4. Mamá, papá y...

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A Miles le pareció una eternidad todo el tiempo que llevó esperando, no hacía nada más que pasearse por la habitación y cada cierto tiempo miraba a Ariadna dormida en la oscuridad, era la primera vez que la veía en ese estado.

—¿Cómo puede dormir después de...? —paró de hablar, al fin y al cabo cada uno tenía su manera de sobrellevar las cosas, él no era quién para juzgarla, cuando su padre murió Miles se convirtió en el nuevo Merodeador aprendiendo a ser un antihéroe con su tío como mentor, tomando su relevo.

Aunque un enfermero haya tocado a la puerta para notificarles de que Aaron y Xián ya han sido operados y están en reposo en otra habitación, Miles no se atrevió a despertar a Ariadna, en cambio esperó a que la chica se despertara por su cuenta para darle la noticia.

Ariadna abrió los ojos luego de dos horas dormida, como tenía los ojos con forma almendrada y estaba aún despertándose parecía que todavía tenía los ojos cerrados, Miles pensó que ella seguía dormida hasta que comenzó a hablar:

—¿Eh? —masculló Ariadna frotándose los ojos— ¿Qemadepetao? —balbuceó.

—Despierta —dijo el Merodeador—. Ya ha terminado la operación, los dejaron en la misma habitación por precaución.

Ariadna abrió los ojos despertándose por completo y se levantó casi cayendo al suelo.

—¿Xián está bien? ¿En qué habitación está? —preguntó Ariadna poniéndose de pie.

—Calma, calma —dijo para que Ariadna parase de hablar a toda velocidad—. Tu prima está bien. ¿Quieres ir a verla?

Ariadna asintió abriendo la puerta. Ella y Miles fueron a la habitación 212, el hospital se veía muy tranquilo después de que todos los heridos en el incidente de la inauguración fueran atendidos. Ambos jóvenes entraron a la habitación y pusieron el cerrojo. Aaron estaba despierto, apenas se podía mover por el efecto de la anestesia, le habían dejado la máscara puesta por órdenes de Ariadna, lo único que le quitaron fue la camisa y los objetos que llevaba encima, saludó a su sobrino moviendo la mano, todavía tenía medio cuerpo adormecido.

Ariadna fue de inmediato a abrazar a su prima quien seguía balbuceando incoherencias sobre rinocerontes, lloró sobre el hombro de Xián mientras se disculpaba.

—Está bien, no ha sido tu culpa —le dijo el Merodeador detrás de ella—. No podías predecir eso, al menos no ha sido un disparo mortal.

Ariadna se limpió las lágrimas mirándo al Merodeador.

—Gracias —susurró Ariadna al Merodeador entre sollozos. Seguía abrazando a Xián, sintió tanto miedo de perderla, no paraba de repetir en su mente el recuerdo del grito y la sangre saliendo de la pierna de su prima, nunca antes se había visto a sí misma tan pequeña y vulnerable, como si su mundo se estuviera desmoronando a su alrededor sin que ella pudiera hacer nada. Abrazó fuerte a su prima por última vez y se limpió las lágrimas antes de levantarse y abrazar al Merodeador—. Gracias Merodeador. Estoy en deuda contigo —dijo antes de separarse.

Miles abrió los ojos sorprendido por el abrazo, sobre todo porque todo el mundo sabía que esa chica no abrazaba a nadie que no fuera de su círculo social más cercano, antes de lo que pasó esa mañana Ariadna nunca lo había abrazado incluso cuando se acostaban. Salió de su trance al sentir algo en su mano, un papel con el número de Ariadna.

—Por si un día necesitas mi ayuda —explicó Ariadna tratando de sonreír.

Miles asintió guardándose el papel en el bolsillo de su pantalón.

Antes de que cualquiera de ellos dos pudiera decir algo más escucharon una discusión provenir del pasillo y que se acercaba más a la habitación 212, eran dos hombres y un perro discutiendo en chino, español y ladrido.

Un salto de fe. (Miles G. Morales 42)Where stories live. Discover now