—Rashta! Ían! No dejes que me hagan esto! Yo te amo! Los amo! Por favor, Rashta! Perdóname! Perdóname, por favor!

Me estremecí. Sabía que él creía amar a Rashta, pero si eso era cierto, por qué había permitido que su padre la torturara así? Volteé el rostro hacia el Emperador para apoyar mi frente en su hombro, cerrando los ojos con fuerza cuando uno de los guardias se cansó del escándalo y golpeó a Alan en el estómago para silenciarlo.

Mientras el hombre trataba de recuperar el aliento, el otro guardia cortó la yema de uno de sus dedos para dejar caer algo de sangre en el plato.

—Lady Rashta. —El sacerdote volteó a verme con una expresión de compasión. —Yo sostendré al bebé. —Respiré hondo al tomar la daga que me ofrecía mientras pasaba a Ían a sus brazos.

Me mordí el labio. No quería pincharme. Nunca me habían gustado las agujas, y tener que sacarme sangre con una daga se sentía mucho peor. Otra vez, Sovieshu intervino para sacarme del aprieto.

—Yo lo haré. Cierra los ojos, solo será un momento.

El Emperador tomó mi mano suavemente y pinchó mi pulgar lo suficiente para que se formaran unas gordas gotas de sangre que se vertieron sobre el plato. Seguido de eso, el sacerdote usó una herramienta en el atril para pinchar el dedo de Ían. Su llanto reverberó en el silencioso templo, llegando a todos los rincones. Debí contenerme para evitar quitárselo de las manos.

La combinación de sangres burbujeó por un momento antes de aclararse y desaparecer.

—El bebé es hijo de Alan Rimwell! —Anunció con un grito el sacerdote.

Las voces de los testigos estallaron inmediatamente como el trinar de miles de pájaros asustados, sobreponiéndose al llanto del bebé, rebotando en la cúpula abovedada y volviendo a bajar, resonando de forma ensordecedora.

—Salvajes! Los Rimwell son salvajes!

—Cómo se atrevieron!? Pobre mujer!

—Alan no tiene corazón!

—Ella es una noble!

—Rotteshu es una bestia!

—Alan Rimwell. —La voz de Sovieshu se proyectó desde el atril, silenciando a todo el mundo. —Por tus crímenes, serás desterrado junto con tu padre. Perderás todos tus derechos, propiedades y título. No quiero volver a oír de ti nunca más. Guardias, llévenselo!

—Qué!? No! Rashta! Rashta! Ían! No, por favor! No!

Sus gritos de clemencia se perdieron entre los gritos inmisericordes de la multitud que lo insultaba y exigía una pena más dura.

Todo había terminado. Esta vez, era libre. Libre de verdad. Ían no era una carga, el pasado no me atormentaba, el futuro era incierto, pero estaba a salvo. La torre y la píldora de veneno se esfumaron de mi mente como un trágico cuento de hadas que llegaba a su fin. No iba a morir.

Las lágrimas comenzaron a caer poco a poco mientras me invadía el alivio.

—Ían, estamos a salvo... Estamos a salvo... —Balbuceé, abrazando al niño. El Emperador me estrechó entre sus brazos.

—Todo estará bien. —Susurró en mi oído.

Si, lo estaría.

La vuelta al palacio fue igual que tranquila que la ida al templo, pero se notaba el cambio en el humor. Haciendo uso de mi estatus de futura concubina, me acurruqué junto a Sovieshu en el carruaje sin importarme nada en el mundo.

Mi guapo benefactor sonrió y besó mis dedos. Nunca había pensado en conseguir un sugar a mi edad, pero aquí estaba. Me reí suavemente.

—Qué sucede? —Negué levemente con una sonrisa.

—Nada, nada. Nunca pensé que mi vida daría este giro, eso es todo. Pensaba que la pequeña Rashta tendría la boca tan abierta que le entrarían moscas si me viera ahora. —El Emperador contuvo una mueca de diversión antes de levantar mi mentón con la mano libre.

