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Las peores diez horas de vuelo en mi vida. Después de despedirme de los chicos caminé a mi puerta de embarque y en cuanto me subí al avión las lágrimas no dejaron de salir. Me siento muy mal por la señora a mi lado, todo el tiempo lloré, antes de la cena, después de la misma y durante las tres botellas de vino que pedí para ver si eso me ayudaba a dormir.

La pobre señora trataba de preguntarme si estaba bien y yo lo único que hacia era llorar más fuerte. En algún momento hasta me preguntó quién había muerto y entre mi borrachera tengo el vago recuerdo de haberle dicho el amor. Realmente daba pena.

Desperté durante la última hora de vuelo. Me levanté y traté de ocultar con algo de maquillaje mis ojos rojos e hinchados. Le pedí a la asistente de vuelo una aspirina y un Dramamine, no podía avergonzarme más y si vomitaba antes de aterrizar bajaría de este avión con una bolsa en la cabeza.

Traté de no pensar y poner mi mente en blanco durante el tiempo restante del vuelo y cuando al fin aterrizamos me concentré en activar mi chip mexicano mientras esperaba a que todo el mundo bajara del avión.

Cuando mi celular tuvo señal los mensajes de Manu se hicieron presentes haciéndome sonreír.

Manumanito: Te estaremos esperando. Nos vemos en unas horas mocosa.

Adjunto al mensaje había una foto de mi hermano junto con Bruno. Reacciono con un corazón a los mensajes y camino hacia la banda para tocar mi equipaje y hacer mi documentación al siguiente vuelo.

Estoy parada en la banda cuando fuera de las puertas puedo ver cámaras y reporteros. Eso sólo pasa cuando alguien importante esta llegando a la Ciudad de México. Mi memoria me lleva casi de inmediato a las muchas veces que me tocó esperar a mi papá cuando regresaba de las concentraciones de la selección mexicana. Una por una mis maletas salen de la banda y camino hacia el área de aduanas para pasar la revisión antes de poder documentar nuevamente.

El oficial me pide abrir una de mis maletas por lo que mis otras maletas se quedan estorbando en la banda generando demoras en la salida de los demás viajeros.

—Listo señorita, todo en orden. Bienvenida de nuevo.

Le sonrío, aunque por dentro me siento muy molesta con que te hagan abrir todo pero no sean capaces de ayudarte a guardar todo. Mi maleta está muy llena y eso mismo ocasiona que sea difícil volverla a cerrar.

—Si quieres yo la aplasto  y tu jalas los cierres.

El chico detrás de mi pone sus manos sobre la carcasa de mi maleta y es así como logro cerrarla nuevamente.

—Muchas gracias.—exclamo alzando la vista y viendo por primera vez a la persona frente a mi. Me quedo de piedra cuando sus ojos verdes se clavan en mi.

—Hola Maddie...

Mi nombre en sus labios me hace sentir las mismas mariposas que sentía hace un tiempo.

—Santi...

—Ha pasado mucho tiempo, ¿no lo crees Mad?

—Oh por Dios.

No reprimo mi emoción de verlo y me aviento a su cuello para fundimos en un abrazo que puede expresar un poco más de lo que siento en estos momentos.

Santiago suelta una pequeña risa y toma mis mejillas para ver de más cerca mi rostro. Veo como frunce el ceño y por su cabeza sé que están pasando más de mil preguntas sin respuestas.

—¿Estás bien?

Asiento sin decir nada y tratando de evitar su mirada directa hacia mis ojos.

—Madison...

Speed [Lando Norris]Where stories live. Discover now