Capítulo 19.

932 79 10
                                    

Eloise Jones.

Una niebla que ni siquiera sabía que existía nos rodeó y me abrumo por completo. Mis sentidos estaban completamente aturdidos, ¿Cómo era que Tom nos encontró? Podría haber jurado que él se mantendría distanciado mucho más de lo que realmente lo hizo. Su confesión de que no podríamos ser amigos me desconcertó por completo en un principio, por lo que mi primera reacción fue huir, luego me di cuenta que lo que había hecho Tom fue un acto completamente impulsivo, que con el tiempo él se daría cuenta de que no es realmente necesario que se mantenga fuera de mi camino, pero aquello fue más rápido de lo que pensé. 

La cabeza me daba vueltas y un constante chillido me aturdía, estaba totalmente conmocionada por la situación. No sabía qué hacer ni que decir, él quería una explicación pero yo no estaba totalmente dispuesta a dársela. Él se avergonzaría y se alejaría, cosa que ya había hecho, me apartaría de su lado, me empujaría como a un perro que tiene sarna y me tendría que volver a Inglaterra solo para no soportar la mirada de decepción que Tom me dedicaría todos los días. No definitivamente yo no estaba dispuesta a darle una explicación. Todo se estaba bien donde se encontraba.

Tom sin saber sobre mi pasado. 

Yo escapándome de la larga y tortuosa vida que mi padre me tenía preparada en Inglaterra.

Todo esto no hubiera sucedido si mi madre aún se encontrara aquí, ella habría comprendido todos los errores que había cometido y no habría permitido que mi padre me castigara con algo como obligar que me hiciera cargo de su empresa de bolsa, o creía que de eso se trataba. Ella me habría alejado de las malas amistades, o por lo menos me habría aconsejado, pero ella ya no estaba aquí conmigo y debía aceptarlo. 

—¿Y? Estoy esperando Eloise, y debo decir que en estos momentos no tengo demasiada paciencia. —la voz de Tom me hizo abrir los ojos que siquiera sabía que había cerrado. Su voz sonaba dura y autoritaria, había elevado el tono más de lo normal y me miraba con el ceño fruncido, frustrado al no tener una respuesta. 

—Yo no creo que eso sea asunto tuyo, Tom. —dije, sorprendentemente con la voz segura, sin temblar, balbucear o tartamudear, mostrándome como una mujer hecha. Casi podía imaginar la mirada orgullosa de su padre, diciéndome que iba a ser una buena negociadora en cuanto él me cediera su más preciada posesión, su empresa. 

—Empezó a ser asunto mío cuando me quitaste las llaves de mi auto, me arrastraste y empezaste a conducir como si de lo contrario nos encerrarían en la cárcel por años. —bueno, no, por años en la cárcel no quedarían, por lo menos no ellos dos, pero si quedarían demorados por lo menos una noche, y no quería eso. 

—Ya te lo he dicho, no creo que sea de tu incumbencia. —volví a decir, parándome firmemente contra el cemento del estacionamiento abandonado. Una brisa de verano provoco que el vello de mis brazos se erizara y que un escalofrió recorriera toda mi columna. 

—Pues si lo es. —él se ergio frente a mí, haciéndose más alto que yo. Tuve que estirar mi cuello para verlo a los ojos desafiantes. 

—Uhm Eloise, creo que deberías decirle. —Marco se acercó a mí y apoyo su mano en mi hombro, confortándome, o tratando de hacer por lo menos. Yo miro a Marc incrédula, no claro que no debería. 

—No creo que s… —Marco negó con la cabeza y me miró fijamente.— No sé por dónde empezar. 

—Puedes hacer cuando nos reencontramos en Japón ¿Lo recuerdas? —él dice en mi oído y yo asiento mientras fijo mi mirada en Tom, el aún está cerca de mí, pacientemente esperando. 

Tres años atrás…

Me encontraba en un continente diferente, un país diferente con un idioma que no comprendía para nada. Sola y perdida en Japón, ¿Gran aventura, no? 

Prohibida | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora