18. Punto débil

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- Estoy muerto. – se tira en el sofá – Ma ¿cómo le hiciste para hacer el show de Gaspar? siento que me arroyó con camión.

- ¿Y quién te dijo que no terminé igual que tú? – ríe tomando asiento – Es un trabajo muy cansado y lo hiciste espectacular mi cielo.

- Gracias, tuve a la mejor consejera del mundo. – le avienta un beso.

- Hermoso. – le devuelve el beso.

- ¿ya vamos a cenar? – se sienta.

- Ya casi termino de servir. – grita desde la cocina.

- Yo no tengo hambre, comí demasiados bocadillos. – toma asiento junto a su hermano – pero si los acompaño con un té.

- Ni alcance a probar los bocadillos. – hace un puchero.

- Ay pobrecito – palmea su hombro – No te preocupes Rafa y yo los probamos por ti. – ríe.

- Ah no, pues gracias. Fueron muy amables en guardarme algunos. – ironiza.

- ¿Qué traen ustedes? – aparece – Hola mi amor – acaricia el vientre de la pelirroja que se encontraba riendo por las ocurrencias de sus hijos.

- ¿Hablaste con él? – observa a Rafael.

- Sí. – siente – Irá a verla.

- Bueno. – suspira.

- Tranquila. – toma su mano – Él está muy claro en su postura, me dijo que irá a verla porque no quiere dramas ni que ella sea quien lo busque, pero nada más.

- Es muy bueno. – sonríe.

- Lo sé. – besa su cien.


Después de una agradable cena en familia, cada uno pasó a descansar en sus respectivas habitaciones. A la mañana siguiente tal y como lo dijo Esteban, Rafael se encontraba en el lobby del hotel donde se hospedaba Rebeca.


- Buenos días. – saluda - Busco a una persona que se hospeda aquí, se llama Rebeca Alfaro.

- Buenos días, permíteme un momento. – toma el teléfono - Buen día, señora. Su visita está aquí. Claro, yo le informo. – cuelga – Puedes pasar, la habitación está en el segundo piso, al salir del elevador a mano derecha la puerta número 19.

- Gracias, muy amable. – se retira.


Por su mente pasaban muchas cosas, nunca se había detenido a pensar que sentía sobre la situación con su progenitora, siempre lo dejaba de lado o era tanta su irrelevancia que ni siquiera le generaba ningún tipo de sentimiento, pero ahora que estaba a minutos de tener convivencia con ella, la curiosidad se había instalado en su pecho.


- Buenos días. – saluda al abrirse la puerta.

- Rafael, Buenos días. – se hace a un lado – Pasa. Me da gusto que estés aquí, toma asiento. – señala la sala - ¿Gustas algo de tomar? ¿café? ¿agua? ¿jugo?

- Agua está bien. – se sienta.

- ¿Desayunaste? – sirve agua en el vaso.

- Sí, gracias. – bebe agua.

- Que bien. – se sienta a su lado.

- Y bueno... - dice después de varios segundos en silencio – Aquí estoy. Mi papá me comentó que usted quería contarme su versión de cómo y por qué termine viviendo con mi él y sin saber nada de usted.

- Si... bueno... - frota sus manos – Tendré que contarte de mi antes de conocer a tu padre. – suspira – Hace más de dieciocho años, veintiuno para ser exacta, me volví adicta al juego, trabajaba de eso, diversas personas de la élite mundial de la industria, el comercio y las finanzas me proporcionaban parte de su fortuna para apostarla ya fuera por buena suerte o un buen juego, no lo sé – da de hombros – siempre ganaba, y por ende se duplicaba la cantidad que estos sujetos invertían, así fue como conocí a tu tía Lucrecia. – suspira.

AeternumWhere stories live. Discover now