Capítulo 30

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Lucius, planes y Gringotts

Lucius Malfoy ya llevaba horas despierto eran tan solo las seis de la mañana, no obstante, últimamente no había podido dormir. No solo porque el Señor Oscuro se estaba quedando en su mansión, las cosas estaban tensas entre él y su esposa. En este momento estaba mirando la última declaración de Gringotts sin verla realmente, su mente estaba a un millón de millas de distancia.

Su hijo había retirado ayer más de cuatro mil galeones de la bóveda principal Malfoy. Nunca había puesto un límite a la bóveda, su hijo siempre había obtenido todo lo que su corazón deseaba. Si había algo que amaba más que su propia vida, era a su hijo y por supuesto a su esposa.

Su mente se desvió al día en que nació Draco, había ignorado el llamado de su Señor. No había forma de que se perdiera el nacimiento de su primogénito, él había pagado mucho por ello. No obstante, no había sido nada comparado al poder tener a su hijo recién nacido en sus brazos, escuchando su llanto. Su hijo era un bebe saludable, fuerte, tenía el cabello rubio platinado y unos ojos azules. Había estado en la luna, era la única cosa en su vida de la que estaba verdaderamente orgulloso. Nada podría compararse con eso, ciertamente ni el Señor oscuro o cualquiera de sus otros logros a su servicio.

En el fondo sabía que estaba a punto de perderlo todo, con el Señor Oscuro tomando residencia aquí en su mansión. Su esposa había estado aterrorizada constantemente, sin olvidar la distancia. Incluso su propio hijo lo había estado evitando como si tuviera viruela de dragón. Había estado preocupado durante semanas, ahora esto lo estaba cimentando de una manera que lo hizo sentir que su corazón se estuviera hundiendo. Si no hubiera sido un hombre sano, su corazón se habría detenido. Tenía palpitaciones rápidas, un terror que nunca antes había conocido lo envolvía.

- ¡Dobby! -dijo Lucius ásperamente, mientras cada vez se sentía peor.

Por Morgana necesitaba ayuda, no podía permitir que su Señor le viera de esta manera. Inmediatamente ocultó la declaración de Gringotts por temor a que el mago la encontrará. Debería haberla quemado, pero su corazón se estaba volviendo loco y no podía respirar, no importaba en este momento pensar con coherencia.

- ¿Sí, señor? ¿Cómo puede Dobby ayudar al maestro Malfoy? -preguntó Dobby apareciendo para luego inclinarse, sus ojos verdes reflejaban temor.

Miro el estado en el que se encontraba su maestro, sus ojos se abrieron con sorpresa y retrocedió temeroso de ser el receptor de su ira.

-Poción... calmante... ¡Ahora! -jadeó Lucius haciendo una pausa para tratar de recuperar el aliento, pero no pudo hacerlo.

Dobby desapareció de inmediato, pero no por mucho tiempo ya estaba de regreso y le entregó al mago malvado la poción que había exigido. Permaneció en la esquina, inclinándose y manteniéndose lo más invisible posible, no queriendo la atención de su maestro sobre él. Sin embargo, no se atrevía a dejarlo hasta que no fuera necesario. Mirando fijamente al suelo, sin apartar nunca la mirada.

Todos los elfos domésticos habían sido maltratados por la familia Malfoy. Constantemente golpeados o forzados a castigarse a sí mismos, pero nunca supieron lo fácil que lo tenían hasta que el malvado Señor Oscuro llegó a quedarse. Ahora tenían que soportar la maldición Cruciatus lanzada sobre ellos cada vez que los llamaban, todos querían irse. No obstante, no podían hacerlo hasta que fueran liberados y no tenían suficientes esperanzas de que sucediera pronto o en absoluto.

Lucius tomó la poción con urgencia y respiró aliviado cuando surtió efecto de inmediato. Cerrando los ojos de júbilo cuando su corazón comenzó a latir más despacio y pudo por fin respirar. Apenas podía comprender el hecho de que acababa de tener un ataque de pánico. ¡Por Salazar Slytherin! Él era Lucius Malfoy, Lord de la noble casa Malfoy y nunca en todos sus años había pasado algo así anteriormente.

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