Pero eso era inapropiado para su apellido, y por suerte el sombrero seleccionador no dudó ni un segundo en ponerla en Slytherin, ¿por qué? ella no lo sabía, tal vez se apiadó cuando pudo darse cuenta que estaba apunto de tener un ataque de ansiedad si no quedaba en la casa de las serpientes.

Sería su fin.

O tal vez al final ella si era un Slytherin de corazón, y si lo pensaba con sumo cuidado, tenía todas las cualidades, solo que nunca las puso a prueba (Aún no).

Amelie era un tipo de persona que siempre pensaba demasiado antes de actuar, no era tan estupida como para aventarse al peligro sin más, como cierto chico de lentes, también se preocupaba más por ella misma, actuando de maneras inteligentes para salir de situaciones incómodas, como cuando dejó solo a su hermano con una chica que le coqueteaba a ella, aclamando que Orión quería invitarla a salir, una mentira total, pero solo quería quitársela de encima.

Además todos en la casa Slytherin le recordaban inconsciente lo buena que era en liderar, siempre que alguien quería saber algo, recurría a ella, o si querían hacerle alguna broma a los Gryffindor le preguntaban la manera correcta en que debían hacerlo para no ser descubiertos.

Pero así como tenía cualidades que apreciaba demasiado porque muy en el fondo intentaba aferrarse a su sangre, también existían muchas otras que odiaba profundamente debido a que la hacían sentir como una ingenua.

Como pensar, en que todos tenían un poco de luz en su interior sin importar qué tan malo sean; por ello en el cumpleaños del profesor Snape se encargó de comprar un pastel y entregárselo junto a sus compañeros, donde todos estuvieran presentes.

Salió mal obviamente.

El pastel que consiguió fue hechizado por sus amigos, para que cuando Snape se acercara explotara instantáneamente, lo que nos dejó con un profesor de pociones furioso.

Nadie podía tomarlo enserio cuando gritó que estaban castigados, en cambio la sala entera se llenó de risas, pues aquella explosión lo dejó sin cejas y sin parte de su cabello grasiento.

Amelie no pudo evitar reírse aferrándose a la túnica de Theo, quien se había puesto rojo por burlarse.

Nunca más volvió a intentar sacar lo mejor de una persona, y tampoco volvió a mirar a Snape de la misma manera.

Todas esas situaciones pasadas la dejaron con más preguntas qué respuestas, y no le quedó de otras más que volver a recurrir a su progenitor en cartas, logrando que su relación padre-hija mejorara muchísimo.

Por otra parte le tomó bastante tiempo dejar de lado sus principios para ver a todos a su alrededor como lo que eran, personas de carne y hueso justo como ella, con inseguridades, pensamientos propios e incluso con la misma sangre espesa que corría por sus venas. No había nada diferente si se cortaba el brazo o si cortaba el de Hermione.

Cuando lo comprendió por completo, se permitió abrazar de manera cálida a su nueva fase de madurez.
Una que mantendría protegida de todos los demás, no podía darse el lujo de presumir aquello con personas que eran incapaces de comprenderla por qué sus mentes cerradas no se los permitían.

Una vergüenza la recorría cada vez que pensaba en eso, si fuera otra persona las cosas serían muy diferentes.

De modo que ahora podría haber evitado el incidente para nada agradable de Hermione. Amelie aseguraba partirle la nariz al rubio de un puñetazo; de la manera que lo estaba haciendo ahora entre sus adorables sueños.

Sonrió dormida abrazando su osito de peluche con una mano, en la otra Gus estaba acurrucada respirando con tranquilidad al sentir la calidez que su dueña le brindaba.

"WONDERWALL; Hermione Granger"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora