ESTO no era lo que yo quería! (1)

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'Escapé de Latinoamérica, pero a qué costo?'

Suspiré con resignación mientras dejaba el konbini.
Hacía cuatro años atrás, tenía una relación a distancia con un japonés adorable que había conocido en un chat VR. Cuando me propuso matrimonio no lo pensé dos veces. Abandoné mi trabajo como profesora de español, viajé a Japón, nos casamos y vivimos el sueño anime de marido trabajador y esposa devota que se queda en casa por dos años.

Hasta que apareció Riko.

Japonesa hasta la médula, hija de un empresario importante, y sobre todo, aceptada por la familia de mi esposo, que se opuso a nuestro matrimonio todo el tiempo. Porque que Dios no permita que sus nietos sean halfu!

Daichi fue lo suficientemente considerado como para dejarme el pequeño departamento que habíamos compartido y dinero suficiente para vivir unos meses mientras decidía si volver a mi país o quedarme en Japón.

Y como soy luchona, desempolvé mi título de profesora y conseguí trabajo enseñando en una universidad poco prestigiosa de mi prefectura.

Era mejor que nada.

Mi familia? Ante ellos seguía casada y feliz. No podía decirles que arrojé mi vida a la basura para casarme por menos de tres años. Era humillante.

Miré mi reloj. Estaba a cinco minutos de dormir en la estación otra vez. Aceleré ajustando el agarre en la bolsa que contenía mi cena. Ya la había perdido una vez.

Solo eran tres calles hasta la estación, podía hacerlo en cinco minutos. Verdad?

Si podía.

Soy luchona.

Caminé tan rápido como los tacones me lo permitían y allí estaba la estación. Tan pulcra y japonesa. Me detuve en el semáforo y lo miré con impaciencia, como si eso lo convenciera de ponerse en ese tono verde-azulado tan característico.

De pronto, un movimiento a mi izquierda llamó mi atención. Una mitad de mi cerebro me gritó que mire, la otra mitad gritaba "CONCENTRATE, CONCENTRATE, CONCENTRATE!"

Algo rojo y amarillo entró en mi visión periférica y me obligué a mirar solo para ver un niño pequeño corriendo hacia la calle.
Esto es Japón. Los padres mandan a sus niños a los konbinis apenas pueden pronunciar palabras entendibles. Incluso había una docuserie sobre eso en Netflix.

Pero este niño era -demasiado- pequeño. Y no llevaba bolsa. Y corría prácticamente sin rumbo.

—Hey, niño! Detente!

Antes de saber lo que estaba haciendo, solté la bolsa y corrí hacia el tráfico. Iban a hacerle un isekai. No podían hacerle un isekai.

—Niño!

Estiré mi mano hacia su espalda. Las luces de un coche brillaron a mi derecha. Algo blanco y esponjoso brotó de la ropa del pequeño.

'Eso... Eso es una cola..?'

El chirrido de las llantas llegó antes del apagón.

Un blanco cegador me envolvió. Parpadee varias veces para que mis ojos se acostumbren a la luz. Aún medio ciega, miré alrededor. Tres personas estaban de pie a un par de metros de mí. Achiné los ojos para enfocar.

—JESÚS BENDITO! ES JESÚS!

Me caí de bruces y retrocedí usando las manos y los pies, sin poder emitir sonido alguno. Allí estaba yo, despatarrada en el suelo, con la boca abierta como pez fuera del agua y los ojos desencajados.

Pero Jesús es Jesús, y se acercó lentamente, con las manos a la altura del pecho y una sonrisa tranquilizadora.

—Mariana?

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now