Capítulo 11

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Arabella Figg cuenta toda la verdad

De repente, Figg se puso a llorar desesperadamente y en sus ojos se mostraba toda la culpa que sentía. McGonagall la miró con preocupación y empezó a preguntarse qué es lo que estaba pasando, ella ya no sabía qué pensar. ¿Figg se sentía culpable porque no sabía nada de lo que le estaba pasando a Harry o si lo sabía y no hizo nada para ayudarlo?

McGonagall mejor reparo la taza que se encontraba partida a la mitad en el piso, además de desparecer todo el té que se encontraba esparcido por el suelo y le volvió a preparar otra taza para poder calmar a la pobre de Figg. Debatiéndose si debía esperar a que se calmara para poder preguntarle qué era lo que pasaba o ir directamente al grano. Miro de reojo a Snape y lo vio apretando los dientes aguantado su impaciencia y ocultando lo irritado que se estaba poniendo, obviamente él quería resolver el asunto por el que habían venido los dos de inmediato.

- ¿Tienes una poción calmante, Severus? -preguntó McGonagall con su voz un poco temblorosa.

-No Minerva, pero traigo un poco de veritaserum, -dijo Snape petulantemente.

Él sabía que como la "pura sangre" que era Arabella Figg sabía exactamente lo que significaba esa palabra, a los nacidos de padres mágicos se les enseñaba desde pequeños el latín. Desde luego, esto fue antes de que la familia de Figg notara que ella no tenía ni una gota de magia, ella era una squib.

Snape vio como Figg se enderezaba de repente de donde se encontraba sentada y lo volteaba a ver. Él solo le regaló una pequeña sonrisa satisfactoria con un pequeño toque de seriedad en sus ojos, causando que ella palideciera considerablemente. No muchos podían resistir a las miradas de Severus Snape cuando este estaba considerablemente molesto o irritado.

-Severus, - susurro McGonagall un poco molesta, pero en realidad tenía los labios fruncidos delatando lo entretenida que estaba. Honestamente, Snape podía volverla loca a veces.

-Minerva, quiero regresar antes de que termine el día. Ahora por favor toma asiento, - dijo Snape, él cual no pudo evitar parpadear sorprendido al ver que ella hacía lo que exactamente le había pedido.

McGonagall debía estar muy desesperada para conseguir respuestas, porque ella siempre le llevaba la contraria. Y no es que Snape estuviera acostumbrado a eso, después de todo ella había sido su maestra cuando él estuvo en Hogwarts como estudiante. No obstante, cuando se invirtieron los roles y él se convirtió en maestro le fue extraño convivir con ella como una colega más.

- ¿Dinos si sabías o no sabías sobre el abuso que estaba sufriendo Harry Potter? -preguntó Snape con dureza y una voz que sonaba amenazante. Él no se iba a marchar hasta que obtuviera a lo que había venido y eso eran respuestas.

Figg los miro a ambos, el miedo que estaba sintiendo en ese momento solo se intensificó un poco más. Ella había estado esperando este momento desde hace exactamente siete años atrás, cuando empezaron a investigar. A pesar de todo, nadie vino a verla ya que ella estaba segura de que muchos de los vecinos sabían que ella era la que cuidaba a Harry Potter de vez en cuando. Por eso se sentía tan culpable y su fe hacía el mundo mágico desapareció por completo, ahora tenía a dos miembros de la Orden del Fénix sentados en la sala de su casa y no sabía si debía confiar en ellos. Además, parecía que ellos dos no la iban a dejar en paz hasta que les dijera toda la verdad de lo que pasó hace tiempo.

- ¿Albus Dumbledore sabe que están ustedes dos aquí? -preguntó Figg, dudando de que ese viejo loco lo supiera o si no ya le hubiera notificado sobre la inesperada visita.

Snape la volvió a ver detenidamente, al oír como Figg decía el nombre de Dumbledore. No sabía qué es lo que le había llamado la atención, pero ciertamente había sido algo en su tono de voz. No mucha gente decía el nombre de la vieja cabra loca con algo más que fuera asombro y adoración, como si fuera muchísimo mejor que Merlín.

DispuestoWhere stories live. Discover now