𝗶𝘃. amigos

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          —Me caí por las escaleras de mi casa el otro día, no me di cuenta de que estaban recién fregadas y

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          —Me caí por las escaleras de mi casa el otro día, no me di cuenta de que estaban recién fregadas y... Este es el resultado.— Cirrus se señaló su cara amoratada, sonriente a pesar de que sus heridas dolían.

—Oh... Ya veo. —murmuró una de las chicas, las cuales habían preguntado a Cirrus preocupadas que le había sucedido— Creo que tengo pastillas para el dolor, ¿te gustaría una?

—Claro, muy amable. —sonrió de nuevo el peliblanco.

—¡Yo también tengo, Cirrus! ¿Quieres?

—¡Y yo!

Keisuke observó desde su asiento el como aquellas tres chicas discutían entre ellas sobre quien le daría una medicina para aliviar a Cirrus; el cual permaneció callado; simplemente sonriendo de vez en cuando. Al final, la primera chica le dio la pastilla y el peliblanco la tiro dentro de su boca para tragarla sin siquiera tomar agua.

No lo entendía. O Cirrus fingía demasiado bien ante los demás, o él era capaz de ver a través de su fachada. ¿Nadie veía sus ojos tristes? ¿Nadie sospechaba de la barata excusa de las escaleras?

Keisuke resopló, sacando de la mochila su libro de historia.

Cirrus ocupó el pupitre al lado del de Keisuke, y éste primero apoyó su mentón en su puño cerrado y fijó sus ojos rojizos en el libro abierto que tenía delante; tratando de comprender las palabras. Pero, en aquel momento, tenía demasiadas cosas rondando por su mente.

El olor de su padre mezclado con el de su madre le causaba arcadas. Y las palabras que él le había dicho le hacían pitar los oídos. El recuerdo de los golpes estaba fresco en su rostro; como un recordatorio de que su progenitor le odiaba. Siempre le había odiado. Sólo que cuando su madre estaba viva, lo disimulaba.

También recordó la tarde que paseó, sintiéndose mínimamente libre en una ciudad que no le conocía aún. Inevitablemente, también rememoró la pelea en la que él había sido partícipe con Baji, la reunión con su pandilla de delincuentes y Mitsuya.

Se había sonrojado con Mitsuya, se había quedado como un tonto mirando su sonrisa. No podía permitirlo. Ahora que estaba en un sitio dónde nadie conocía a Cirrus, no podía echarlo por la borda. No quería volver al bucle en el que se había sumido en Sendai. Debía de ignorar sus sentimientos hacia otros hombres, debía de controlar su sonrojo, sus ganas de enamorarse...

—¿Se puede saber qué miras tanto? —preguntó Cirrus, levantando la mirada y fijándola en su compañero más próximo, habiendo notado como éste no le despegaba los ojos de encima.

Keisuke abrió los ojos mínimamente, sorprendido por las repentinas palabras de Cirrus. Sin embargo, el moreno ocultó su sorpresa y habló.

—¿Te molesta que te mire? —preguntó él de vuelta.

—Si el que me mira eres tú, sí.

Baji rodó los ojos.

—Te miraba el moretón de la cara, el que no te has tapado. —confesó él— Supongo que el que sí que tienes tapado es aún más grande y morado, ¿no?

𝗘𝗦𝗧𝗜𝗚𝗠𝗔,          baji keisukeWhere stories live. Discover now