𝗶𝗶. sonrisa falsa

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          Cirrus miró el cigarrillo que tenía entre sus dedos antes de llevárselo a la boca y dar una larga y placentera calada al mismo

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          Cirrus miró el cigarrillo que tenía entre sus dedos antes de llevárselo a la boca y dar una larga y placentera calada al mismo. El humo inundó su boca y pulmones, para más tarde, salir al exterior en forma de nube gris. Apoyó la cabeza contra la pared del edificio que tenía detrás, mirando al cielo y pensando que era un día despejado. No había ni una sola nube.

No le gustaba realmente fumar; muchos dirían que lo hacía como un acto de rebeldía adolescente, pero no era así. La madre de Cirrus olía a jazmín entremezclado con humo de tabaco; era algo sutil, pero olía así. Cirrus fumaba la misma marca que fumó su madre, y de manera tonta, pensaba que así le hacía estar más cerca de ella. Como si él también oliera a jazmín entremezclado con tabaco.

Agradeció el estar mínimamente solo en aquel momento. Durante las clases, Cirrus había sentido encima las miradas de sus nuevos compañeros; también algún que otro susurro y risa tonta por parte de las chicas que indicaba que estaba ejerciendo bien su papel.

—Eh, Cirrus. —el joven levantó la mirada cuando le hablaron directamente a él— ¿Me prestas el mechero?

—Claro.

Después de haberle dejado momentáneamente el mechero a aquel compañero, Cirrus tiró su cigarrillo al suelo y lo pisoteó para apagarlo. Una última nube de humo gris decoró el ambiente y él volvió a meterse dentro de la institución, poniendo rumbo a su clase mientras escuchaba las diferentes conversaciones que adornaban el ambiente de los pasillos durante aquel descanso.

Al entrar al aula, Cirrus se percató de que era el primero en haber llegado; la campana aún no había sonado, sin embargo faltaban escasos minutos para que lo hiciera. A pesar de aquello, había un chico más en la estancia. Su compañero más próximo de pupitre; aquel de pelo largo y que tenía heridas en su rostro. Y que, al parecer, había empleado el descanso para dormir apoyando su cabeza en la mesa.

Cirrus se dejó caer en su propia silla, pensando en lo aburrido que estaba resultando ser su primer día de clase. Apoyó el mentón en su puño cerrado, y frunció sus labios hasta convertirlos en una fina línea mientras miraba a su compañero durmiente. El rostro de aquel chico estaba sereno en el momento, y su boca entreabierta.

El joven peliblanco alargó su pierna, y con la puntera de su pie, golpeó suavemente la pierna de su compañero para despertarle; cosa que logró. El moreno pestañeó unas cuantas veces para espantar el sueño, y se enderezó bostezando mínimamente. Entonces, miró a su alrededor y, su mirada, una vez más, conectó con la de Cirrus.

—¿Por qué me has despertado? —refunfuñó el pelinegro, estirando sus brazos de manera perezosa.

—Va a sonar la campana. —contestó Cirrus.

—¿Y?

El joven iba a contestar cuando la puerta del aula se volvió a abrir, y por ésta apareció un joven rubio que parecía apurado por encontrar a alguien. Sin embargo, cuando sus ojos traviesos se fijaron en el acompañante de Cirrus, el rubio se relajó y largó un profundo suspiro.

𝗘𝗦𝗧𝗜𝗚𝗠𝗔,          baji keisukeWhere stories live. Discover now