Visita nocturna (15)

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Los sirvientes abrieron las puertas del comedor y todo el mundo se dirigió hacia allí. Tomé asiento junto al Gran Duque, y al levantar la mirada me recibió la sonrisa de Heinrey. Navier se acomodó entre sus amigas, bien lejos de los dos.

Luego de que sirvieron la sopa, la conversación fluyó lentamente. El clima, las festividades, sus impresiones sobre el Imperio... Cosas normales que hablan personas que apenas se conocen. En el silencio entre retirar los platos y servir el primer curso, uno de los nobles miró a Heinrey con curiosidad.

—Dígame, Príncipe Heinrey, ha encontrado a su amigo de cartas? Supe que estaba intercambiando mensajería anónima con un noble del Imperio.

—Oh! Sin saber quién era? Príncipe, es usted muy arriesgado! —Añadió una mujer que no dejaba de hacerle ojitos.

Heinrey sonrió antes de limpiarse la boca con la servilleta.

—Sí, le he encontrado. Estoy muy complacido con mi amigo de cartas, pero me ha hecho prometer que no diría quién es a nadie más, y siempre cumplo mis promesas.

Así que Navier había aceptado que ella era quien intercambiaba cartas con Él. Supongo que no meterme en absoluto tenía sus ventajas. Sonreí y hablé.

—Me alegro por usted, Príncipe Heinrey. Es bueno tener gente en quien confiar. Espero que su amistad sea próspera. —Heinrey me miró con los ojos entornados y una sonrisa misteriosa en los labios. Había entendido a qué me refería.

—Que así sea, Lady Rashta.

Navier apenas levantó la mirada para verme. Si se sorprendió por mis palabras, no lo demostró para nada.

—Oh, por cierto, Lady Rashta...—Otro noble tomó la palabra. —Quiero aprovechar esta ocasión para felicitarla. Y a usted también, Emperador Sovieshu. Cuándo se llevará a cabo la ceremonia de concubinato?

Si las miradas mataran, el noble se habría desintegrado como si Thanos hubiese chasqueado los dedos. Sovieshu negó una vez con la cabeza y el hombre desvió sus ojos al plato de verduras y carne, sin entender qué había hecho mal pero sin ganas de volver a mirar a nadie.

Tras eso, la mesa se sumió en un silencio incómodo, roto solo por el sonido de los cubiertos contra la vajilla. Navier hizo señas discretamente a un sirviente y asintió antes de ponerse de pie. Todo el mundo la imitó con diferentes niveles de alivio. Los platos comenzaron a ser retirados mientras todos se despedían.

Me pegué a la pared opuesta a la puerta. No iba a repetir el bochorno de Rashta despidiendo a los invitados junto con la Emperatriz.

—Nos vemos mañana, Lady Rashta. Espero que nuestras reuniones comerciales no terminen igual de abruptamente que nuestras reuniones personales.

—Hasta mañana, Gran Duque Kaufman. Yo también lo espero. Sería muy poco productivo si así fuera.

Lo observé acercarse a la Emperatriz, saludarla con un movimiento de la cabeza, e irse. Era el hombre perfecto...

—Hoy hará una noche maravillosa. Debería considerar abrir las ventanas de su habitación, Lady Rashta.

La voz a mi izquierda me sobresaltó. No me esforcé en ocultar el respingo, lo que causó que Heinrey se riera suavemente. Qué? Ventanas?

—Las ventanas? —Pregunté, confusa. Asintió.

—Ventilar los ambientes es muy bueno para la salud.

Sin decirme nada más, siguió el mismo camino que Kaufman, pero se detuvo a conversar con Navier antes de irse. Sovieshu se acercó a mí.

—Lamento que el banquete haya terminado tan repentinamente. Me aseguraré de encontrar la fuente de los rumores. —Sabía que su intención era tranquilizarme, pero si me interesara, simplemente le preguntaría a Kaufman.

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