VII

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• Hanahaki Disease AU •

El hanahaki disease es una enfermedad ficticia, en la que luego de un amor confeso no correspondido, quien lo remite está condenado a vomitar distintos tipos de flores hasta culminar en la muerte.

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El corazón se le fermentaba desdibujándose en una mancha verde que acechaba inminentemente con devorarse lo poco o nada que quedaba de vida, se le estaba pudriendo, lenta y roñosamente, ¿se lo merecía? En realidad no, pero fue su bajo su criterio,...

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El corazón se le fermentaba desdibujándose en una mancha verde que acechaba inminentemente con devorarse lo poco o nada que quedaba de vida, se le estaba pudriendo, lenta y roñosamente, ¿se lo merecía? En realidad no, pero fue su bajo su criterio, sabía de las consecuencias de sus actos y ahora que tenía un amor confeso rechazado, sutil pero tajante, no existía la manera de que algo cambiara para beneficio de él.



—Yo... quiero hablar contigo. — confesó el varón jalándose la silla para que ella se sentase en la mesa del restaurante elegido por el mismo, ansioso de poder reventar la bomba de sentimientos que atravesaba la puerta de la carne.

—¿Qué pasa? Te escucho. —contestó ella, tomando su lugar asignado, revisando su celular, su mejor amiga la invitaba a salir y ella quería estar al día de los chismorreos de la semana.

—Es importante, ¿te importa dejar el celular y mirarme? —habló seguro, pero con un velo de incomodidad lejos de ser propio suyo.

—¿Eh? ¿De cuando acá te pones tan serio? —alzó una ceja bloqueando la pantalla luego de unos segundos.

—Es que, vaya, yo siento algo en el pecho, yo siento algo por ti. —expulsó, buscando una mirada aprobatoria —Yo quiero estar contigo, si tú me das la oportunidad de...

—Obito —en seguida le frenó y el labio le tembló . —No, no, cállate, retira lo dicho, no sabes lo que dices —mirandolo con horror hablo bajo y con prisa, como si quisiera rebobinar lo que acaba de escuchar, ella sabia lo que sucedía cuando el amor no era mutuo, y aunque las dudas de sus existencia estaban presentes, su cobardía no le permitía decírselo, mucho menos averiguarlo que tanta verdad había en aquel mito.

Obito sintió un vacío en el marco del corazón, ella acababa de rechazarlo, la dama por la que haría cualquier cosa le habia azotado las puertas de su calidez en la nariz.

—¿Acaso... es por alguien más? —atónito empujo su cuerpo hacia atras, estirando sus largas piernas, recargandose en el respaldo, colgando sus brazos a los costados.

—No... no, deja de decir tonterias, no sabes lo que dices, no puedo, yo no puedo corresponderte —se sinceró, rascándose la frente con desespero. Pero no era suficiente, sus palabras estaban incompletas, para un mortal alejado de los liosos sentimientos románticos como Obito, era importantísimo conocer el porqué de su rechazo, ¿tenia un seductor? ¿Ella ya tenía alguien en la mira?
Esas y mil preguntas más quedaron sin respuesta, pues el miedo a afrontar realidades superaba a ambos.

El calló, y solo se fue, desgarbado y apenado sintiendo como la reciente herida infringida brotaba pus, ya no hay nada más que hacer, las fuerzas se le han colado por los poros, no es que se rindiese pero kronos ya le había encarnado el cronómetro en el pecho, y no se podía negociar.

El melifluo amor que soñaba se esfumaba en cenizas; ella no era mala, pero no era tonta, a ella no le interesaba el romance y era mas egoísta de lo que pareciera, pues no se encadenaría a un hombre al que no amaba.

Cuando Eirian era uva verde lo rehusaba y al madurar su racimo lo envió lejos, y ni secándose la uva ella probaría el arándano de su corazón.

Y ahora, el efecto de la causa se escurría entre la aspereza de los anchos dedos de Obito, cansados de sostener cigarrillos y ahora agotados de observar como la mucosa ácida, diluida en una mezcolanza de sangre y flemas amarillentas, aunadas a las remojadas guirnaldas con capullos, se escurría hasta sus desgastados zapatos.

—Maldita sea, esta puta garganta me va a volver loco. — hablo bajo, limpiándose con el pañuelo pintado de manchas imborrables, que ahora siempre cargaba

La primera vez que las ramas brotaron de su garganta sintió que se ahogaba, entre ellas se enredaban y prohibían el paso del aire, por eso, en muchas ocasiones tuvo que meterse dos dedos para sacar lo que estaba dentro, las espinas cortaban todo a su paso, el horror no tardó en asomarse, ¿qué le había pasado? Tardío fue el momento en que se enteró de su nuevo padecimiento; el hanahaki disease era temido, pero también era poco conocido y aún así él jamás se arrepintió de haber abierto la boca, pues la amaba y para él era vital que ella supiera lo que él sentía, aunque ella golpeara su devoción como al bronce hirviente con su hacha, sumergiéndolo en un torrente helado... y... bah, Obito esperaba lo inesperado, pero la esperanza no había alzado la pluma de avestruz para escribir su nombre en su diario, y ahora solo tocaba esperar lo que si estaba plasmado en el futuro.

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—¡Abre la puerta Obito! ¡Ábrela ahora o la tumbo a patadas! —gritó en un ronco llanto desesperado forcejeando la manija de la puerta de madera, golpeándola con toda su energía, hasta botarla.

Al caer el picaporte, ella no tardó en entrar y imagen de Obito postrado en cama la Marcaría hasta su último suspiro.

—Oh no, ¿qué te he hecho? —su diestra subió de inmediato a los labios que Obito jamás pudo probar, y las lágrimas no tardaron en correr despavoridas de su mirada, el cucú ya había comenzado a sonar.

Ssu amor le clavaba de nuevo la mirada lánguida bajo unas ojeras oscuras, embrujandolo como la primera vez, mientras en el recuento de los años solo habían deudas que ajustar, y en el saco de las remembranzas solo guardaría lo bueno, pues no se podría llevar nada más antes de que los gusanos proclamaran su nuevo territorio.

——Me niegas, pero ¿cuál es el fin? —preguntó y tosió con una mirada vacía dirigiendo su rostro a ella, esperando con paciencia una respuesta. —En el submundo no hay amantes, y solo el sobreviviente a tu amor conocerá la delicia que es ser correspondido tuyo. —su voz se volvía pesada, y ronca luego de toser. —Pero aquí abajo... yo me volveré polvo detrás del alba, y ahora solo te pido que te recuestes conmigo y haz único este último momento. —finalizó, aterrorizado de conocer la por primera vez la derrota, extendiendo su diestra invitando a la joven a tomar el lado vacío en la cama, mientras se aferraba a su tibio cuerpo.

Ella sollozo con fuerza y trato de frenar las lágrimas amargas mientras maldecía a la creciente estrella vespertina, pues anunciaba el arribo del nuevo día.

Entre lilas y rosas yacía parsimonioso el cuerpo de Obito, impregnado de las húmedas anémonas alternadas con los blancos narcisos al lado de las violetas, -que eran las flores favoritas de Eirian-, fulgurando oscuridad.
Se llevaría aquellas flores, arrepentida de haberse envanecido de su cariño, pues su belleza como las de ellas se habrá de marchitar y solo él podía ver más allá.

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Espero haya sido de su agrado
Este libro y este hombre son mi obsesión
Quedo a la disposición de comentarios y sugerencias para este y próximos escritos del libro, gracias por leer

—P

MÁSCARA | UCHIHA OBITOWhere stories live. Discover now