Capítulo 4

237 46 0
                                    

— Es un detalle por parte de Ohm, ¿no crees? — Hunt O'Brien le pasó a Fluke la carta llena de manchas de aceite y se volvió a inclinar sobre el antiguo generador. — Nuestros queridos amigos podrán seguir viviendo como siempre.

Sorprendido, Fluke leyó la carta del abogado de Ohm, que prometía que todos los empleados de los O'Brien conservarían su trabajo e instaba a que todos los negocios de la propiedad continuaran con normalidad. Ohm estaba dispuesto a ser generoso con todos excepto con sus abuelos. ¿Les estaba ofreciendo eso porque pretendía conservar Ballybawn como una propiedad privada?

— El mes que viene tu abuela y yo iremos como siempre a visitar al primo Tommy — señaló su abuelo. — A Tommy le encanta la compañía. Tal vez podríamos hacer un arreglo más permanente... ¿tú qué opinas?

Respondiendo con evasivas, Fluke pensó que los parientes de su abuelo estarían muy molestos si los O'Brien intentaran convertirse en algo más que visitantes bianuales de la casa de Dublín. Pero no podía decirle nada a su abuelo, sobre todo porque ni a él se le había ocurrido otra alternativa. En tres días el tribunal supremo dictaría la sentencia de la orden de recuperación, y Hunt O'Brien se había negado a oponerse a la orden.

— Debo dinero que no puedo devolver... No interferiré en el curso de la ley — había dicho.

— Pero la gente te tendría mucha compasión...

— No. Tengo que hacer lo que es correcto y comportarme con dignidad — había insistido.

El generador volvió a ponerse en marcha y el anciano sonrió con placer. Hunt O'Brien siempre se había sentido satisfecho de que el castillo no se hubiera unido a la red eléctrica nacional. Desde 1897, Ballybawn había generado su propia electricidad gracias a un complejo sistema hidráulico que había diseñado el bisabuelo de Fluke. Sin embargo, los apagones eran frecuentes y, debido a la naturaleza limitada del rendimiento, la planta baja del castillo contaba con luz eléctrica.

Cuando Fluke leyó por segunda vez la carta, se dio cuenta de que ahí podía estar la solución que tanto había buscado. ¿Y si él se convertía en un empleado oficial de la propiedad? Si lo hacía antes de que el castillo pasara a otras manos, él también estaría protegido de la amenaza de desalojo inmediato. Tenía que haber algún puesto que incluyera alojamiento. Se convertiría en el mayordomo del castillo, decidió. Hacía mucho tiempo que Ballybawn no gozaba de tales lujos pero las habitaciones de la antigua cocinera eran amplias, ya que Bridget, la última ocupante, había criado a una gran familia allí. En la pequeña oficina situada en el patio del establo, Fluke rellenó una solicitud y le puso una fecha anterior. Después imprimió el contrato y fue a buscar a su abuela.

Viola estaba poniendo saúcos, dientes de león y juncos en un jarrón de la entrada.

— ¡Ojalá los convólvulos hubieran florecido ya! — se lamentó Viola.

— Así está bien — dijo Fluke mientras le ponía un bolígrafo en la mano y le señalaba dónde tenía que firmar.

— ¿Qué ha contratado a otro miembro del personal? — preguntó Viola mientras arreglaba el jarrón.

— Un mayordomo — contestó Fluke.

— ¡Será estupendo! Así le daré a él mis menús en vez de a ti y podré volver a revisar el armario de la ropa blanca.

De vuelta en la oficina, Fluke terminó de rellenar el contrato y organizó una reunión con los inquilinos para informarlos del contenido de la carta del abogado, ya que habían estado muy preocupados por su futuro. Después de todo, Ballybawn era el centro de una próspera industria casera. A falta de capital, los proyectos de Fluke se habían basado más en el trueque y en el intercambio de servicios que en las leyes del mercado. Un contratista del lugar, que alquilaba locales en la propiedad a una tarifa razonable, lo había ayudado durante años a construir dos casitas de vacaciones en lo que habían sido las dependencias del personal en la parte trasera del castillo. Los imponentes salones del ala georgiana que usaba Elphie Hewitt para exponer sus obras también se alquilaban para fiestas y recepciones. Los jardines los cuidaba un jardinero que también llevaba una guardería en la propiedad. Vendía las plantas en el patio del establo, donde también había una galería de artistas y los estudios de varios artesanos. En manos de Fluke, Ballybawn se había con vertido en el centro comercial de la comunidad.

Un ángel con deseo de venganza   (4° Historia enlazada Con Algo más que deseo)Where stories live. Discover now