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— Oye...

— ¿Ah?

— Qué lindo abrigo.

Había sido un incrédulo al pensar que Crowley jamás se daría cuenta que estaba nuevamente usando el chaleco que le había regalado hace meses atrás. Tragó saliva y se hizo el tonto, mirando a otro lado.

— Porsupuesto, querido, lo elegí yo.

Crowley rió, fue una risa divertida.

Era temprano y la brisa mañanera caía en sus cuerpos a través del ventanal abierto, ambos adultos llevaban una hora despiertos pero hasta ahora Aziraphale se había puesto el famoso abrigo. El albino estaba de pie sin saber qué hacer, era probable que saldría a comprar al supermercado las reservas del mes. Crowley mientras tanto estaba sentado en el sofá, viendo al de rizados cabellos.

Sus miradas no eran para nada disimuladas, pero Aziraphale no sospechaba nada de sus intenciones, muchas veces se quedaba pegado viendo al más alto y se perdía en sus pensamientos. Aún así...

— Las mangas te quedan grandes.

— ¿Uh?

— Sí, mira, apenas se ven tus dedos.

Crowley estiró su brazo tomando con delicadeza la manos de Aziraphale, allí tiró para que se acercara. El albino al principio no se sorprendió, solo se dejó mientras arreglaban una de sus mangas.

— Dame la otra.

— Anthony, yo puedo solo.

— Vaaamos. — Admiró sus bonitos ojos y resignado le extendió su otra manita.

Allí Crowley hizo la misma acción que con el otro brazo, sin embargo, había algo distinto, lo hacía sin ninguna prisa, deslizando sus propias falanges por su dorso y palma. No era novedad si decía que no sabía qué pensar, veía a Crowley muy concentrado observando ahora su regordeta mano.

Respiró profundo, bajando su mentón al pecho para que parte de su abrigo ocultara su rostro.

— Sabes, Ángel, tienes unas manos muy lindas.

— ¿Ángel? ¿Por qué?

— No lo sé pero me gusta así, ¿te molesta?

— No, para nada, querido...

¿Qué era ese ambiente? ¿Por qué no sentía los tonos burlones del más alto cuando le estaba diciendo cosas bonitas? Miró izquierda y derecha, queriendo ocultarse; no obstante quien le dejó respirar fue el mismo pelirrojo soltando de una vez el agarre, volviendo a su expresión normal que tenía toques distintos que, debido a su propia alteración, no podía distinguir.

Acercó su mano anteriormente tomada a su propio pecho, en gesto de posesión.

— Siento que las mangas fue una excusa. — Dijo bajo.

— ¿Perdón? No te escuché.

— Nada. — Suspiró — Trata de no volver a hacer eso...

Que lo haga mil veces más, por favor.

— ¿Por qué no? Soy solo curioso~

— Pues mírate tus propias manos, Anthony.

— ¿Y no quieres mirar tú mis manos?

Por supuesto que sí, y no solo eso.

— ¡Claro que no!

— Qué malo.

No era su culpa no poder decir lo que albergaba en su corazón, no era su culpa estar preso de sus sentimientos que solo se aceleraban por las ilusiones que Crowley daba.

— Voy al baño, después de eso vamos a ir a comprar.

— Está bien, por mientras le daré comida a Adam.

Aziraphale apenas pudo fue al baño, las manos que se mantuvieron en su pecho subieron hasta su boca, tapándola.

Se vio al espejo, estaba rojísimo, y no solo eso, sus ojos se estaban llenando de lágrimas.

No entendía por qué se sentía peor tras aceptar que le gustaba Crowley, era una sensación mucho peor a cuando ni siquiera estaba consciente de sus propios sentimientos. Ahora que todo estaba claro, dudaba que después de esa gran travesía emocional, no valiera nada, que Crowley estaba siendo así solo porque era su forma de ser con personas de confianza.

No tenía idea, y eso le dolía mucho más.

— Para de hacerme sentir así... — Susurró bajito, lavándose la cara para poder resistir una vez más.

Era un dolor que quería ocultárselo no solo a Crowley, sino a sí mismo. ¿Qué ganaba con estar enamorado si no es mutuo? Si le preguntaba ahora, sería solo tirarse al mar, nada le aseguraba al cien por ciento que sus acciones eran por un gusto o solo juegos.

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Gimme Love!!  [Ineffable Husbands]Where stories live. Discover now