Capítulo 12.

1.2K 93 11
                                    

Tom Kaulitz.

Esta vez, definitivamente estaba en problemas.

Él ha estado constantemente sobre mí, aunque no lo he notado, y ha visto la amistad que he estado forjando con Eloise, lo que no le hace nada de gracia. Sin embargo, a pesar de todas las veces que me lo ha dicho, no comprendo su afán por prohibirme a Eloise, siquiera una amistad. ¿No ha escuchado que lo prohibido es más tentativo? Pues, porque realmente así es, claramente yo he estado interesado en Eloise desde que la vi –las peli-negras no es algo que me vayan, sin embargo me encanta la esencia inocente de la personalidad de ella–, pero desde siempre he tenido esa necesidad de romper todas las reglas que mi padre me ha impuesto.

¿No ir a la fiesta de fin de año de Brook Manson hace unos cinco años? La rompí. Fui a la dichosa fiesta, de hecho fue la primera vez que me escape por la ventana, recuerdo mis rodillas magulladas después de eso, sin embargo eso no me detuvo.

¿No hacer fiestas mientras ellos están de viaje? También ha sido rota por mí, más por mis hermanos que por mí, de todos modos siempre era el alma de la fiesta. Y por ser el más grande - aunque solo sea por diez minutos- también era el que terminaba limpiando todo al día siguiente.

¿No invitar a extraños a casa? Vale, esa es la regla que más me arrepiento de romper. Principalmente por que la morena que casualmente había traído a casa resulto ser una sentimental, y en cambio de divertirnos ella estuvo gran parte de la noche llorando porque su novio la ha engañado con su prima. Vale, no soy su maldito psicólogo.

¿No sacar el Audi de mamá? Y luego lo estrellamos con el poste de luz.

Y esas son solo unas pocas reglas que he roto.

Las cosas están para algo, y las reglas están para ser rotas. ¿Se imaginan que aburrido seria el mundo sin las personas que se encargan de romper las reglas? Todo sería tan organizado y tendríamos nuestros cerebros lavados. Así que le estoy haciendo un gran favor a futuras generaciones.

Pero como decía, no corromperé a su preciada Señorita Inglaterra. Ella ya lo hace por si sola. En las últimas semanas me he dado cuenta que Eloise no es nada como la imagine, principalmente porque imagine a una pequeña niña de cinco años con dos coletas de rizos dorados, terca, chismosa y caprichosa. Tiene la parte de terca, ese es un punto para mí. Pero gran parte de lo demás es totalmente erróneo, pensé que era seria y refinada, no es seria y refinada solo cuando están mis padres presentes –Mi padre más específicamente–, pero de hecho, todos somos diferentes cuando se encuentra mi padre, incluso mi madre, hermanos y yo.

Entonces empecé a analizar cada punto de cómo la imaginaba, y me di cuenta de cuán equivocado estaba. Dije que se creería perfecta, Eloise se puede creer muchas cosas, pero perfecta no es una de ellas. En no más de cuarenta y ocho horas me he dado cuenta de sus inseguridades, principalmente porque sus ojos son un portal a su interior, no más una mirada y puedes ver todas sus inseguridades a flor de piel. También dije que sería malcriada, y en el tiempo que ha estado aquí se ha hecho valer por sí misma y ha estado de acuerdo con todo lo que mi madre decidía. 

Antes de que pueda seguir el hilo de mis pensamientos mi padre chasquea sus dedos frente a mí sacándome de mi mundo. Lo que me recuerda que aún estoy en el despacho de mi padre, y el probablemente ha estado hablando y hablando sobre algo que seguramente no me interesa de lo que no escuchado nada, eso equivale a más problemas.

Enfoco mi mirada en mi padre, él está con el ceño fruncido, por lo que las arrugas a los costados de sus ojos se acentúan aún más, y está enojado, ¿Pero cuando no lo está?

—¿Me estas escuchando, Tom? —mi padre está enojado por mi falta de respeto a su persona, lo que me causa gracia. Vacilo en asentir, pero, ¿para qué? Él ya sabe que nada de lo que diga me interesa en lo más mínimo, así que niego. Y no sé por qué, él lo deja pasar.— He dicho que he estado investigando sobre una cosa que probablemente te interesaría. —él me tiende un papel brilloso y lo tomo con inseguridad. ¿Algo que me interese? Vaya, estoy intrigado. Al momento que lo miro con determinación, es todo flora, de un verde brillante, pero unas grandes y letras blancas saltan del folleto que me ha entregado. Campamento militar. Frunzo el ceño, pero la información sigue más abajo, así que sigo leyendo. Campamento de supervivencia, de dieciocho a veintiséis años. Y un teléfono más abajo. Doy vuelta el papel, la parte de atrás está completamente ocupada por una foto de lo que seria los dormitorios con unos cuantos chicas más grandes que yo sentados sobre las camas de fierro negro, sus rostros lucen tristes, casi miserables.

Prohibida | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora