Capítulo XXII

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Las festividades llegaron a su fin, debían partir pronto antes de que la nevada pudiese complicar las carreteras y ocasionara algún percance desagradable. Se encontraban en el Aeropuerto de Londres-Heathrow despidiendo a los abuelos iban a regresar a Costa Rica, no solían quedarse más tiempo después de que iniciara un nuevo año. Lara con sus manos metidas en las bolsas de su gabardina, miraba a la familia Evans despedirse casi entre lágrimas de los señores que, habían ganado por completo su corazón. Les regaló cuando estos le hicieron una pequeña seña para que se acercara y se despidiera correctamente de ambos.

—¿Nos ibas a dejar ir sin despedirte? —bromeó Manuel dándole un respetuoso pero afectuoso abrazo— Te queríamos pedir un favor muy especial Victoria y yo —le susurró solo para ellos tres—. Sigue cuidando el corazón de nuestra nieta, porque estos viejos ojos y cansados pueden ver lo mucho que la quieres.

—No se preocupen, jamás dejaré de hacerlo —sus palabras fueron firmes—, sin importar qué pueda pasar entre nosotras, lo haré.

Los ancianos asintieron confiando en su palabra, el portavoz del aeropuerto anunció la puertilla que debían ir todo los pasajeros cuyo destino directo era el país centroamericano. Volviendo a abrazarla susurraron en su oído una pequeña bendición y un apretón en sus hombros, fueron alejándose poco a poco hacia las amplias escaleras eléctricas, movían sus manos como despedida.

¡Pura vida!

Soltaron una pequeña carcajada cuando escucharon el grito de un don Manuel feliz tomando con fuerza su maleta, lo mismo hacía su esposa que, disimuladamente se limpiaba una lágrima.

La ojiazul regresó sus pasos y se giró lentamente encontrándose con una Helena nostálgica soltando con cuidado el abrazo de su padre, abrió sus brazos permitiendo que esa hermosa publicista tomara su pecho como lugar seguro, teniéndola entre sus brazos le dio un beso tierno en su frente mientras frotaba su espalda dándole calor, seguía su turno de despedirse.

—Estamos muy felices de que hayan pasado estas fiestas con nosotros —comenzó a decir Otto una vez se terminaban de encaminabar hacia el estacionamiento—. Especialmente tu, hija, nos alegra haberte recuperado, no sabes la falta que nos hiciste todo este tiempo —Helena sosteniendo la correa de Pinky abrazó a su padre y a su madre.

—Prometo que iré a casa más seguido, yo también los extrañé muchísimo —susurró con amor dejándolos libres, por poco asfixiaba a Pinky.

—Las esperamos —recalcó Alejandra mirándolas con complicidad—, también esperamos que lleven a este amigo —acarició las orejas del can haciéndolo mover la cola—. Tengan cuidado al conducir, chicas.

—Sí, mamá, te llamaré a penas esté en casa —la mujer asintió dándole un beso en la coronilla de su cabeza—. Los amo.

—Gracias por todo, señores Evans. No recuerdo cuándo fue la última vez que disfruté tanto las fiestas —sintiéndose con bastante confianza, se acercó a ellos dándole a cada un beso en la mejilla y un pequeño abrazo.

—Las puertas de nuestra casa siempre estarán abiertas —le contestó Otto sonriéndole sinceramente—. ¿Y Lara...? —esta se detuvo en medio camino—. Gracias.

Asintiendo sin entender a qué se debía ese agradecimiento siguió caminando hasta su auto. Sonrió viendo como Helena parecía sumergida en su mundo luego de haber subido a Pinky. Le abrió la puerta a Helena para que subiera al copiloto sacándola de su ensoñación.

—¿Estás bien? —le preguntó dándole un pequeño golpe en su nariz con el dedo, logrando sacarle una sonrisa.

—Sí, solo pensaba en lo rápido que pasaron las fiestas —tomó su mano enguantada para jugar con ella—. ¿Es normal no querer regresar al trabajo? —Lara se rio encogiendo sus hombros, estaba pensando lo mismo por primera vez en su vida no quería saber nada del trabajo.

Un Corazón NuevoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant