18.

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Kevin:

El calor ha desaparecido, y solo con eso puedo saber que Caleb ya no está a mi lado.

Abro mis ojos vagamente y me doy cuenta que tengo razón. En mi cabeza solo surge una pregunta, ¿Dónde se habrá ido? Dudo que sea por comida o algo así porque se que él me levantaría.

En eso escucho su voz lejana. Con pereza me levanto de la cama y me asomo por la puerta curioseando.

Veo la mirada furiosa de su madre sobre la cabeza gacha de Caleb, quien parece no querer mirarla a los ojos.

—¿No puedes si quiera hacer eso bien? —habla abruptamente su madre con un notorio enfado.

Caleb no responde.

—¿Quieres ser un bueno para nada? Mira tus notas, son un asco, ¿Y que haces para arreglarlo? Nada. No haces nada —lo mira decepcionada.
—Lo lamento, las mejoraré, lo prometo, yo puedo…

—No, no puedes. Nunca has podido ser responsable con nada más que con el estúpido básquetbol. ¿Qué más sabes hacer? Nada ¿Cierto? —lo interrumpe.

Caleb frunce el ceño y puedo ver cómo aprieta el puño.

—¿Podemos discutirlo más tarde? —pide él.

Ella suspira.

—¿Más tarde? ¿Para qué? —coloca las manos sobre su cadera y Caleb la mira de reojo—. ¿Para que puedas huir a la casa de Kevin?

En el momento en el que pronuncia mi nombre me estremezco en mi lugar.

«Mal momento para estar aquí»

—Si.

La respuesta segura de Caleb parece molestarla.

—¿Si? ¿Me estás jodiendo? —chasquea sus dedos en la cara de Caleb—. Mírame cuando te hablo.

Caleb suspira y con la mandíbula tensa la mira.

—Al menos haya no me tratan de inútil sin siquiera preguntarme que hago o no. ¿Estás segura de que no se hacer nada? —la mira enfadado.

Ella abre la boca como si quisiera hablar, pero Caleb la interrumpe.

—No, no lo sabes, lo asumes, lo haces porque no te tomas ni un segundo de tu maldita vida para preguntarle nada a tu único hijo. No te gusta que juegue, no te gusta verme feliz porque parece que eso te da jaqueca, no te gusta que no quiera ser un esclavo del trabajo, no te gusta nada de mí y eso que no sabes ni quien soy.

En el instante en el que Caleb para de hablar se escucha un sonido firme de una palmada. Le ha golpeado.

Cubro mi boca con mi mano y veo como Caleb parece desinteresado aunque su mejilla esté ardiendo.

—Debiste quedarte con tu padre. Debí dejarte con él —dice su madre.

Caleb la mira con el mismo desinterés de antes.

—Tienes razón. Debiste dejarme con él —masculla él.

Su madre aprieta el puño, pero antes de que diga algo salgo de la habitación corriendo a dónde ellos están.

¿Como En Los Libros? | COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora