4. Una larga agonía.

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Aziraphale estaba sonrojado.

Sus mejillas de verdad estaban más rosadas de lo normal.

Y Crowley sintió una angustia muy intensa cuando el ángel sacó el tema.

- Me besaste. Hace tres días -dijo Aziraphale.

- Sí -fue lo único que logró responder Crowley. Su voz tenía un toque quedo.

- S-sabías que iba a irme... ¿por qué...?

- Fue un maldito intento de hacer que te quedaras, joder -ahí estaba, Aziraphale nunca en su vida había visto a Crowley llorar de verdad. Pero para todo hay una primera vez.- Eso y... por lo menos fue una despedida... estaba... -Crowley se llevó los dedos al rostro intentando secarse las lágrimas que caían por debajo de sus gafas. Su voz sonaba más grave ahora.- estaba... desesperado. No p-podía soportar que me abandoras así, ángel.

Aziraphale se quedó en silencio y contempló al demonio. El ángel ya lloraba silenciosamente de antes, pero en ese momento sollozó.

Los dos hombres estaban a menos de un paso de distancia. Y ninguno de los dos sabía qué hacer para consolar al otro

Aziraphale quería abrazar a Crowley, pero temía rechazo a su cariñosa muestra de afecto.

Crowley quería sujetar la cabeza de Aziraphale contra su pecho y darle un beso en la frente, pero lo aterraba pensar que el ángel retrocedería, abrumado por su rapidez. Maldita sea. ¿Por qué siempre decía que Crowley iba demasiado rápido? Habían pasado milenios. Y la paciencia del demonio se agotaba.

Aziraphale fue el primero en moverse.

— Crowley... —susurró. El nombre del demonio entre sus labios siempre sonaba tan dulce. Hacía sentir a Crowley afortunado de tenerlo, saber que había alguien más como él. No estaba solo en su propio bando.

Aziraphale se acercó a Crowley y levantó una mano temblorosa. El demonio alzó levemente la cabeza intentando contener sus lágrimas. El ángel puso delicadamente su mano cerca de su rostro y cogió las gafas con suavidad para quitársemas lentamente.

Crowley se quedó quieto, no estaba seguro de cómo reaccionar ante eso. La última vez que se había dejado llevar por sus sentimientos su ángel había marchado. Realmente llegó a pensar que Aziraphale no lo quería. Menuda tontería.

Crowley suspiró, el aire casi se trabó en su garganta cuando posó su mirada sobre los ojos de Aziraphale. El ángel se quedó con sus gafas en la mano y las dejó sobre la mesa de madera oscura que había al lado de una estantería. Todo sin alejarse de Crowley, sin moverse un paso, ni siquiera sin ladear la cabeza. Los dos se miraron a los ojos unos instantes.

Aziraphale se apretaba las palmas de las manos con fuerza, estaba muy nervioso y no sabía cómo actuar. Se había ido todo al garete, había renunciado al cielo. Aún no lo había anunciado a su superior, pero tenía claro que iba a hacerlo.

El ángel sintió un gran pesar al mirar los amarillos ojos de Crowley. ¿Cómo podía haberlo abandonado? Se había atrevido a alejarse de él. Lo habia hecho por su bien. Pero Aziraphale sabía que tenía que permitirse ser egoísta. Y ser egoísta en ese momento significaba renunciar al deber y obedecer al corazón.

Sus manos viajaron a ambos hombros del demonio y Crowley mantuvo una expresión que rozaba el miedo. Parecía asustado.

— Lo siento —susurró Aziraphale con la poca voz que le quedaba— Lo siento —repitió.

Y tuvo el valor de acercarse aún más, de dejar que sus manos pasaran a la espalda del demonio y estrechar a Crowley contra su cuerpo.

Posó su barbilla su hombro y cerró los ojos. Apretó su agarre.

Crowley se sintió extraño. Un abrazo de Aziraphale parecía algo innimaginable. Puso sus temblorosas manos sobre la espalda del ángel y extendió las palmas tocando sus omoplatos.

Pareció poder llegar a notar su calidez. Su pureza. Incluso... su amor. Crowley no estaba seguro, a los demonios no se les daban bien esas cosas. Y en ese momento se sentía demasiado abrumado como para fijarse en si era capaz de notarlo.

Simplemente lo disfrutó. Aunque fue un placer amargo. El ángel se apretujó contra su cuerpo, casi sintió como le tiraba del cuello. Crowley sintió que estaba temblando.

Aziraphale dejaba caer sus silenciosas lágrimas, volviendo aún más negra la ropa de Crowley. Tener su cuerpo tan cerca le resultaba reconfortante pero, a la vez, seguía sintiendo un gran sentimiento de culpabilidad.

— Lo siento —susurró de nuevo.

— Basta —dijo Crowley con un hilo de voz. Cerró los ojos apretando al ángel contra él.

Aziraphale suspiró y cuando rompió el abrazo alzó la mirada para observar a Crowley.

El demonio no estaba seguro de qué hacer. Aziraphale mantenía una expresión suplicante. Era doloroso verlo así.

— Te perdono —dijo Crowley con la voz más ronca de lo normal. El ángel se secó las lágrimas con los dedos y antes de que Crowley fuera capaz de articular otra palabra sujetó de nuevo sus hombros y juntó sus labios con los del demonio.

Crowley exhaló con intensidad al sentir la boca de Aziraphale contra la suya. Los dos cerraron los ojos. Las manos del alto se situaron en la espalda del ángel, casi tocando su cintura. Aziraphale se atrevió a ahuecar el rostro de Crowley y acariciarle las mejillas mientras lo besaba.

No fue un beso tan largo como el otro. Peró sí fue más especial.

Se separaron y Aziraphale lo miró con una sonrisa nerviosa. Crowley seguía sintiendo un poco de dolor en el corazón, supongo que era la emoción del momento. Pero de verdad, necesitaba un respiro de tantas emociones. De tanto cambio.

— Ahora —susurró Aziraphale— Voy a decirle al Metatrón por dónde puede meterse el Gran Plan —sonrió.

Ahí lo tenía. Su tan querido ángel. Crowley sonrió también y secó las pocas lágrimas que le quedaban. Sintió una abrumadora sensación de alivio.

— Y luego... —empezó Aziraphale, aunque el nerviosismo hacía que hablase con más lentitud.

— Vamos al Ritz —añadió Crowley. El ángel asintió.

El demonio puso una de sus manos sobre el hombro de Aziraphale y acercó su rostro al suyo.

— No seas un ignorante como yo y pienses que con un beso se va a arreglar todo. Tenemos que hablar.

— Claro —asintió el ángel. Un poco confundido y nervioso.

Crowley sonrió satisfecho consigo mismo. Maggie y Nina tenían razón, tenían que hablarlo. Él había pensado que con un beso todo se arreglaría, pero hablar sin palabras solo puede hacerse en ocasiones muy puntuales. Esa ocasión requería de una larga charla sobre sentimietos, amor y una dura y larga agonía de seis mil años esperando una correspondencia. Un amor recíproco.

Esa conversación también exigía una buena cantidad de alcohol.

Y no había mejor lugar para todo eso que el Ritz.

Love of my life || Crowley x Aziraphale || Historias y One Shots || +18Where stories live. Discover now