Capítulo XXVII

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Eran varias las condiciones que Lara le impuso a su madre, porque no era una sugerencia, sino una imposición. Si deseaba tener su participación en el partido de Polo, debía acceder sí o sí. Para ella iban primero su reputación y apariencias, accedió no muy contenta, según le había contado Selina por llamada, no se sorprendía, ya lo esperaba "alegremente". Solo eran tres, esas que consideraba importantes, pero sencillas, tener a su familia elegida presente, su novia debía estar ahí, no haría nada si Helena no estaba junto a su lado y, por último, no le dirigiera una sola palabra, no quería ser partícipe de su hipocresía ante sus "amistades". Cumpliéndose esas tres condiciones, se sentiría menos presionada, pero no engañaba a nadie, se sentía presionada de igual forma. En cambio, encontrándose apoyada por personas que realmente la querían, era fundamental para poder seguir adelante con esa farsa, porque así lo intuía.

Durante lo que quedaba de la semana, sus nervios comenzaron a alterarse, se sentía bastante ansiosa, pero no solo notaba los suyos, sentía dispersa a la publicista. Esa noche, donde se habían divertido jugando bolos, tomó casi impulsiva la grandiosa idea de compartir con todos su decisión espontánea sorprendiendo a todos—incluyéndose—, de acceder a jugar. Tal vez fue tomada porque quería que su madre la dejara en paz de una vez, no estar recibiendo constantes mensajes de Reed preguntándole sobre lo mismo. Todos apoyaron su decisión, incluso su novia, no obstante, ahora no parecía tan convencida de que lo hiciera. Desde hace dos noches, acercándose más propiamente el día domingo, día en que se jugaría, comenzó a percibir ciertos cambios. Se quedaba más callada de lo acostumbrado, evitaba mirarla mucho a los ojos, o no tener ganas permanecer mucho tiempo despierta, ni siquiera quería intimidar. Presentía que quería decirle algo y no hallaba la manera de hacerlo. Ya cansada, ella misma sería quién le preguntaría aprovechando que ambas irían al veterinario porque Pinky se había comido una pequeña abeja en el parque justo cuando estaban caminando por ahí, aprovechando sus horas libres.

—Max, ¿falta mucho para que lleguemos? Mira como se le está hinchando las mejillas —Helena estaba hecha un mar de lágrimas abrazando a Pinky.

—Listo, hemos llegado —señaló intentando mantenerse en calma, dobló empezando a reducir la velocidad—. Voy a buscar parqueo, cielo. Vuelvo enseguida, esperemos que no haya mucha gente.

—Te veo adentro —le contestó saliendo del asiento trasero tratando de no dejar caer a Pinky.

Vio a Lara una última vez, adentro en la tienda veterinaria, por suerte no habían muchos pacientes delante de Pinky. Lo único que sí notaba eran los detalles lujosos que tenía la tienda. Prestando más atención a los caninos y gatos, viéndolos uno a uno se dio cuenta que todos eran solo de raza pura. Suspirando fuerte se acercó a la recepcionista para entregarle todos sus datos, si no fuese porque se trataba de una una emergencia, claramente no asomaba ni por chiste a una como esa. Helena podía sentir tantos ojos pegados a su espalda, no era tonta para saber que eran los dueños de las mascotas, toleraba tan poco a la gente así. Con costos soportaba a los clientes narcisistas que llegaban muchas veces a la agencia buscándola. Se sentía casi desnuda y vulnerable en ese momento, intentaba solo enfocarse en querer a su mejor amigo sano nuevamente.

Sentía mucho estrés, pero no le se lo atribuía todo a ese incidente con Pinky en el parque, también se debía al juego de Polo. No sabía cómo decirle a su novia que tenía un pésimo presentimiento por eso. Si bien era cierto, estuvo al principio de acuerdo, apoyó incluso su decisión, pero después  comenzaron a correr las horas y ya no le parecía genial esa idea. Esa inquietud no la dejaba en paz, atormentaba su tranquilidad, no le importaba si estaba en el trabajo, casa, baño, donde ella fuese estaba presente y mucho. Sus mejores amigas intentaban aconsejarla para bien, recordándole lo fundamental que era la comunicación en una relación de cualquier tipo especialmente en el noviazgo, cosa que ella tenía claro.

Un Corazón NuevoWhere stories live. Discover now