—Ah, sí? Pues yo preferiría que la pequeña Rashta mirara hacia otro lado por un momento.

—Eso puede arreglarse...

Dejé que me besara, y en ese momento me di cuenta de que no podría escapar de consumar nuestra relación en un futuro cercano. Rompí el contacto suavemente y me recosté en su pecho con un suspiro.

En mi anterior vida no había sido mojigata ni había escapado a las consecuencias de mis decisiones. Esta era una de ellas. Lo sabía. Pero aún así, no podía quitarme la espinita de que Sovieshu fuese un hombre casado.

Cerré los ojos, esperando dormir. No quería pensar en eso ahora. De hecho, no quería pensar en nada más que el día de hoy. Había logrado sobrevivir el peor momento de Rashta en la historia, por qué me estresaría a propósito?

Era hora de vivir.

***

—Creo que hablo por todos al decir que nos alegramos mucho, Emperador. Lady Rashta debe sentirse profundamente aliviada. —El Conde Pirnu sonrió. A sus espaldas, el Marqués Karl y el Barón Langt imitaron el gesto.

—Eso espero, Conde. Se veía mucho más tranquila ahora.

'Un niño. Un niño saludable. Ella ya lo tiene. Navier no ha podido darte un heredero en todo este tiempo...'

Sacudí la cabeza levemente para espantar aquella voz tan molesta. Había pasado tanto tiempo en silencio que creí que se había esfumado para siempre, pero aquí estaba otra vez...
Hice mi mejor esfuerzo para concentrarme en las tareas del día, pero en el fondo de mi mente, la frase resonaba como si de un mantra se tratara.

—Decidido, entonces. —Entregué los papeles al Conde y excusé a los hombres con un gesto de la mano. El Barón Langt se quedó en su lugar. —Barón, hay algo más de lo que quiera hablar?

—Emperador, usted conoce mi situación... —Hizo una pausa, eligiendo sus palabras.— Carezco de herederos, y no me estoy haciendo más joven*... —Asentí, sin comprender bien por qué traía el tema a colación.

El Barón Langt nunca tuvo hijos. Su esposa falleció antes de poder darle herederos, y como su matrimonio estaba basado en el amor y no en la conveniencia, él nunca se casó otra vez. Ahora a sus cincuenta años, su única opción era donar sus tierras al Imperio o dejar que su familia lejana se beneficie de ellas y su título, que pasaría al siguiente noble con el que tuviera parentesco.

—Lo sé, Barón. Qué sucede?

—En el tiempo en que he conocido a Lady Rashta, he llegado a apreciarla mucho. Es una dama digna de cualquier título nobiliario que pueda llegar a recibir.

—Gracias. Aprecio mucho sus palabras. Sé que Rashta ha encontrado en usted a un muy buen amigo.

—Es por eso que quisiera adoptarla, Su Majestad. —No pude evitar la expresión de sorpresa. —Por lo que sabemos, su padre no tiene idea de que ella sigue con vida, y si lo sabe, no le importa en absoluto. Si ignoramos la investigación que realizó, Emperador, podemos... Maquillar la realidad, y Lady Rashta sería huérfana. No es extraño que un noble viejo como yo adopte a su próximo heredero, hay muchos precedentes, y-

—Creo que ella estaría encantada, Barón. —Interrumpí. —Lady Rashta sería sumamente feliz de tener una familia.

*N. de la T.: Mi Barón Langt es el de la novela, no el del webtoon. En la novela, Rashta lo describe como un anciano varias veces.

Fe de erratas: En el capítulo anterior, Rashta se pregunta si Arian es la sirvienta que terminó muerta. Debo admitir que NO RECUERDO.
Sé que Delise, a quien mandó a cortarle la lengua, logró conservarla. Aunque hasta ahí, porque ya habían comenzado con el proceso y parte de ella no pudo volverse a unir.

Me disculpo si confundí el dato.

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