―Te lo contaré todo, pero quiero salir de aquí - El jovencito apresó sus manos, ansioso - Déjame vivir contigo mientras ésta situación se calma, por favor.

Liam elevó el rostro, pasando la mirada desde una estantería repleta de libros, a una vitrina decorada con figurillas de cristal cortado digna de un coleccionista, deseando que la recamara hablara y le respondiera cada una de sus incontables dudas. Los ojos azules seguían a la expectativa, brillantes y hermosos, esperaban una respuesta.

―Terminarás por desquiciarme, Ianthe ― Liam se refregó los ojos, cansino - Aunque no era necesario que me lo pidieras, obviamente no pensaba dejarte aquí después de éste... ― Le recorrió con pena - desastre. Es el colmo ¿sabes? Desde ayer todo marcha muy jodido, y para rematarlo, te encuentro en éste estado - Liam saltó de la cama y miró de modo bastante peculiar el ventanal - ¿Fueron sólo palabras y golpes, Louis? - El castaño ladeó la cabeza, procesando la pregunta.

―¡Sí! No hubo nada más - Contestó atropellador, como si su credibilidad dependiera en la rapidez de respuesta ― ¿Qué otras cosas pudieron haber pasado? - Siseó, escandalizado. Liam despegó los labios, listo para replicar, pero de su garganta no brotó sonido alguno, optó por morderse la lengua y evitar más heridas. En momentos tan exasperantes como aquel, sólo sabía escupir veneno.

Aunque su cólera estaba más que justificada, no deseaba agravar el daño; Liam se torturaba con los peores escenarios porque era indiscutible que un hombre había estado por la madrugada con Louis, y ese hombre, cobarde y ruin, debía ser la causa del pasado amargo al que Louis se refería con tanta pena. Era horrible esa sensación que nacía en su vientre y se extendía por sus venas, licuando su sangre; con desazón recordó cuando descubrió la mirada celeste de Louis, aquellos ojos, mismos que ahora vislumbraba, le parecieron lo más bello que hubiese tenido el gusto de conocer, el velo de misterio que encerraban sólo le atrajo más, ahora comprendía ese enigma, causado sencillamente por una profunda desilusión amorosa. Un hombre era el responsable de su tristeza, existía un hombre antes que él, uno que le acarició y besó... probablemente, hasta le hizo el amor... Liam Payne no sería el primero, y cómo, cómo quemaba.

―¿Liam? - Lo llamó, la preocupación era evidente.

―Fui un tonto, Louis - Habló después de un rato ― Las piezas del rompecabezas siempre estuvieron frente a mis ojos, pero no me di cuenta, o tal vez, sólo quise ignorarlo - Jadeó resignado - Esos suspiros a la nada, los ojos tristes que me enamoraron, la mirada fija en el horizonte, viendo sobre mi hombro cuando me creías distraído. Desde el principio lo dejaste muy claro, estás enamorado de otro hombre; asumiría mi derrota si éste tipo no fuera un cabrón capaz de venir a ultrajarte a tu propia casa. Jamás te dejaría a merced de semejante escoria.

Louis sólo escuchó sorprendido. Liam, por primera vez, se decía enamorado, el resto de la declaración careció de importancia. Se abalanzó a sus brazos y le besó con suavidad - Te quiero - Confesó Louis entre beso y beso, pero no era lo que el amante ansiaba escuchar. Querer no bastaba.

(...)

En cuestión de minutos, Louis era transportado por la calle Maximilian. El silencio, incómodo, fue palpable durante todo el recorrido, ninguno de los dos hizo algo para evitarlo, el castaño se sentía culpable por no hablarle con la verdad, y Liam apenas podía contener su humor, dispuesto a explotar a la menor chispa. La voz de Louis, tímida, cortó el tirante ambiente.

―Mi madre, ¿qué fue lo que te dijo? - Liam apenas le dedicó una mirada fugaz.

―Le dije que estabas bastante estresado, que deseabas pasar un tiempo fuera casa, lo entendió todo y hasta te justificó, ella misma me comentó que te había ofrecido un viaje, pero que tú lo rechazaste - Más remordimientos se anidaron en su corazón.

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