Capítulo IX: Se está ganando mi corazón.

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Después de las dos horas en las que tardamos en llegar a Ixmiquilpan, porfin llegamos a "La gloria". Estacionamos los coches, el clima es perfecto para la ocasión pues no hace frío o demasiado calor, caminamos un poco para recorrer las cascadas, Edson y Sofía se toman fotos en una de estas, mientras que Gabs me pide que le tome a ella y a su familia una foto en la cascada.

—Salieron muy guapos —tomo dos fotos de la familia Martín.

—Muchas gracias, Di —le entrego el celular a mi amiga— ahora tómate una foto tú.

Asiento, me coloco frente a la cascada y poso para la foto, Gabs me confirma que las tomó y llamo al español para que nos tomemos una foto. Después de esas fotos, continuamos con el recorrido hasta que llegamos a las pozitas, las chicas, los niños y yo nos fuimos a cambiar a los vestidores, me deshice del short y el top, los guardé en mi mochila y le ayudé a Gabs con Xime, pues Maurito estaba con Henry.

Salimos de los vestidores, volvemos con los chicos y los más pequeños son quienes quieren meterse primero, Miguel y Henry van con sus pequeños para guiarlos al agua, nosotros los seguimos. Mi cuerpo entra en contacto con el agua, está fría debo reconocer, pero a medida que nos adentramos, el calor se siente en el agua, Álvaro va atrás de mi, mientras que yo trato de alcanzar a los demás, pues fuimos los últimos en meternos.

Las chicas van de la mano de sus esposos y novio, los niños se detienen para rellenar sus pistolas de agua, mientras que seguimos avanzando. Mis pies dejaron de sentir  el suelo, me sumergí por completo y la desesperación por no sentir algún camino o algo sólido en lo que me pudiera parar se hacía más grande, salí de nuevo a la superficie pero el momento fue efímero pues una vez más me hundía.

Tragaba agua en lugar de respirar, pataleaba por sobrevivir y buscar ayuda, pero cada que quería hablar mi cerebro no reaccionaba, pero Álvaro sí. Este se dio cuenta de lo que me sucedía, rápidamente me pegó a su torso, mis manos se enredaron en su cuello y comienzo a toser en busca de oxígeno.

—Joder, ¿estás bien? —quita los mechones de pelo que tengo pegados en la cara— calma, vamos a respirar juntos —comenzamos con las respiraciones y poco a poco me normalizo.

—¡Uyyy!, quien los viera par de tortolitos —comenta Edson con burla— nomás los dejamos solos y ya andan acaramelados —Sofi le da un codazo.

—Cállate Edson, estás morada. ¿Qué te pasó? —la castaña indaga con preocupación.

—Estoy bien —hago una leve pausa— me estaba ahogando.

—¿Pero ya estás bien? —la pequeña Xime me pregunta con tristeza.

—Sí peque, gracias Álvaro. —abrazo al español, este me transmite su calor corporal.

—Ya besense mejor —Henry es quien inicia el shippeo, su esposa lo alienta.

—¡Que vivan los novios! —continuamos con el paseo, claramente yo ya no me despegué de Álvaro, se veía profundo y ¿cómo lo comprobaba?, los niños ahora eran cargados por sus papás, mientras que mis amigas sujetaban la mano de sus parejas.

Álvaro se dejó consentir, le puse una mascarilla  del barro que los Layún nos habían platicado, él hizo lo mismo conmigo, la cueva en donde estábamos era de agua caliente, el bochorno se sentía además del vapor que salía. 


[...]

Pasamos la tarde en aquel lugar, después del accidente permanecí con Álvaro todo el tiempo, ya al final me despegué de él pues estábamos en una poza pequeña, donde los niños podían estar sin vigilancia, mientras que yo estaba ahí con el pequeño Mauro, se regocijaba al sentir el agua, esta no era calienta, era templada. 

—¡Guerra de agua! —el pequeño Layún gritó antes de comenzar a disparar.

—¡Ahhhh!! —gritaron los otros pequeños, Xime se defiende de ellos con dos pistolas, pues una es de su hermano, así que toma ventaja— ¡todos contra Di! —Xime exclama, ahora los pequeños se vienen conmigo.

Protejo a Henry Jr., yo a diferencia de ellos no tengo pistola, así que con mis manos les aviento agua, lo cual es algo en vano, ellos terminan ganando mientras que Mauro se carcajea. Las parejas regresan y es momento de irnos, pues ellos esperaron hasta al final para recorrer las pozitas solos

—Para que la experiencia sea completa —habla Laura— decidimos rentar unas cabañas. así que vámonos porque el transporte pasa en 10 minutos.

Seguimos a Lau, nos guía por un sendero lleno de rocas, sin duda este lugar es perfecto para hacer pierna. Mientras más avanzamos, menos energía voy teniendo, Miguel comenta que falta poco y que tardaremos menos en llegar a las cabañas. 

Hay varias personas que también esperan el transporte, entre ellos hay algunos aficionados que se acercan a los chicos para tomarse fotos, lo sorprendente aquí es que al español también le piden fotos. Subimos a las camionetas 4 x 4, Gabs y su familia junto a Edson y su novia se van en una mientras que Miguel y su familia además de nosotros nos vamos en otra.

El camino es corto, pero en el se ven demasiados bellos paisajes, como lo es un bosque que rodea las tres cabañas que rentaron. Descendemos de las 4 x 4, los pequeños están dormidos y entonces Miguel nos explica que dos cabañas son para cada familia, mientras que la restantes es para Edson, Sofía, Álvaro y yo.

—Descansen chicos —Miguel se despide de todos, nosotros hacemos lo mismo antes de meternos a nuestra cabaña.

El lugar es acogedor, hay dos habitaciones, Sofía pide la que está en la plata de abajo, pues alega que sus plataformas la están matando y no soportaría subir escalones. La cabaña cuenta con una sala, una cocina con mini bar, medio baño pues según Laura, cada habitación tiene baño completo. La noche llega, el ojiverde y yo estámos tumbados en la cama, le he puesto en la televisión un monólogo de mi tío Franco.

Nuestras risas suenan por la habitación, Stand Up de Comedy Central explica muy bien lo que es ir a la CDMX y lo que es vivir en Monterrey, claro que en algunas cosas si se las baña. No se cuanto tiempo más pasa, solo se que el monólogo ya no es de Franco, ahora es de Daniel Sosa, así que apago el televisor, Álvaro se da cuenta, él está por levantarse pero lo detengo.

—¿A dónde vas? —abro las sábanas— el sillón es incómodo,  quédate aquí conmigo, mejor. Después de todo estoy en deuda contigo, creo que mereces la misma comodidad.

—Vale, gracias Diana —este me sonríe y se pone la pijama, por decirlo así, ya que realmente se quitó la playera y se fué a cambiar el short por un pants

Después seguía yo, la temperatura allá afuera era fría, no se como este hombre podía estar sin camisa con este frío, por mi parte yo solo contaba con una sudadera que me queda grande para taparme del frío, lo demás eran  shorts, así que me coloqué uno y después volví a la cama.

Ambos nos metimos en las sábanas, quedamos de frente, por primera vez agacho la mirada cuando esos hermosos ojos verdes me observan, el español levanta mi mentón, sus ojos tienen ese brillo tan atractivo. Su mano izquierda acuna mi rostro, mi mejillas se sentían calientes, mientras que mis orbes marrones por inercia bajaron a los labios del chico que tenía frente a mi.

Entonces, el unió nuestros labios en un beso..., aunque no sabemos si fue él o fui yo la que dio ese paso, pero a ambos nos gustaba pensar que ambos tomamos aquella decisión. El beso era lento, un beso que te quemaba con cada roce, nuestras respiraciones eran un caos, con un movimiento rápido que él hico, yo ya estaba encima de él, sin dejar de mover nuestros labios.

Con aquellos besos, despedimos la noche. Pero nos dábamos la bienvenida a la intimidad y a la vida de uno y del otro, Álvaro se estaba ganando mi corazón.

ENCHANTED | Alejandro Zendejas | FanFictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora