SOLOS

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Yuuki me tomo del brazo, orillándome a abandonar las visiones del pasado y concentrarme en el presente.

Me encontraba tan sumergido en pensamientos, que no pude entregar los sentidos a la magia del instante. Yuuki se aferraba a mí, la fragancia que emanaba de su cabello era la del rocío que acaricia las camelias una mañana de primavera en Honshu. Me sentía real, como en mucho tiempo no lo había hecho, aquellas contadas en los shojos eran reales... A partir de ese momento dejaron de ser un molesto reflejo de una predominante fantasía japonesa, para convertirse en una historia real.

Yuuki me condujo del brazo hasta los juegos de habilidad, nos detuvimos en la prueba de fuerza, tome el mazo por el mango,  golpee tan fuerte que logramos obtener el premio más grande. Un gigantesco gato de peluche. Sonreí no por haber logrado romper el récord, sino porque pude compensar a Yuuki al no llevarle una flor.

— Yuuki... — El interior de mi pecho parecía un coliseo de gatos hechos de palabras atacándose unos a otros para intentar salir por mi boca, y lo único que pude formular con el tono más débil fue su nombre.

— ¿Es para mí? — Respondió Yuuki con un singular brillo en los ojos.

— Sí... discúlpame...

— ¿Por qué te disculpas?

— Por no haber traído una flor para ti...

Yuuki pareció musitar una palabra, pero murió en el camino antes de salir de su boca. Evitó mirarme a los ojos, mientras una sonrisa ahogada mostró la belleza de sus hoyuelos. Interrumpió la viñeta más linda de ese manga shojou para correr hasta las canastas de basketball, y de repente estábamos en Slam Dunk.

— ¡Yuuki, espera! ¿Dije algo malo? — Grité mientras corría tras ella.

Obviamente no era Hanamichi Sakuragi tan solo un cazador de cabezas en el campo de football, así que cuidé el peluche de gato que era presumiblemente más alto que Yuuki. Ella, sin decir una sola palabra, encestó diez canastas seguidas.

Saltó de la felicidad al poder elegir el premio mayor... Eso pensé, hasta que eligió un enorme termo de aluminio grabado con el logo de la NFL.

Se acercó a mi,  y tratando de llegar a mi altura se puso en puntitas, como una niña intentando bajar el cereal de la alacena. Me miró a los ojos mientras dijo:

— Úsalo en cada partido, hasta llegar a la final.

Nuestras miradas se cruzaron sin control, quería hundirme en la profundidad de aquellos ojos como si fuer la puesta de sol en la playa al inicio de Slam Dunk, tomé el termo, mis mejillas se sintieron cálidas, al igual que mi pecho.

Yuuki apresó el peluche entre sus brazos, y dijo:

— ¿Vamos por un helado?

— Claro... —  Respondí

— ¡Tú invitas!

Pedimos dos conos gigantes de vainilla, nos sentamos en una banca cerca de una jardinera. Yuuki dejó el peluche en medio de los dos mientras probaba el helado.

— ¡Está muy bueno! ¿Verdad, Yuji?

— Sí, está bueno.

Mientras saboreaba el helado, Yuuki hacía muecas muy lindas que no veía desde nuestro último halloween pidiendo dulces, en ese momento me sentí levitando entre las palabras de una antigua canción:

«Mi mente trajo a mí aquel hermoso lugar que cuando era niño fue tan valioso para mí...»

No era antigua, pero sí muy importante para los dos- y probablemente una generación entera.

Muchos recuerdos de nuestra infancia juntos se agolparon en mi mente. El tiempo había pasado y ahora nos encontrábamos frente a frente sintiendo la emoción, y nerviosismo como cuando éramos niños frente al televisor mirando Dragon Ball.

— Por cierto... Gracias por el peluche. — Dijo Yuuki ocultándose tras el  cono — Ya tengo el nombre del gatito, se llama Yuuyu, combiné nuestros nombres... ¿Te gusta?

— ¡Sí!  - Respondí halagado 

— ¿Con qué Kanjis se forma el nombre?

— No los he pensado... Aunque al aceptar el nombre, eres tan responsable como yo de cuidar a Yuuyu... Cuida de nosotros a partir de ahora... — Dijo mientras apretaba a Yuuyu contra su rostro, en una imagen capaz de descongelar el más frío corazón.

Yuuki quitó a Yuuyu, se acercó a mí, y recargó su cabeza en mi hombro, buscó al interior de su bolso, en cuestión de segundos sacó los audífonos y me ofreció uno.

— Yuji, quiero mostrarte una canción...

Tomé el audífono y lo coloqué en mi oreja, Yuuki tomó el otro e hizo lo mismo.

Yuuki puso play. Una voz dulce comenzó a ulular, como un pequeño búho en una noche de invierno. Acompañada de un sintetizador abriendo con cada nota un escenario imaginario en mi cabeza. En el estábamos Yuuki y Yo, sentados en la banca de una preparatoria japonesa.

La voz principal comenzó a cantar a los pocos segundos, no entendía lo decía la canción, aun así transmitía un sentimiento puro, dulce.

— Suena muy bien, ¿quién es?

— Newjeans, la canción se llama «Ditto»

— ¡Como el pokémon!

— De hecho...

— ¿Qué dice? — Yuuki respondió colocando el dedo sobre los labios, indicando que guardara silencio.

La canción tenía frases en inglés que lograba entender: No quiero quedarme a la mitad, por favor dilo: Ditto... Me gus...

La canción se interrumpió repentinamente.

Me encontré de pie en un acto reflejo, veía correr a mi hermano vestido como Maruko llorando hacia nuestra ubicación. La mágica melodía de Newjeans, junto al escenario en mi cabeza, se desvanecía para dar paso a la cruda realidad.

En todas las historias hay un poco de drama, y el que nos esperaba estaba a punto de ser revelado...

つづく

Mi hermano es un femboyWhere stories live. Discover now