Capítulo 32 - Una tarta sin velas

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Rian no cambió el gesto de su cara. Se quedó callado, quieto, como si todavía no se acabara de creer lo que había escuchado. Aiden, por su parte, estaba concentrado en mantener la calma. Las manos le estaban sudando y él estaba haciendo un esfuerzo por no secárselas continuamente sobre su pantalón. Después de unos minutos, que parecieron horas, Rian rompió el silencio.

—¿Por qué? No lo entiendo—dijo Rian.

Aquellas eran, sin duda, las últimas palabras que esperaba escuchar Aiden, pero no había sido una negativa, lo que quería decir que todavía tenía oportunidades.

—Porque eres mi única oportunidad para conseguir algo en el torneo de la semana que viene. Porque tienes talento y...bueno, estuve hablando con Loan sobre ti estas últimas semanas. Le pregunté por qué había insistido tanto para que fuéramos compañeros, porqué pensaba que seríamos un buen dúo... La respuesta que me dio me hizo pensar.

—¿Qué te respondió? —preguntó con curiosidad.

—Que todos mis puntos débiles eran tus puntos fuertes, y viceversa. Que nuestras habilidades se complementaban a la perfección. Y que, si no hubiéramos perdido en tiempo en rivalidades, y nos hubiéramos concentrado en mejorar juntos, seríamos imparables—confesó Aiden con un nudo en el estómago.

No estaba seguro de poder gestionar bien una negativa de Rian... pero en el fondo, si estaba allí, era porque confiaba en él.

—Imparables. Tú y yo. Juntos—repitió Rian, como si estuviera valorando esa opción por primera vez.

La puerta de la casa se abrió y se escucharon pasos en el piso inferior. Los padres de Rian habían vuelto a casa, por lo que Aiden se acercó a la puerta, listo para marcharse.

—No tienes por qué contestarme ahora... Me quedaré en un hostal cerca de aquí hasta el sábado y, bueno, me gustaría que ese día te vinieras conmigo.

—Yo... —comenzó Rian, pero no pudo terminar porque la puerta de la habitación se abrió de golpe y entró su madre.

La señora puso cara de sorpresa cuando vio a Aiden en la habitación. Era una mujer bajita, con el pelo negro y los ojos claros, como su hijo. Enseguida recuperó la compostura y sonrió de oreja a oreja.

—Vaya, no sabía que tendríamos visita hoy... Rian no me dijo nada —dijo la mujer acercándose a Aiden y tendiéndole la mano—. Soy Alina, la madre de Rian.

—Yo soy Aiden —respondió estrechándole la mano—. Un amigo.

—Y ¿de dónde eres? No me suenas del pueblo.

—De la escuela. Soy su compañero del equipo de duelos—respondió Aiden sonriendo.

Alina levantó las cejas, sorprendida, y miró a su hijo, pero Rian desvió la mirada, avergonzado. Aiden no estaba muy seguro de qué decir, así que optó por la parte más sencilla.

—Bueno, yo ya me iba...

—¿No te quedas a cenar? Hemos comprado un montón de comida para celebrar el cumpleaños de Rian. Seguro que le hace ilusión que te quedes, aunque tal y como es, seguro que no te ha dicho nada...

Aiden miró a Rian. Se había sonrojado ligeramente y se le veía la mar de incómodo. Tuvo que aguantar la risa antes de contestar.

—Me encantaría—respondió y juraría que sintió alivio a través del vínculo que compartían.

—¡Estupendo! Os avisamos cuando esté todo listo—dijo saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras ella.

—¿Es tu cumpleaños? ¿Cómo no me dijiste nada? Muchas felicidades—dijo Aiden, sonriendo.

Victoria ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora