Lo que permanece

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Pavitr dejó de reir y ambos volvieron a la chamba.

Si bien era una simple etiqueta, cuya talla y marca se habían borrado menos la chincheta que permanecía. Aunque podía ver que seguía incómodo, sin una explicación. Después de la comida, lo iba a obligar a ir al médico con el seguro de la empresa. Poco a poco, el local volvía a llenarse y, para no escuchar las quejas, puso los mejores temas de su lista de free-spotify. Le daban igual las quejas, mientras que en la pantalla podía ver a sus paisanos bailar con una sincronización y un flow difícil de imitar. En esas, vio a Miguel entrar y saludar con naturalidad. Ahí estaba de nuevo la cara de incomodidad de Miguel.

Oh dios mio, conocía esas señales.

No eran molestias, ojalá.

A ver, algo si, ese señor estaba en esa mediana edad en el que el frío o el susto de una bomba lo hacían quedarse en casa con remedios naturales. Pero, por otro lado, conocía esa cara, esa jugada de futbolista para huir con el balón... Estaba claro. Esas señales las podía ver claramente cualquier amante de las historias de amor.

Pero... ¿qué habría pasado que él no supiera? Bueno, como si no conociera a Miguel y todas esas mujeres que intentaban ligarlo en el bar: un hombre de musculatura envidiable, rudo de los que imaginas que puedes cambiar con amor y cama... estaba claro por dios. Le habría contado su trágica historia y, mezclada con convivencia familiar, estaba claro que Peter se estaba enamorando de Miguel.

Si, enamorando. Porque si fuera una cuestión de cama, no actuaría como él cuando estaba por Hobie.

Hobie...

Borró a ese personaje de su mente para seguir sirviendo. Su simple imagen, su sonrisa, ese maldito piercing en la lengua... fuck, como aun ardían esos malditos pensamientos. Solo eran dos malditas palabras del corazón, no le pedía más... Dejó de debatir solo con su mente para poder servir a su buen amigo las maravillosas empanadillas especiales de la tía Maya acompañaditas de su tan preciada cerveza Corona antes de volver a esa tan mal pagada chamba. Ese ritmo frenético tenía que envidiar mucho a la parte de la cafetería. Le servía para olvidar un poco sus miserias. Si hasta la fecha había podido trabajar bien desde que ocurrió todo aquello, sabía que podía seguir adelante. Era el maldito Pavitr Prabhakar, no una cobarde gallina. Él podía con todo, caray.

El trabajo hizo que se centrara, ayudó en varias cuestiones a Peter e hizo sus mejores esfuerzos para que el día acabara cuanto antes. Solo cuando la aguja pequeña llegó a las diez de la noche, avisó a Peter que era cambio de turno para los otros chicos. Sabía que sus jornadas estaban mal compensadas ese día, pero era normal después de una explosión no deseaba. Ya se lo compensaría con un pequeño plus en la nómina de ese mes. Quería quedarse un poco más con su tía Maya, pero todos le insistieron que pasara una noche como los chicos de su edad, estudiando o de fiesta, pero que se lo tomara fuera del Maya's. A regañadientes accedió y llamó a Byte para que lo ayudara, pero ella no podía. Solo Lego le daba la oportunidad de hacer un cuadro nuevo de patrocinio, pero no le apetecía salir de nuevo en uno de sus extraños streamings. Quizás era hora de ponerse al día con sus series favoritas o, mejor todavía, una sesión de workout para el body. Se estaba quedando un poco fofo, la verdad...

" Hey, ¿alone? "

Aquella pregunta al aire no era más que su memoria jugando una mala pasada. Se fijó en como los roommates se marchaban. Estaba solo otra vez en mitad de la puta calle. Si, era momento de sacar el Pavitr que sabía correr más que Usain Bolt. Se ajustó bien la mochila y los zapatos antes de salir corriendo a un ritmo trote hacia su casa. Tranquilo, disfrutando de las nocturnas calles y caminos poco transitados, con seguridad para no llamar la atención de personas indeseadas y con el bolsillo una navaja de seguridad por si quería hacer la del "tu ya sabes como va esto". Era camino recto, sin pérdida... nada nuevo que no conociera de antes.

TaxiWhere stories live. Discover now