5 [Prentender]

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—Ya falta poco para que nos vayamos. No te duermas porque yo no soy el fortachón de Kris y no te voy a cargar hasta la moto —advierte empujando mi cabeza con dos dedos, para corroborar que esté despierta.

—Pero podrías pedirles ayuda a ellos. —Mi voz sale aplastada por mi posición sobre la barra y Samuel se tiene que agachar a mi altura para poder entender mis balbuceos.

Sobre el escenario, hay cuatro personas. Reconozco a Rebeca, mi archienemiga de la secundaria, como bajista. Sin embargo, su vibra parece haberse aplacado en comparación a cómo era antaño. A los otros tres que forman parte del grupo no lo reconozco.

—No les pagaré horas extra para tu beneficio —se burla Samuel mientras escucho que guarda unas cosas y apaga las máquinas de café.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó mientras señalo con el dedo de manera muy exagerada y poco disimulada. Los muchachos de la banda hacen contacto visual conmigo y no entiendo por qué, si mi voz salió tan baja que ni Samuel me escuchó.

—El de la batería y el de la guitarra son de la ciudad cercana, son hermanos. Los conocí en la universidad —me responde para mi sorpresa y noto que quizá no hablé tan bajo como quería—. El cantante es Oren, dudo que lo recuerdes, es un par de años más grande que nosotros y se fue durante la primaria. Volvió al pueblo hace muchos años. Trabaja en el hospital, es enfermero.

De repente, las piezas adormecidas por el cansancio y el alcohol parecen encajar en mi mente. Pronto, recuerdo haberlo visto en el recuerdo que viví de Kris, cuando fueron llamados por primera vez al bosque y conocieron a aquel ser sobrenatural.

—Entonces nació de Deeping Cross —afirmo, más para mí, que para Samuel

Mi amigo acerca su rostro a mí y me mira con confusión, con el entrecejo fruncido.

—Nunca le pregunté dónde nació, supongo que sí —murmura—. Mejor duerme un ratito, que te despierto cuando salgamos.

Niego con la cabeza, como una niña pequeña, con mis ojos clavados en Devil's Echo, la banda de rock under que suele tocar en el bar de mi amigo. Ya no tengo fuerzas para hablar, el sueño me está ganando por completo.

Entre la bruma de mi cansancio, distingo que Samuel me cubre con su campera de cuero.

—Cuida mi abrigo hasta que salgamos.

El bar está casi vacío. Solo quedan unos pocos rezagados para cuando Oren, el vocalista de la banda, anuncia que tocarán la última canción de la noche. Dejo que mis párpados caigan por un instante, en un vago intento de concentrarme en la canción.

La oscuridad se cierne sobre mí, en un baile de luces y sombras generado por los LEDs de colores que se reflejan a través de mis párpados. Una sensación de desconcierto me domina, y mi respiración se torna pesada. La ansiedad aletea en mi pecho, y se anticipa a algo que nunca llega hasta que una repentina presión física se posa sobre mi hombro con fuerza, forzándome a abrir los ojos.

Lo primero que veo es que la banda ya ha abandonado el escenario. La mayoría de las luces se encuentran apagadas y la penumbra envuelve el bar de Samuel, haciendo que ya no se sienta un sitio familiar y agradable. Es como si, de pronto, estuviera atrapada en una especie de realidad con sabor a pesadilla. Un escalofrío recorre mi espalda y me deja aturdida.

Cuando mis ojos se acostumbran la oscuridad, descubro que no estoy sola. La mano de Samuel descansa sobre mi hombro, pero la sensación de esa caricia gélida persiste, como si mi pesadilla hubiera cobrado vida.

—No quería asustarte —se disculpa mi amigo realmente apenado al notar mi cara de pánico.

—Está bien —murmuro mientras intento sonreír. Simplemente me quedé dormida.

—Vamos —anuncia mi amigo—. ¿Estás lista para ir a dormir? Se nos hizo un poquito tarde, pero ya está.

Samuel tiene ya las llaves de su motocicleta en la mano y las agita frente a mí. Con pesadez, tomo mi móvil y observo la hora. Apenas me dormí unos quince minutos. Mientras me paro de la butaca con el cuerpo totalmente entumecido por mi extraña postura, le respondo un mensaje de buenas noches a Kris, quien probablemente se quedó dibujando hasta tarde, pero considerando la hora de su último mensaje, ya debe de estar durmiendo.

«Y yo quisiera estar acurrucada entre sus brazos».

Samuel pasa uno de sus brazos por mi espalda y me ayuda a caminar, más por la sensación de somnolencia y el estupor, que por el alcohol que tengo en sangre. La sensación de malestar persiste.

Mi móvil vibra entre mis manos mientras cruzamos la puerta principal del bar. Extrañada, abro la aplicación de mensajería instantánea y veo que me acaba de llegar un mensaje de Flo.

Cuando lo abro, veo una fotografía y un grito sale de mi boca. Aturdido, Samuel me interpela, preocupado.

—Necesitamos ir a la de mi tía —le pido—. Ahora.

¿Qué creen que impactó así a Rain? 🤯

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¿Qué es lo que le envió Flo? 📶

Depositen sus teorías aquí. 📲

Yo les advertí que se viene el caos. 😋 

 || Próximo capítulo: antes del 21 de octubre 💜 ||

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