CAPITULO 11

86 17 21
                                    

Conexión Armónica

Catriel

—¡A que no me alcanzas, papi! —dice Mélodie en medio de una dulce risa—¡Corre, corre!

Sus pequeñas piernas pedalean en la bicicleta rosa mientras su cabello rubio se mueve con la brisa. Su rostro irradia felicidad y creo saber la razón. Estos días le he permitido faltar a clases para que pasemos tiempo de calidad juntos, con todo esto de la mudanza y asentarme en la discográfica, apenas estaba con mi hija, aunque Leopold estaba para ella, no es lo mismo.

Siempre hemos sido los dos.

La miro con ternura y acepto su desafío de correr tras de ella. Sospecho que lo hace para que no fume, estos días lo he hecho más de lo habitual, pero mi justificación es que necesito liberar mi tensión de algún modo.

Vuelve la cabeza hacia mí y me lanza una mirada desafiante.

—¡Vamos, papi, no seas lento!

Cada pedaleada me recuerda lo veloz que transcurre el tiempo. En este momento, ella es una niña, pero sé que en un abrir y cerrar de ojos, se convertirá en una adolescente. Por eso, atesoro el tiempo que compartimos juntos.

El momento se ve interrumpido cuando sin querer me choco con una mujer que venía corriendo en mi dirección. Alcanzo a agarrarla de la cintura cuando está a punto de caer. De inmediato se aferra a mis antebrazos y al verme a los ojos, un pequeño jadeo se le escapa de los labios.

—Mil disculpas. —murmura la mujer mientras me mira con sus ojos claros, los cuales me recuerdan a cierta persona que no he visto.

—Descuida. —le quito importancia y la aparto.

Me dispongo a retomar la carrera tras Mélodie, quien ha detenido su bicicleta y se dirige hacia nosotros. La mujer no parece querer darse por vencida y sujeta mi codo, deteniéndome.

—¿Se te ofrece algo? —pregunto sin ocultar el fastidio de mi voz.

Si hay algo que odio es que interrumpa mi momento con mi hija.

—¿Sabes si hay una cafetería por la zona? —su mirada parece buscar algo más que indicaciones.

Inhalo profundamente, encontrando una excusa para esquivar su interés.

—No soy de aquí.

Mélodie abandona su bicicleta junto a una banca y se acerca a nosotros, sus pequeños ojos curiosos miran a la mujer con atención y alza sus manos queriendo que la alce en brazos y lo hago, bajo la atenta mirada de la mujer de frente.

—¡Qué linda!, ¿Cómo te llamas, cariño? —le dice con voz melosa.

—Me llamo Mélodie, significa melodía. —le responde orgullosa.

—Lindo significado como tú.

Halaga la mujer y hace un intento de tocar el rostro de mi hija, al instante, siento una punzada de desconfianza y me alejo. Esta familiaridad tan repentina no me resulta cómoda. En Francia no somos así.

Sin embargo, Mélodie parece encantada con la interacción porque sonríe con entusiasmo. Se siente emocionada por establecer una conexión con alguien nuevo, especialmente con alguien de género femenino. Desde que nos mudamos, ha estado un poco distante de su tía Viviane, con quién solía compartir sus tardes.

Estoy a punto de despedirnos, pero Mélodie me sorprende al preguntar:

—¿Quieres ir a cenar con nosotros? A papi no le molesta. —dice inocentemente.

CURVAS SIN MIEDOSWhere stories live. Discover now