Vidas entrelazadas (18)

2.2K 303 36
                                    

Abrí la puerta de mi habitación con cautela, temiendo despertar al niño en caso de que estuviera dormido. La matrona que mecía la cuna levantó la vista del bebé y me hizo una seña que indicaba que todo estaba bien. El corazón me comenzó a latir tan rápidamente que pensé que moriría ahí mismo.

Avancé lentamente, como quien se acerca a una criatura que podría matarlo si se hace cualquier movimiento en falso. Me asomé en la cuna y el tiempo se detuvo cuando hice contacto visual con un pequeño par de somnolientos ojos negros. Eso, junto con su pálida piel, me recordó inmediatamente a Rashta.

—Puede quitarle la cofia?

La mujer deshizo hábilmente el moño que mantenía el gorro en su lugar y lo quitó, revelando el mismo cabello plateado de su madre. No quedaban dudas. Era la viva imagen de Rashta.

Solté el aire de mis pulmones de golpe, en trance. Lo alcé con cuidado y le indiqué a la matrona que podía retirarse. El pequeño bultito de mantas y bebé no pesaba absolutamente nada. Así se sentía cargarlos? Un instinto primitivo brotó en mi pecho, asegurándome que podría matar a cualquiera que tratara de lastimarlo.

—Ían, eh? —Dije, sentándome en el sofá. El bebé bostezó. —Eres adorable, lo sabías? Tu madre te ha extrañado mucho todo este tiempo. Ha estado muy, muy triste. Estoy seguro que eso cambiará cuando te tenga a su lado. —Suspiré, pensando en Rashta hundida entre las almohadas. Quizás... —Quieres conocerla? Sé que no te han dejado verla hasta ahora, pero es igualita a ti. —Toqué la punta de su nariz con mi dedo índice y sonreí ante la mueca que hizo. —Ven.

Caminé con el niño hasta el cuarto de Rashta, temiendo que se me cayera a cada paso. Dentro encontré a las cuatro sirvientas arremolinadas alrededor de la cama. Sus sirvientas de siempre, Kate y Cherry, tenían los ojos llorosos mientras Delise y Arian las consolaban. Me miraron con horror, como si lo que estuvieran haciendo fuese una grave falta de respeto y se pusieron de pie rápidamente, mirando la salida detrás de mí.

—Está bien. No hace falta que salgan. —Cerré la puerta a mis espaldas y me acerqué a la luz. Cuando vieron al bebé en mis brazos, sus ojos fueron directamente a su cabellera plateada.

—Su Majestad? —Asentí. El parecido era más que obvio, así que aunque ellas no supieran de su existencia, era muy difícil no relacionarlos.

—Quería que conociera a su madre. —Me abrieron paso siguiéndome con la mirada. Le sonreí a Rashta, sintiendo que mi corazón protestaba ante tantas emociones seguidas. —Cariño, mira. Mira a quien traje. —Puse al pequeño en la cama junto a ella y me dirigí a él. —Ves, Ían? Es tu mamá. Y despertará pronto, te lo prometo.

Al día siguiente llegaron los enviados de Wirwol. Los recibí junto a Navier, que quería ver a su niña patrocinada. Decidí aprovechar el momento para disculparme.

—Siento no haberte acompañado para despedir a los invitados.

—Está bien. —Respondió, aún mirando al frente. El carruaje con los colores de la Academia estaba pasando por la entrada. No tardaría en detenerse frente a nosotros.

—Y gracias por traer a tu protegida para Rashta. —Asintió. —Prometo pagártelo de alguna forma. —Otro asentimiento.

El carruaje se detuvo. El primero en salir fue un hombre alto con uniforme de profesor.

—Sus Majestades. Soy Onivius Rethall, ayudante del Decano y Profesor de Magia Práctica. Estoy a sus servicios.

—Muchas gracias por venir, profesor.

—Su Majestad Navier! —Eveli avanzó hasta ella e hizo una reverencia. Luego, me observó con algo de recelo antes de reverenciarse en mi dirección. —Emperador Sovieshu...

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now