Capítulo 6.

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Tom Kaulitz.

Tal como cada quince de cada mes realizaremos la visita mensual a casa de la abuela, Moline a unos doscientos cuarenta y tres kilómetros de Chicago y unas dos horas y media de viaje sin mayores problemas. Como cada quince mi madre activa la alarma de la casa para que todos nos despertemos, ella dice que es como un simulacro, pero no es nada parecido a ello, me despierto agitado por el húmedo sueño y aturdido debido a la bocina sonando sobre mi cabeza, mamá decidió instalar una en cada habitación de la casa para que se escuche con más claridad y es demasiada la claridad, a los minutos la conexión que tenemos del teléfono inalámbrico en cada habitación suena, sé que debe de ser la policía para saber por qué se ha activado la alarma esta vez, esos hombres nos deben odiar. Cada quince es igual, todavía me pregunto por qué siguen llamando, siempre es la misma respuesta. Y como la rutina monótona de los quince, los golpes en la puerta no pueden faltar, obvio que tampoco la amenaza de que si no nos levantamos y en menos de diez estamos abajo desayunando nos echara encima el balde de agua que según ella siempre tiene preparado, aún no lo sabemos, nunca nadie se quiso arriesgar, y como hoy no será la excepción me arrastro fuera de la cama.

Se podría definir a Eloise como a una persona en la que no les gusta las mañanas, hablo enserio, no la he visto fuera de su habitación antes de que el sol este en su punto más alto, luego del solsticio nuestra relación se ha ido fortaleciendo, claro que siempre ha espaldas de mi padre y ella no ha vuelto a preguntar por ello, eso me agrada. Y volviendo al tema de que las mañanas no son lo de Eloise, ella esta recostada sobre la barra que se ha instalado en medio de la cocina en una de las remodelaciones, con un moño desordenado en su cabello, el cual aunque este desordenado y mal peinado sigue teniendo aquel brillo de siempre que tanto lo caracteriza, es una pena que no pueda ver sus ojos ya que está apretando la cara sobre sus antebrazos, mataría por ver su enojo ahora, pero aún que no pueda ver sus ojos puedo oír sus susurros entre dientes, susurros llenos de blasfemias, tengo la leve tentación de decirle que no se llene su hermosa boca con tantas palabrotas, pero no sé cómo reaccionara y eso me lleva al pensamiento de que en verdad se muy poco sobre su verdadera personalidad, y solo por esta vez, me refiero a sus actitudes.

Claro que sí sé que cuando está nerviosa bate las pestañas inconscientemente, lo que se podría confundir con un coqueteo pero no lo es, y que cuando le sudan las palmas de la mano ella las frota contra su ropa simulando alisarla, eso solo sucede cuando está nerviosa o incómoda por algo en especial, pero me refiero a reacciones más específicas, como la que tendría si le hiciera una pequeña broma. Simplemente quiero saber todo de ella, hasta el más mínimo y estúpido detalle es una gran cosa si se trata de ella.

La visita a casa de la abuela es la única cosa familiar a la que mi padre participa, y sospecho que es porque de caso contrario tendrá un millar de problemas con mamá debido a ello, se ha vuelto en algo imposible de posponer desde hace unos años cuando falleció el abuelo. Supongo que es por ello que aún respeta la tradición.

Nos montamos todos en la furgoneta azul eléctrico de Bill, el que le regalaron para sus veinte años. Casi por instinto Eloise relajo la cabeza en mi hombro, pareció tensarse cuando se dio cuenta de su acción, pero supongo que al no ver resistencia de mi parte no pareció importarle, al cabo de unos minutos de viaje su cuerpo se relajó contra el mío y su respiración se alentó, todo parecía indicar que se había dormido. Podía sentir el suave tacto de su cabello rozando la curva de mi cuello causando cosquillas, nuestras manos estaban a una distancia tentadora, mire como sus pestañas reposaban sobre sus mejillas y como su tórax se inflaba y desinflaba al ritmo de sus vagas respiraciones, moví mis dedos entrelazando nuestra manos a penas, para mi buena suerte nos sentamos detrás de todo, de modo que mi padre no tenía acceso para ver nuestras acciones.

Prohibida | tom kaulitz. Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz