Capítulo 10

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— No te puedes llevar a Ohm a comer... Lo necesitamos aquí — bromeó Constanza cuando vio a Fluke acercarse al despacho de Ohm.

— Lo tendré en cuenta — dijo mientras evitaba la mirada de la mujer.

Cuando Fluke entró en el despacho de Ohm sin anunciarse, él estaba hablando por teléfono. Sus brillantes ojos dorados se concentraron en él, admirando el conjunto ajustado verde safari que acentuaba su cuerpo.

Evidentemente, pensó Ohm con satisfacción y sin sorpresa, su esposo lo echaba de menos. No había podido resistir cuatro horas separado de él. Le dedicó una provocativa sonrisa de bienvenida y escribió tres palabras en su bloc de notas, girándolo para que él las leyera: Cierra la puerta.

Fluke se ruborizó al recordar que Ohm le había sugerido que fuera a su oficina algún día para poder hacer realidad otra de sus fantasías poseyéndolo sobre la mesa, contra la pared o pegados a la puerta. Con una sonrisa aún más brillante, ya que era evidente que estaba pensando en el sexo, Ohm escribió algo más y se lo enseñó: El despacho está insonorizado.

Al leer esas palabras, Fluke se ruborizó aún más y se indignó consigo mismo al sentirse incapaz de bajarle los humos. ¿Es que no estaba lo suficientemente enfadado con él? Tuvo que reconocer que aún estaba tan sorprendido que no sabía muy bien lo que sentía. Pero la incredulidad furiosa y el horror ante el engaño de Ohm lo asaltaban, aunque seguía rezando para que sus peores sospechas fueran falsas. Atravesando el despacho, Fluke tomó la pluma dorada de Ohm, buscó una página en blanco y escribió una sola palabra, pero lo hizo con tal violencia que atravesó el papel.

Levantando una ceja y preguntándose si era posible que estuviera enfadado con él cuando se había tomado tantas molestias por parecer sexy, se dispuso a leer lo que su esposo había escrito. Al hacerlo se quedó helado: Salut.

Ohm terminó la llamada telefónica rápidamente y Fluke arrojó sobre la mesa el documento que él había visto por última vez en la casa, guardado bajo llave. Al darse cuenta de la tensión febril que se reflejaba en sus ojos azules, Ohm contuvo una queja, esperando que su esposo no fuera a hacer un drama del asunto de Salut, porque si lo hacía él iba a perder los estribos. Era su esposo y había muchos aspectos de su vida sobre los que él podía opinar, pero los negocios estaban en la lista prohibida.

— ¿Eres el propietario de Salut?

— Sí — dispuesto a dejar clara su postura desde el principio, Ohm se levantó. — ¿Dónde has encontrado ese documento?

— Constanza abrió tu caja fuerte, se cayó y pensé que se le había olvidado guardarlo... ¡No le eches la culpa por ser descuidada, creo que es comprensible que ella pensara que un marido normal no debería tener secretos con su esposo!

— Evidentemente, yo no soy normal — contestó él. — Pero tampoco soy un santo y las decisiones que tome en los negocios no tienen nada que ver contigo.

Fluke había esperado que Ohm pareciera algo culpable y desconcertado, no estaba preparado para que se enfrentara a él en esos términos.

— ¿Estás diciendo que tus esfuerzos para arruinar el medio de vida de mi padre son una decisión de negocios?

Ohm se apoyó contra el borde de la mesa con un aire de seguridad en sí mismo.

— Sí, eso es lo que estoy diciendo. Solo en los últimos dos meses, Salut ha doblado su margen de beneficios, está batiendo records como una de las compañías más prósperas y estoy orgulloso de ello. Tú eres mi esposo. No me importa si te molesta... es tu deber sentirte orgulloso de mis logros.

Fluke estaba tan sorprendido por la astucia manipuladora de esas represalias que empezó a temblar.

— No puedo creer lo que estoy oyendo...

Un ángel con deseo de venganza   (4° Historia enlazada Con Algo más que deseo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora