mandan averiguan la ubicación, no se sabe cómo lo logran o quiénes son, pero lo logran. —me intriga lo de los sueños.

Si Bruce no quería adoptar, mucho menos quiere ahora, me lo confirma la mirada de disgusto que me da, pero él ya no puede hacer nada, suspira de forma pesada.

—Ciel es nuestro hijo ahora. Si esas familias lo devolvieron fue por cobardes, pero por suerte nosotros ni somos como ellos, ni somos cobardes, los sueños son solo sueños— afirmo —, y, si es de pagar seguridad, la pagaremos, el dinero no nos es problema, no es justo para un niño de Quince años pasar parte de su adolescencia solo por el miedo de otros.

La mujer no encuentra palabras, y Bruce intenta hablar pero lo interrumpo al dirigirme hacia la puerta. Al salir veo a Ciel despidiéndose de otros niños y al verme arrastra su maleta mediana plateada hacia mi.

—Cariño, no es necesario. En tu nueva casa tendrás todo. —le digo, acariciando su cabello.

—Comprendo, señora Whitman, pero es que aquí guardo cosas de mi padre biológico y no quiero dejarlas ir.

— ¿Conoces a tu padre? —inquiero.

—No físicamente, mis recuerdos son escasos, pero estas cosas han Sido parte de mi vida. — responde.

Bruce sale con una expresión asesina y comenzamos a caminar para salir de el orfanato, por lo que Ciel se adelanta. Mientras caminamos, Bruce me agarra fuertemente del brazo. —Si algo malo pasa, lo devolveremos, no permitiré que por un niño nuestra familia se joda, Ann.

—Cariño, ¿Tienes miedo? Te recuerdo que esta familia ya está jodida, no por Ciel, sino por tus aventuras y la falta de atención a nuestros hijos. Sigue con tu vida de don Juan, yo si cuidaré de mis hijos. No nos haces falta en lo absoluto.

Me libero de su sujeción y observo detenidamente las huellas de sus dedos en mi brazo antes de dirigir mi mirada de nuevo hacia él.

—Que esta sea la última vez que me tocas así, Whitman.

Me acerco a Ciel, lo rodeo con un brazo y sonrío.

—Tus hermanos están ansiosos por verte, cariño. Seguro nos llevaremos bien todos.

...

FIN DE EL PRÓLOGO. Espero que les agrade esto, estaré trabajando para darles el capítulo uno lo más rápido posible. ¡Gracias por llegar hasta aquí! 🫂

Cautiva De Dos Sombras.Where stories live. Discover now