15 • (C) She Loves Control

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Camila: ¡No me dejaron entrar!

Camila: ¿Lauren? — 11:03 p.m.

Camila: ¡¿LAUREN?!

Camila: ¡CONTÉSTAME O ME VOY! — 11:04 p.m.

Todavía necesito entender por qué me encantaba el estrés de esta mujer para que acaten sus deseos. En cualquier caso, incluso entiendo la razón de su nerviosismo, yo no había respondido a sus cuatro llamadas en cuatro horarios diferentes. No fue por falta de interés o compromiso, desde luego, sino por el tiempo que se había acortado desde que entré en la agencia tras salir del restaurante.

Me: El conserje te pedirá tu nombre completo, DNI y número de móvil.

Me: De todas formas tendrás que darlos si quieres subir.

Camila era una mujer difícil. Una mujer que no daba el brazo a torcer. Como ejemplo de su personalidad, prefirió pagar un Uber antes que aceptar que la trajera a mi piso.

Y claro que yo me aprovecharía de eso.

Camila: Por qué no anotaste mi nombre de antemano, ¿eh?

Si cerraba los ojos, ya podía ver la imagen de mi modelo con las manos en la cintura, sosteniendo un semblante contrariado, acompañado de respiraciones descontroladas que me hacían vibrar de excitación.

Me: Es el protocolo del edificio, nena.

Camila: Bájate aquí ahora mismo.

Camila: No voy a subir sola.

Era adorable la forma en que esa latina pensaba que llevaba la razón, como si pudiera controlarme.

Me: Ya bajo. — Le contesté rápidamente.

Me: Pero de todas formas tendrás que pasar la información.

Camila: ¡Ya ven entonces!

Me: Ya voy.

Antes, me puse el aceite corporal y luego la bata, sin nada por debajo; esparcí el pelo mojado sobre los hombros. También recuerdo haber separado el vino argentino que tanto me gustaba, para esta ocasión especial, e inevitablemente me vi sonriendo, sin darme cuenta, al pensar en la forma en que siempre desconectaba de todos los problemas de la agencia cuando Camila entraba en escena, llevándose toda mi atención.

De pie frente a la puerta y mirando a mi alrededor para ver si mi residencia estaba en orden, escuché tres golpes fuertes y rápidos, señalando que alguien deseaba desesperadamente entrar allí.

Haciendo un nudo en mi bata, inflé el pecho e intenté borrar esa maldita sonrisa que aún estaba presente en mi rostro. Era raro, pero bueno, esa sensación de que mi cuerpo se descontrolara cuando Camila se acercaba. Incluso cuando no tenía ninguna intención, allí estaba ella, despertando mis instintos más salvajes. Ya sea sonriendo, hablando en español o simplemente mirándome; aquella cubana tenía el poder de desestabilizarme con uno de esos tres gestos.

— Hola... — Lo intenté con todas mis fuerzas, pero sonreí. Sonreí extremadamente feliz de verla así delante de mi piso.

Camila llevaba un abrigo negro que le cubría casi toda la pierna. Llevaba un par de botas con tacones del mismo color, seguidos de unas gafas negras como si literalmente se estuviera escondiendo de una persona. Su pelo todavía lucía el cepillado que le había hecho Tiffany, seguido de un pintalabios rojo sangre que me dejó tiesa, ya que su boca húmeda estaba jodidamente tentadora, cubierto por ese pintalabios.

— Eres rápida... — Dije con la respiración entrecortada, babeando por aquella mujer de arriba abajo. Era increíble la forma en que conseguía ser sexy y a la vez elegante con aquel atuendo, sorprendiéndome una vez más con su don de lucir deliciosamente tentadora con cualquier y todo tipo de ropa. — Muy rápida...

La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪𝔯𝔢𝔫) - TraducciónWhere stories live. Discover now