Corona

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Otro día, otro dólar.

Bueno, ya llevaban demasiados dollars, pero Miguel decidió dejar de contar a la séptima. Aun seguía con su trabajo de mierda, pero no podía negar que en aquellos días con Peter y Mayday las cosas habían dado un giro totalmente inesperado. Tenía esperanzas renovadas en Gabriella, aguantaba dormir por lo menos en el sofá y cada vez le daban más propinas si afinaba mejor en las canciones de Luis Miguel cuando llevaba ciertas personas.

Si, la vida por fin sonreía un poco al mexicano.

" ¿Seguro que no quieres probar esta tarta de queso, señor Miguel? " le preguntó Pavitr mientras desayunaba. Peter ya había entrado y estaba solo, antes de empezar su mañana. "Lo acaba de hacer la tía Maya y ya sabes que las chicas no se animan hasta que tu lo hagas"

" No me la cobres y trato hecho "

" ¿MIGUEL O'HARA COMIENDO PUROS DULCES? " preguntó alarmado Lego al ver el panorama. Era de los pocos desayunos en los que lo había acompañado, ya que estaba de camino a una promoción de Ninja-Lego que debía hacer con un colegio.

Toda la gente se miró para ver su cara de satisfacción. Solo así la gente empezó a pedir más de los dulces, aunque fuera un poco raro todo aquello. Con ese desayuno gratuito, se marchó a su día de trabajo bastante feliz.

Joder, estaba feliz a pesar de todo.

Pues no Miguel, tu te jodes y estás amargado y triste.

Esa voz mental y traicionera la guardó bajo llave. No iba a dejar que su maldita depresión lo regresara a ese estado catatónico del que no podía salir sin Jessica o sus amigos. Cada vez los necesitaba menos para seguir adelante, podía hacer su limpieza, su todo... Eran pasos de bebe, pero eran sus propios pasos hacia una felicidad de difícil descripción, pero si, era suya.

Dejó que el tiempo pasara lento pero impasible, con la mejor banda sonora que le podía dar su mix de las mejores canciones de Luis Miguel. Hizo sus paradas de siempre, la pausa para comer, revisó las noticias... nada fuera de lo común. Hasta que la aguja de la gasolina le avisó que estaba en reservas. Fastidiado, pasó por la gasolinera más cercana y empezó a repostar. Confiado, fue a pagar hasta que vio como una chica entraba en su coche. Salió corriendo sin esperar a ver si todo estaba correcto, alarmado, regresó a su coche a toda pastilla. Iba a sacar a aquella chica de mala manera, quien se escondía de una forma torpe en los asientos traseros, hasta que la reconoció. Los años solo habían perfeccionado aquella belleza que una vez joven amo. Por primera vez en mucho tiempo, no supo que decir.

" Sácame de aquí, por favor"

¿Ella no lo había reconocido? Daba igual. Se fijó en sus heridas, en su carita asustada y la ansiedad mezclada con el pánico en su rostro. Sin pensarlo dos veces, arrancó hacia el hospital. Escuchó gritos y tiros, pero le dio igual, simplemente pisó a fondo para poder salir en la mayor brevedad posible.

"¿Eres Xina?" se atrevió a preguntar " Tranquila, vamos al hospital "

"¡No! Seguro que ellos ya están ahí y no tengo seguro médico" dijo mientras se intentaba sentar " Espere, ¿me conoce? "Ella se acercó más para ver su rostro y solo ahí, grito sorprendida "¡Ay, Miguel!"

" Cuanto tiempo, Xina "

Quisieron ponerse al día, pero cada uno de ellos se terminaba de cortar en cada matiz de una forma notoria. Pedía ser el recelo, el hecho de que nunca terminara de hablar como es que le puso los cuernos y se quedó con esa chica... si, por temas no eran.

" Es que un taxista casi me secuestra " terminó por decir mientras llegaban al hospital.

Miguel frenó en seco. Ese desconocido otra vez.

" ¿Miguel? "

Se quedó en silencio. Su corazón le gritaba que volviera, que seguro seguía en la estación de gasolina y podría reclamar toda su angustia como padre. Pero Xina estaba mal. Necesitaba asistencia... Suspiró varias veces antes de pisarle nuevamente al acelerador.

"  Perdona Xi... tenemos mucho de lo que hablar "

Tanto de camino, como en el mismo hospital, se pusieron al día. Le contó todo lo que había pasado con su hija, Dana y como estaba persiguiendo a ese maldito taxista. Solo entonces, mientras hacían el parte e lesiones y hablaba con la policia, por fin tenían la matricula y el rostro.

" Espero que esta vez hagas algo, sargento Davis" le advirtió Miguel

El policía simplemente dejó caer toda aquella acusación antes de volver a su camino recto. Suspiró y obligó a su ex a volviera a su casa. Ella accedió después de cerciorarse de que no tenía problemas con los pagos. Por lo que ella le iba explicando, no le fueron para nada bien las cosas, tenía todas sus investigaciones bajo la patente de su hermanastro y eso le había costado la poca salud mental que alguna vez le quedaba. Lo había terminado por abandonar todo solo para trabajar en un MC Donalds. Estaba sola, con un gato llamado Whisky y un acosador como lo era ese maldito taxista del HK. Miguel no pudo evitar sentirse culpable, ya que tenía una imagen y unas referencias que distanciaban mucho de su versión de la situación. Pareciera que le había dado mala suerte. Se fijó en como todavía tenia aquella patética cadena y colgante de coronas, que lo compró con mucho esfuerzo...

Una vez llegado a la casa, ella se quedó maravillada con todo que había llegado a alcanzar. El buscó el mejor de los cafés, pero no tenía nada, por lo que la llevó a donde Maya. Ella no pudo evitar reírse y comentar como no había cambiado con el tiempo. Con una actitud diferente, llegaron a Maya, donde solo estaba Peter en la barra y el pequeño Pavitr estaba entre la gente. Ellos se sentaron un poco apartados, al lado de la ventana y le pidieron unas cervezas y las mejores empanadillas. Entre risas, pareciera que habían regresado a su maravillosa adolescencia con preocupaciones nada importantes. 


Si, Miguel lo estaba pensando, se sentía genuinamente en paz.

" Oye Miguel... ¿y si lo intentamos? " Él levantó una ceja, asombrado. No entendía el sentido de su pregunta. "No me refiero a eso, me refiero a plantar una trampa a ese señor. No es la primera vez que me pasa... podriamos lograr algo"

" ¿Estas segura? " se atrevió a preguntar. Tenía dudas y un pánico terrible, pues no habían pasado ni cinco horas juntos y ya le estaba planteando eso al ser un tipo acosador con ella. No le iba a hacer ningún bien realmente... Deseaba decir que no, pero era una gran oportunidad para Gabriella.

Ella asintió y el agarró sus manos. Miró a esos mismos ojos que una vez lo hechizaron y le dio el agradecimiento más sincero que jamás pudo decir.

TaxiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora