No tan astuta (4)

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—Arreglen una habitación para Lady Rashta en el palacio Este. Y preparen un baño.

'Por qué no me manda al palacio Sur? Todo sería más fácil si me mandara al palacio Sur...'

Sonreí desde el sofá en la sala de estar de Sovieshu, incapaz de quejarme. Si decía que prefería quedarme en el lugar donde se quedaban los invitados, me preguntaría que cómo lo sabía, y cómo le iba a explicar que era una reencarnada?

Aunque el baño sonaba bien. Apestaba a granero sucio...

Parpadee en cuanto mi única neurona hizo la conexión.

Ay.

Sovieshu mandaba a las criadas de Navier a bañarla. Y a partir de ahí todo se iba a la mierda.

Mierdamierdamierda. Tampoco podía quejarme de eso abiertamente.

La sirvienta llegó con el té y los refrigerios justo en ese momento, así que se sentó frente a mí. En cuanto volvimos a quedarnos solos, habló.

—Cuándo te convertiste en esclava?

—No lo recuerdo con exactitud, Su Majestad. Era muy pequeña. —Asintió.

—Y dónde aprendiste tus modales?

—Ah. Uuuh... —'Piensa, PIENSA, PIENSA'— Es... vergonzoso... pero solía observar a Lady Rivetti y... eehh... Supongo que aprendí de ella? —Reí nerviosamente antes de llenarme la boca con un pastelito. Abrí los ojos enormemente y miré al Emperador con una enorme sonrisa. —Esto es delicioso! —Sovieshu me devolvió el gesto, como si le agradase que fuese un poquito bestia.

—Lady Rashta, el baño está listo.

—Ve. Haré que el médico del palacio venga para que te revise en cuanto salgas.

—Muchas gracias, Su Majestad.

Le dediqué una pequeña sonrisa antes de tomar la mano de la sirvienta que me ayudó a llegar al baño. Una vez allí, las vi.

Las criadas de la Emperatriz trataron de ocultar la sorpresa y el disgusto en sus rostros, pero no engañaban a nadie.

—Muchas gracias, ya puedo sola. —La sirvienta asintió y soltó mi brazo antes de salir y cerrar la puerta tras de sí. Respiré hondo y me reverencié. —Les agradezco mucho que hayan abandonado sus deberes para asistirme, pero no será necesario. Jamás he necesitado ayuda para tomar un baño y no comenzaré a necesitarla ahora. Ustedes no son mis sirvientas, por lo que sería una falta de respeto hacia su señora permitir que me bañen.

Las mujeres se miraron entre sí, sin saber qué hacer.

—El emperador nos ordenó ayudarla, no podríamos–

—El emperador no está aquí, o si? Tomen asiento, no tardaré mucho. —Tras sonreírles, comencé a cojear hacia la bañera.

—Señorita, permítame... —La que supongo sería la Condesa Jubel se acercó y me ofreció el brazo para ayudarme a llegar.

—Gracias.

Me quité los harapos rápidamente y me metí en el agua caliente con un suspiro de placer. El aroma a flores que desprendía el agua me envolvió como una nube de vapor. Froté concienzudamente todo mi cuerpo con la pequeña toalla.
Con el cabello fue otra historia. Acostumbraba llevar el pelo corto porque odiaba lavarlo, desenredarlo y tener que tener cuidados especiales con él, así que la maraña de pelo de Rashta era como una jungla intransitable. Pasé mis manos por los nudos, tironeando con los dedos para desarmarlos.

—Señorita, no, no, se lastimará. Aplique este producto antes. Déjelo actuar y luego péinelo.

Tomé la botellita con un agradecimiento y coloqué el mejunje en toda la extensión de pelo. Las damas de compañía me observaban sin intercambiar palabras, pero podía sentir la incomodidad en sus cuerpos. No estaban acostumbradas a estar en el baño con nadie que no fuera la Emperatriz.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now