07. Dolor de muela

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- ¡Au! me estas jalando en cabello con el codo

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- ¡Au! me estas jalando en cabello con el codo. – ríe.

- Ay perdón – se acomoda - ¿cómo te sientes? – besa su cuello.

- Ya está haciendo efecto la pastilla. – lo toma del brazo – Ya no me obligues a comer buñuelos.

- Dijiste que se veían buenos, no quería que la niña nos saliera con cara de buñuelo. – la ve - ¿quieres dormir?

- mmhj no – niega con la cabeza – quiero que sigas haciendo lo que hacías ahorita.

- ¿Sí? – le pregunta seductoramente. 

Cuando estuvieron en la ducha, empezó un juego bastante excitante entre el par de esposos, donde los roces y las caricias eran los protagonistas. Marcia se encontraba desnuda en la regadera recargada en la pared mientras que Esteban estaba posicionado detrás de ella rozando su intimidad contra los glúteos de la pelirroja a la par que repartía besos por todo su cuello y con sus manos apretaba las zonas sensibles de la ojiverde. Lo estaban disfrutando hasta que él decide girarla brusco, lo que le ocasionó un mareo seguido por nauseas; no pudieron seguir ya que estas últimas no cesaron, sino que aumentaron llevándola al extremo de vomitar.

Después de eso terminaron su ducha sin segundas intenciones, se vistieron y pasaron a recostarse en la cama. Ella se tomó su pastilla para evitar que las náuseas regresaran y con un poco de fe, poder retomar lo que dejaron en el baño; era verdad que su libido había aumentado con el embarazo, lo experimentó casi igual cuando lo estuvo de Lucía, solo que esta vez la falta de sexo le generaba esa irritabilidad que había presentado la última semana.

Volviendo a la cama, ahí estaban dos desconocidos dándose todo el amor que no se habían dado en mucho tiempo, al parecer se habían juntado el hambre y las ganas de comer. Él encima de ella con un juego de roces bastante adictivo que estaba logrando llevar las cosas a su máximo esplendor.

Con una delicadeza tortuosa el moreno comenzó a descender los besos de su cuello a la cima de sus senos y con una gran habilidad logró desabrochar el sostén de la ojiverde, tomó con sus dedos índices los tirantes de este llevándolo en dirección hacia él, dejando a la vista esas montañas a las que él consideraba su perdición, y sin perder más tiempo, bajó su rostro para devorarlos.

Marcia adoraba el hecho de que Esteban supiera que sus senos eran una de sus zonas erógenas y que él se tomara el tiempo de estimularlos. Por su parte ella estaba aferrada a la cadera del empresario, moviendo su pelvis en movimientos circulares, era tanta su excitación que comenzaba a desesperarse por pasar al siguiente paso.

- Ya – jadea tomando su cara – desnúdate.

- Pero...

- ¡Esteban!

Échenle la culpa a las hormonas, pero realmente estaba desesperada. El hombre acató su petición y se levantó de la cama para bajarse el bóxer, mientras que ella se quitaba sus bragas a la par que lo miraba deseosa.

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