08. SOSPECHA

17 1 0
                                    


       32 horas antes de desactivar el Programa Dulce Hogar...

       En la sala de control del sueño, donde configuran la reprogramación mental, cuatro encapuchados con túnicas negras; miembros de la antigua Orden de los Scriers, ahora conocida como la Orden del Duende, estudian por qué los recuerdos ficticios diseñados por Norman Osborn no se asientan en la mente del sujeto número 1, Peter Parker, y sí en la de Mary Jane, Liz, Normie y May Anne.

       Este contratiempo inquieta, sobremanera, a un quinto encapuchado, al mando.

       —E-es el segundo simulacro en fase de somnolencia que falla. ¿Por qué?

       —No lo sabemos —responde uno de los subalternos—. Las lecturas en los sujetos 2, 3, 4 y 5 son positivas: los recuerdos implantados tienen un carácter real en casi un noventa por ciento.

       —E-eso ya lo veo... Lo que quiero saber e-es por qué el sujeto 1 ha asimilado esos recuerdos en un mísero dieciséis por ciento.

       —Eso es lo que no sabemos.

       —¡Ya lo veo! —reitera el encapuchado al mando.

       Un tercero interviene:

       —Tal vez, el sujeto se resista por algún factor relacionado con sus poderes que no hemos tenido en cuenta...

       —Sea lo que sea, más vale que lo averigüéis, o tendremos que de-despertar al Dios Duende antes de lo previsto. Y ya sabéis lo que e-eso significa... —concluye, observando con horror el monitor que muestra a Norman en un estado de sueño inducido—. E-estaré en mis aposentos. ¡Tenéis una hora! —dice, intentando mostrar firmeza.

       Abandona la sala de control, cabizbajo y lleno de incertidumbre. Avanza por el pasillo del sector 5 del complejo que sirve de guarida a la Orden. Su suelo pavimentado y sus paredes de aspecto rocoso están iluminados por candelabros electrónicos que expiden un aroma a incienso de ligero humo verde. Llega a la puerta automática de su habitación y coloca la mano sobre el lector de huellas. Una vez dentro, deja al descubierto su rostro fatigado, adornado con unas enormes gafas de pasta de color madera que se quita para masajearse el tabique nasal. Se pasa la mano por su media melena rubia, con canas y bastante descuidada, evidenciando un físico que aparenta mucha más edad de la que en realidad tiene.

       Una voz irrumpe sin darle tiempo a quitarse la túnica de su delgado cuerpo de metro setenta y siete.

       —¿Qué ha pasado, mi querido Donald?

       Donald Menken gira sobre sí mismo con la cara desencajada por el terror de hacer frente a Norman Osborn, el autoproclamado Dios Duende, que debería estar en su cápsula de sueño.

       —Se-señor, yo... E-estamos trabajando en ello... To-todo iba bien hasta que en la tercera fase de-de... la implantación de recuerdos ha habido u-un... pequeño contratiempo.

       —Pequeño contratiempo del que, al parecer, no querías informarme. ¿Es así, DO-NALD? —dice Norman, ataviado con su propia túnica de color verde oscuro.

       —Se-señor, no... no consideré necesario. —Una presión acuciante invade su pecho.

       —Querido Donald, no consideres, obedece. Ya te perdoné la vida una vez, así que no tientes a la suerte. Y si digo que me informes del menor contratiempo, me informas. —Norman eleva la voz—. ¡Y me da igual si es durante una simulación o sodomizando a la furcia de tu madre! ¿Queda claro?

       —Pe-pero, señor... —contesta con el corazón desbocado—, no se debe interrumpir una transferencia de recuerdos colectiva en curso... po-podría dañar el cerebro de los sujetos implicados.

SPIDER-MAN: UNA VIDA MÁSWhere stories live. Discover now