Más señales que un examen de conducir

30 4 1
                                    

Era un nuevo día, en muchos aspectos. Con ese enorme sol, venía un nuevo futuro.

Miguel se fijó en su hija. Estaba con su pijama favorito de arañas, con el cabello suelto oliendo a galletas y sin una magulladura. Aun sentía que todo era ficción escrito por un mal dios. Estaba abrazada a la pequeña Mayday, quien a su vez la abrazaba como si fuera una hermana mayor. Se fijo que, a su lado, en una postura nada sana y con la boca abierta, babeando, estaba Peter en un sueño tan profundo que no podía apreciar la belleza que tenía delante. Con el mayor de los disimulos, agarró su teléfono y sacó una foto sin flash. Se veían como una preciosa familia.

Solo faltaba Dana.

Aunque estaba Peter.

Se fijo en un momento en su desalineado compañero. No podía negar que le había traído la mejor de las suertes, pues le había dado más de lo que ese mismo señor se podía imaginar. Su vida era negra por cosas  que ni sabía, pero fue llegar él y todo cambiar... Le debía mucho, la verdad. Solo por eso lo quería seguir apoyando con superar a su mujer y darle un futuro a su hija.

Le había cogido un gran cariño. Uno de esos cariños que no le terminaba de gustar tener que expresar con palabras pero si con acciones. Solo por eso, después de la foto, bajo a hacer un desayuno para los cuatro. Sabía que era mucho más fácil llevarlos a donde Maya un poco antes, pero no iba a tener esa dedicación y cariño que le quería transmitir a su particular familia.

¿Particular familia? ¿Estaba bien?

Suspiró y puso a calentar leche. Gracias a dios que Jessica y Lego siempre le hacían una pequeña compra y podía hacerles de sus opulentos desayunos: fruta en formato zumo, unos huevos y tocino, los donuts menos saludables del mundo con virutas de arcoíris, cacao y café para los mayores, tostadas, un poco de queso crema por dar un toque especial y aquellos cereales rellenos con la cara de Cristiano Ronaldo en al portada. ¿Qué no patrocinaba ese señor?

"¿Eso que huele es un súper desayuno?" escuchó desde la puerta. Podía ver a un adormilado Peter recostado sobre el marco, con la bata de su pijama entreabierta, mostrando una manchada camiseta con una absurda impresión que se deformaba en su panza.

"¡Súper desayuno!" gritó Gabriella desde la puerta con Mayday, quien aun estaba con cara de olisquear ese desayuno que estaba preparando su papá.

"Chicas, primero al baño" ordenó Miguel volviendo a centrarse en su comida en el fuego "No podéis desayunar con esas legañas"

"¡Oído, papá!" gritó animada Gabriella mientras se llevaba a su hermana pequeña al baño con ella.

Si bien ambos padres se quedaron solos, Peter se intentó arreglar de mala forma con el reflejo de una cuchara. Miguel le dijo que eso era de puercos, pero se vio que aquello no tenía efecto sobre él. Se acercó por detrás, queriendo ver como estaba quedando aquel desayuno. Sin miedo a la cercanía y queriendo recostarse un poco por el evidente cansancio que aun tenía, se apoyó sobre el brazo izquierdo de él, intentando alcanzar sin éxito sus bien fornidos hombros. No podía negar que aquellos brazos estaban bien definidos y un pensamiento furtivo cruzó su mente: ¿Cómo se sentiría estar abrazado y querido por esos brazos? No pudo evitar sonrojarse, aun más cuando notó que la otra mano de Miguel revolvió ya de por si despeinado y desalineado cabello. 

"Espera sentado como todos" dijo en un tono calmado, pero más alegre que de costumbre.

Eran de esos matices que solo de la convivencia se iban aprendiendo de a poco.

Le encantaba saber distinguir tonos y matices de Miguel O'hara.

Sin esperar a sus hijas, empezó a servir las tazas de cacao para las pequeñas y sus cafés. Sabía que Miguel tomaba solo, sin azúcar, un café más negro que aquella camisa que le quedaba tan ceñida. Era imposible no fijarse en su perfecta complexión de dios azteca que tenía.

"¿Estás bien, Peter?" notó la preocupación en su voz. Miguel se acercó a él, y no pudo evitar respirar parte del aroma de su perfume amanerado. Varonil. Seductor. No podía negar que le encantaba esa faceta de padre preocupado de Miguel. Le daba puntos extra, como de papá luchón. "¿Quieres que te lleve a urgencias o te preparo algo más sano?"

"Estoy bien... tan solo, quería darte las gracias" se le ocurrió excusarse "Por todo... a Mayday le encanta su hermanita"

"Y eso que aun las dos no se han puesto a jugar... nuestras hijas si que serán buenas hermanas"

Eso le dio una extraña esperanza en que su separación no iba a ser pronto. Las niñas llegaron oliendo a perfume infantil y Gabriella ayudó a sentar a la menor. Si bien disfrutaron de un momento familiar, ambos no podían parar de sonreír, era la escena de un anuncio navideño, todos juntos finalmente...

Y ninguno era consciente de las señales que se enviaban de su interés por el otro.

TaxiWhere stories live. Discover now