Lo que solamente una madre puede saber.

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En cuanto me vio que avanzaba en su dirección, Morgan se tensó. Lo noté no solamente en su pose sino en lo que emanaba de él. Su energía me repelía a gritos, Morgan no me quería cerca, al menos no tan cerca y con la perspectiva de intimidad.

Lo vi despedirse del integrante del Concejo con el que estuviera conversando después de que Marrigan y su familia se despidieran de él. Era un alivio ver a Doria repuesta mas me preocupó y continuaría preocupándome el modo en el que ellos lo rodeaban, podía jurar que aquello incomodaba hasta al propio Morgan.

Resignado porque en medio del templo, no podía huir de mi descaradamente, él se mantuvo en su sitio sin moverse, dándome su perfil pero sin perderme de vista. Su puño derecho apenas si asomaba por delante de su muslo y de cualquier modo pude verlo apretado, tenso. ¿Cómo sería esta situación de cargar él sus armas, porque podía jurar que sabía que le hacían falta?

Apenas si pude creer que este fuese mi mismo Morgan de siempre. El mismo niño que llegara a nosotros asustado y solitario, dolido por la pérdida de sus padres y terriblemente situado en la realidad que era que a partir de ese entonces, pasaba ser el único de su familia.

En aquel entonces no había podido evitarlo, tampoco ahora. Entonces me sentí como su madre, como si él fuese el niño al que renunciara tener, Morgan, sin importar qué, continuaba siendo mi hijo, uno que no me diera la sangre sino la mismísima madre de todo. Morgan sería por siempre, de uno y mil modos distintos, mi hijo y por eso en este momento sabía lo que solamente una madre puede saber, Morgan no estaba bien consigo mismo, tampoco con la situación y en este instante deseaba salir corriendo con tal de no enfrentarme.

—Estupendo servicio, madre.

Su elogio me supo insípido y carente de sentimiento. Un mero formulismo. Cuando todavía era mi niño, cuando solía permitirse serlo, nosotros discutíamos sobre todos mis servicios; él era capaz de darle vueltas a todas mis palabras para llegar a la profundidad de los verdaderos sentimientos que las inspiraban, sentimientos de los cuales siquiera yo era consciente. La sensibilidad de Morgan solía ser única. Hoy él lucía distante de todo, hasta de sí mismo, como si quisiese esconderse, ignorar que algo malo sucedía en él y a su alrededor.

Mi preocupación por él creció todavía más porque al par de pasos de llegar a él presentí el peligro, la maldad. Morgan decididamente no era él mismo y si no entraba en razón...

Los comentarios que circulaban sobre él no eran nada elogiosos, todo lo contrario, dentro de la congregación misma se condenaba su actuar. Todos detrás de puertas, hablaban del estado en que quedara Marehin, de la falta de noticias sobre Rygan; muchos comenzaban entonar las peores palabras, hablan de muerte, de muerte que si aún no era un hecho, no podía estar a mucha distancia de serlo.

No podía creer que Morgan le hubiese hecho daño o que seriamente estuviese pensando en infligírselo.

—Gracias, Morgan. ¿Te gustaría discutirlo conmigo? Hace una eternidad que no conversamos. Podríamos ir a dar un paseo por los jardines que hace frío pero ya comienza a dar el sol.

Su mirada se escapó de la mía.

—No lo creo, madre. Deberá será en otra ocasión. Tengo mucho para hacer.

—¿Hoy, a esta hora?

—Tengo muchos problemas entre manos, madre.

—Ya lo creo.

—Tal vez otro día—. Morgan amagó con escaparse de mí por eso me apuré a frenarlo con mi mano en su brazo.

—Morgan, tenemos que hablar.

Él pareció petrificarse debajo de mi agarre y su mirada no fue la más amable.

—Morgan.

Bajó la vista hasta mi mano en su brazo y volvió a mirarme.

Un reino desolado.Where stories live. Discover now