XIV

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La tienda de Daniel está corta en personal. Los únicos trabajadores somos Victoria, un chico que se llama Alexis, otra muchacha de nombre Yaletzis, y el mismo Daniel. Era una tienda pequeña, pero muy buen atendida. Lo único malo era que, por el asunto del personal, a Victoria y a mí nos tocaba ordenar los productos nuevos en su lugar. Ésta era una de esas veces. Victoria hace pirámides con latas de caraotas en una mesa y yo ordeno las bolsas de azúcar, harina y leche en polvo en los estantes a los que corresponden.

Hace rato que estamos los dos en silencio. La tienda todavía no ha abierto, es muy temprano en la mañana, y Victoria está reproduciendo su lista de reproducción con canciones de Doja Cat y Ice Spice. Los dos estamos demasiado adormecidos todavía. No puedes pedirles a dos adolescentes con horarios de sueño terribles que estén estables un Domingo a las siete de la mañana.

Soy yo quien rompe el hielo.

—¿Sabéis quién es Valentina Soto?

—¿Qué? —Me pregunta ella en respuesta. En parte porque no esperaba la pregunta y en parte por la música demasiado alta. Por lo que me encargo de bajarle volúmen a su teléfono.

—Valentina Soto. —Repito— ¿La conocéis?

—¡Ah! —Exclama ella—. Sí, la conozco del equipo de Vóleibol; ¿Por qué? ¿Habéis hablado con ella?

Mientras coloco los stickers de precios debajo de los productos, considero seriamente en contarle lo del asunto entre Vicente y yo. De todas formas, Victoria es mi mejor amiga desde que tengo uso de razón. Además, ella no contará nada.

—Pues sí, de hecho. Hablé con ella la otra vez durante el lunch en el liceo. —Le cuento—. Vicente me la presentó, porque es amiga de él y tal.

—Y como vos sois súper amiguito de él...
Frunzo el ceño. El tono juguetón en su voz me molesta.

—Pues sí. Ya. Ok. Hice las paces con ese hecho. Somos amigos.

—Tenéis que admitir que es muy gracioso ver cómo pasaste de odiarlo a muerte a hablarte con él todos los días y, ahora, a que te presente a sus amiguitos, y tal.

—Sólo fue ella, de todas formas. Los otros dos pendejos de sus amigos no querían hablar conmigo.

Victoria se encoge de hombros. —Peo de ellos. Ridículos.

Sacudo la cabeza y me enfoco en lo que le voy a decir.

—Dice Vicente que ella se la pasa echándole los perros. —Digo—. Que está harto de ella y tal.

Ella suelta un bufido. —Eso no puede ser. —Niega con la cabeza.

Ladeo la cabeza. —¿Cómo estás tan segura? Vicente está muy seguro, y creo que sí le he visto las intenciones mientras hablaba con ella.

—No. —Victoria hace una expresión cómo para darme a entender lo ridículo que sueno—. Valentina no gusta de él, creéme.

—¿Tiene novio?

Ella ríe aún más. —Pfft, no. —Mira al otro lado—. O sea, no exactamente.

—¿Tiene o no tiene?

—Mirá, Santiago, es imposible que Valentina tenga novio, o que guste de cualquier chamo. No sé, no soy amiga de ella por el mismo tiempo que Vicente como para conocerle la vida pero sí la conozco lo suficiente como para saber que eso es imposible.

—Bueno, Vicente no es cualquier chamo...

—¿Por qué estáis tan insistente con ésto?

¿Lo estoy? No me doy cuenta. Capaz sí lo estoy. No me debería importar en lo más mínimo, tiene razón. Bueno, pero es que si no gusta de Vicente ¿Por qué estamos haciendo lo de fingir ser novios?
Tal vez Vicente es un pendejo que está viendo cosas dónde no hay. No sería la primera vez.

El Diablo Where stories live. Discover now