Capitulo 38

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Jay hablaba con mucha pausa y no se cansaba de retorcerse las manos. La mujer también le contemplaba como si él fuera la única solución a su gran problema.

―No sé que hacer, Liam, por eso me tomé el atrevimiento de marcarte, intenté comunicarme con Kendall primero pero su celular está apagado - Habló con la boca apretada por la angustia, el hombre le pasó un brazo a la espalda y le consoló con suaves caricias.

―Hiciste lo correcto, hablaré con él.

―¿Y si tampoco quiere abrirte la puerta? ¡A Felicite también la rechazó! Dice que no quiere ver a nadie, estoy muy preocupada, primero esos gritos por la madrugada y luego se niega a salir de su cuarto. Ni siquiera ha querido comer.

―¿Gritos por la madrugada? - Inquirió muy asombrado.

―Sí, sus gritos de auxilio me despertaron, yo acudí inmediatamente a su recamara pero dijo que sólo se trataban de pesadillas.

―¿Dices que también se negó a ir al trabajo? - Jay asintió, compungida.

Ambos llegaron a la habitación de Louis, se encontraba bien cerrada con llave.

―Hablaré con él, deberías macharte a descansar, yo seguiré insistiendo - Jay se retiró no muy convencida, pero agradeció la ayuda.

Liam, solo en el pasillo, suspiró y reunió un poco de tolerancia.

―Abre la puerta, quiero saber cómo te encuentras - Exigió, con la voz más seria.

―¡Estoy bien! ¡¿No me estás escuchando acaso?! - Liam recargó la cabeza sobre la puerta, con el pulso acelerado. Las palabras insolentes de Louis se habían escuchado muy cerca, casi podía percibir su fresco aroma - Vete, hablaremos después - Sugirió, ablandando su timbre.

―¡No me iré, ábreme la maldita puerta! - Susurró contra la madera. Louis se sorprendió, nunca le había escuchando tan enojado.

―¡No, márchate! - Al escucharle retirado, Liam tomó un vuelo corto y pateó hacia la chapa con fuerza. La puerta se abrió y Payne entró a la oscuridad del dormitorio ― ¡¿Qué demonios?! ¡¿Estás loco?! ¡Fuera, fuera de aquí! - El hombre mayor encendió la luz y Louis se enterró en sus pomposas colchas - Vete, por favor... ¡vete! - Gimió, suplicante, despertando mayores sospechas. Liam se aproximó a la cama y le arrebató las colchas, entonces, le vio... con su pijama de pantaloncito corto mostraba sus blancas y lampiñas piernas, y su bonita cara de ambos pómulos sombreados por moretones, producto de dos firmes golpes. Más abajo, el rebelde camisón le mostraba la mitad del torso y un hombro desnudo, casi incitándole a que lo acariciara. Liam se vio tentado, pero la parte del cuello reclamó su atención: sobre la piel clara halló esbozos de dedos perfectamente pintados que comenzaban a tomar un color más intenso que el violáceo.

El semblante de Liam se oscureció, alzó una ceja, esperando una explicación, Louis sin embargo, avergonzadísimo, sólo atinó a agachar la mirada.

―No quería que me vieras así, ni tú, ni nadie, no sabes... Dios, estoy tan apenado, traté de todo para ocultarlo, incluso usé el maquillaje de mi madre, pero sólo logré enfatizarlos más - Balbuceó, tocándose el rostro.

―¡¿Qué carajo, Louis?! ¡¿Qué demonios ocurrió?! ¿Quién se atrevió a ponerte una mano encima?

―No le cuentes a mi madre, por favor... no quiero preocuparla - Prosiguió el castaño, ignorando las cuestiones de Liam.

―No lo haré - Aseguró, soltando un largo suspiro, le sujetó por los hombros y besó gentilmente sus mejillas - Dime quién te golpeó y porqué, necesito saberlo - Louis se removió incómodo.

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