1. Café

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— ¿Desde cuando tomas café?.— Crowley miró al ángel con una expresión parecida a molestia por el comentario, ambos caminaban de regreso a la librería del peliblanco con sus vasos de café.

— Tú fuiste el que dijo, que era "muy temprano para tomar vino".

— Si, pero no esperaba que pidieras algo para ti. — Aziraphale le dio un sorbo a su bebida antes de volver a hablar. — Además, fuiste muy especifico con Nina sobre lo que querías.

— ¿Nina?

— La dueña de la cafetería... — El ángel sabía que a Crowley no le importaban mucho los humanos y eso incluía recordar sus nombres. Pero literalmente acababa de decir su nombre cinco minutos atrás mientras hacían su pedido y ni así podía recordarlo, eso era demasiado. — ¿Está bueno?

— Hmm — El demonio soltó un sonido apenas audible mientras le daba un sorbo a su café. — No está mal. Pero no es algo que tu tomarías.

— Seis tazas de expresso solamente, sin nada más. — El pelirrojo asintió con la cabeza mientras cruzaban la calle. — No lo he probado así.

— Es mucho para ti ángel, no te va a gustar. — El demonio negó con un movimiento exagerado de cabeza.

— No lo sabré hasta que lo pruebe. ¿No?

Crowley se detuvo frente a la puerta de la librería mirando con el entrecejo fruncido a su acompañante. — No estarás... ugh, no. — El pelirrojo al ver la sonrisa inocente del ángel comenzó a ponerse un poco nervioso. Estaba esperando a que este le compartiera de su bebida para probarla.

Pero es que Aziraphale seguía comportándose como si no supiera sobre sus sentimientos. ¿Es que no entendía que aquello era prácticamente probar los labios del otro? Con algo de por medio y un sabor extra pero era precisamente hacerlo. Un beso indirecto como le llamaban los humanos.

Mentiría si dijera que no le apetecía besarlo aunque fuera de esa manera.

— Ugh bien. Pero no te estés quejando luego. — Crowley le extendió su vaso de café al peliblanco a quien le brillaron los ojos al haber logrado su cometido.

El demonio no pudo evitar posar su mirada en el ángel mientras bebía, no era la primera vez que lo hacía pero definitivamente aquella vez era distinto, esta vez se enfocó en sus labios.

Aziraphale le regresó su café con una expresión rara en el rostro. — Está algo fuerte.

— Te lo advertí. — Recordó el de lentes con una media sonrisa divertida en el rostro.

— Tal vez si le agregaras algún endulzante...

— No me gustan las cosas dulces ángel, lo sabes. — Con la cabeza le hizo una seña para que por favor abriera la puerta de la librería. Por supuesto que no le gustaban las cosas dulces en su vida, le bastaba y le sobraba con la dulzura que Aziraphale le daba.

— Si querido lo sé. Debí suponerlo también.

El ángel abrió la puerta permitiéndole a Crowley entrar a su hogar para poder seguir pasando el rato juntos aquel día.

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