Tal vez. La Capital no era tan pacífica como Venvia, siempre llena de actividad incesante. Esa ciudad también lo era, excepto que tal vez era el tipo de sonido que a ella le gustaba.

—¿Dejarías tu puesto si fuera posible?

—No creo que pueda dormir si lo hago —confesó Rajnik—. Perdí demasiado como para rendirme ahora. ¿Tú lo harías?

—¿Quieres la verdad o la mentira? —ella rio, alto y claro.

—¿Ahora puedo elegir? —preguntó Rajnik con diversión—. Quiero la mentira. No me malcríes.

—No lo haría —Lorcan suspiró, mirando hacia afuera también—. ¿Sabes que por cada humano que muere, matamos al menos siete salvajes? Una sola persona hace algo mal y siete extraños pagan por ello. ¿En qué nos convierte eso?

—Ahora, ahí está el compañero que extraño —Rajnik apoyó la cabeza sobre sus rodillas—. Solíamos hablar libremente, sin preocuparnos por las acusaciones de traición y la honestidad. ¿Me juzgas por Mytos como el resto?

—Me juzgo a mí mismo por permitirlo y no interferir —su voz casi tembló, Lorcan cerró los puños para mantenerla firme—. Creo... creo que una parte de mí pensaba que no lo harías. O quería creer. Estaba tan seguro...

—¿Y perder mi puesto? —ella lució espantada—. ¿Estás loco? El día que decida renunciar, es el día en que estaré segura de que puedo hacer más como yo misma que como cazadora, y este aun está por llegar.

—No eres solo una cazadora.

—Tú tampoco. ¿Entonces? ¿Me dirás la verdad algún día? ¿Es el matrimonio tu excusa para renunciar? Porque ambos sabemos que sería falso, pero no soy suficiente para esa farsa.

Lorcan cerró los ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás. Tal vez, sería más sencillo de ese modo que enfrentarla. Con todo el viaje y el calor, casi se había olvidado de esa cosa, y Rajnik no lo dejaría pasar tan pronto.

—No es eso-

—No soy suficiente porque sabes que no renunciaré —Rajnik sonrió ante su dolorosa mueca—. Está bien. Lo entiendo. Solo desearía que hubiera una salida diferente para ti, una que no te lastimara.

Y él desearía que ella se detuviera. No más hablar. No más fingir. No más sonreír como si no le importara en absoluto. Pero Rajnik le había advertido desde su primer encuentro, todo se trataba de espejismos en el Oeste. Incluso su gente. Y no había otra salida, al menos no sin ponerla a ella en peligro.

—No te preocupes. Mi propio padre parece reacio a ayudarme con esa tarea para mi desgracia —admitió Lorcan.

—O simplemente no quiere que su hijo sufra.

—No necesitas defenderlo solo porque te envía vino gratis.

—Ah, siempre pago con chocolate. Al contrario de ti, él responde mis cartas. Un hombre tan encantador... No entiendo cómo terminaste tan mal. Y todo por tu cuenta, te lo aseguro.

Lorcan rio. Demasiado débil para ser real. Y Rajnik lució demasiado sorprendida, lo que solo lo hizo más difícil.

—Mi Dios... ¿No olvidaste cómo pasar un buen rato? —ella estaba mortificada.

—¿Tan malo es? —Lorcan sonrió, disfrutando del último rayo de sol—. No quiero pelear más. Me colgarán si alguna vez digo esto, pero me enferma. Entonces, ¿cómo esperas que trabaje contigo como si nada hubiera pasado, cuando hace dos años te juzgué por el mismo sentimiento que tengo ahora? Encontré a Nikka, y supe exactamente lo que era, y yo... Estrellas, estaba tan perdida y asustada. Sabía que tenía que matarla. Lo sabía. Y no pude. Me preguntaste por qué la defiendo tanto. Porque tal vez, solo tal vez, si demuestro que ella viva no tiene consecuencias, entonces no nos veremos obligados a matar más inocentes en el futuro.

Sand & StarsWhere stories live. Discover now