Malas noticias

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Esa noche, Rin no pudo evitar pensar en lo sucedido una y otra vez. En el pasado siempre habían hecho el amor con adrenalina y pasión, pero nunca se había sentido tan sucia y utilizada como en ese momento.

No podía evitar recordar su mirada cargada de desprecio, la furia en cada una de sus acciones y la frialdad con la que había tomado su cuerpo. Como si en lugar de ser una mujer, fuese simplemente un objeto. 

Un objeto dispuesto para descargar su ira y frustración. 

Se sentía tonta por permitir aquello, desde luego que las cosas no se resolverían de esa manera entre ellos. Más bien, dudaba que existiese algo que resolver, el amor que alguna vez sintieron se había extinguido para siempre. 

Sesshomaru ya no la amaba ni la amaría de nuevo. Y no podía culparlo por eso, en el fondo sabía que tenía muy buenas razones para odiarla. Pero saberlo no aminoraba el dolor que aquello le causaba, por el contrario, hacía más agonizante el sentimiento. 

Rin suspiró mirando a sus pequeñas, dormían completamente ajenas al desastre en el que se habían convertido sus padres. Pero a pesar de que lo de ambos estuviese irremediablemente roto, aún existían dos hermosas razones por las cuales debían tolerarse. 

Esa mañana, Rin abandonó el departamento a la llegada de Jekan. Regresó al pequeño estudio que había alquilado y luego de darse un largo baño, se dispuso a ir a su trabajo. 

Los días pasaron en esa misma monotonía, hasta que se sorprendió un día con una inesperada visita. La mujer apretó los puños a su costado cuando divisó la figura de Kohaku en la entrada de su edificio. 

—¿Qué haces aquí?—le reclamó de inmediato. 

—Rin, al fin regresas…—le habló con su tono de voz usual, no con el tono de voz que había utilizado en los últimos meses de vida matrimonial. 

—Márchate—le exigió sin dudar. 

—No, Rin, espera… me llegó esto—dijo sacando un papel arrugado del bolsillo de su pantalón—. Sé que sigues enojada y tienes buenas razones para estarlo, pero no es para tanto, Rin, ya lo habíamos hablado. 

—No hay nada de que hablar. ¡Solamente firma ese documento! 

—No puedo—contestó sin más—, no puedo dejarte, Rin. 

—Claro que puedes…

—De verdad no puedo—la acalló con un gesto cargado de pesar—. Luego de la muerte de Sango, eres lo único que tengo, eres lo único que realmente quiero…

Rin apretó los labios al escuchar aquello, sabía lo mucho que había sufrido por la muerte de su hermana. Ellos eran muy unidos, Sango siempre lo había protegido en su niñez de esos padres tan fríos. Kohaku veía a su hermana como a una especie de heroína, la figura más importante en su vida…

—Lamentablemente, Sango ya no regresará, pero estoy segura de que no le hubiese gustado escucharte hablar así…—le dijo recordando lo mucho que lo quería su hermana—. Kohaku, por favor, si realmente me quieres tanto como dices, entonces no hagas esto más difícil. 

—Rin…

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Kohaku y Rin se sintió como una mujer terrible. Había hecho cosas tan malas en el pasado, pero él la seguía queriendo, aferrándose a ella de una manera incluso enfermiza. 

—Debes buscar ayuda profesional, yo no soy la salida a tu problema—agregó sin más. No quería darle la espalda, pero era lo correcto.

Esperaba que los padres de Kohaku en vez de juzgarlo como siempre lo habían hecho, prestarán el oído ante el sufrimiento que estaba padeciendo. 

Kohaku se marchó luego de suplicarle una vez más y Rin se adentró al edificio sintiendo un mal presentimiento. 

[...]

Aquel viernes, cuando se encontró cara a cara con Sesshomaru. Rin bajó la mirada e intentó esquivarlo para poder cruzar la puerta de salida, la cual él estaba obstaculizando. 

Pero al ver que no se movía, la mujer lo miró nuevamente con la pregunta implícita en sus facciones.

¿Qué sucedía?

Rin no pudo saberlo porque sus ojos estaban completamente velados. No había expresión ni indicio alguno de una respuesta, hasta que simplemente la sujetó por un brazo y la arrastró a una de las habitaciones. 

—¿Qué…?

Aquello era como un déjà vu de tiempos pasados. Recuerdos de situaciones similares invadieron inmediatamente su mente. Su expresión de horror no se hizo esperar al comprenderlo, pero no alcanzó a decir nada más. 

Él la sujetó fuertemente por la nuca, uniéndose en un beso que no era para nada tierno. En un principio se resistió lo más que pudo, trató de hacer que la soltara, pero sin darse cuenta terminó cediendo. Se besaron por lo que le pareció fueron horas, y cuando el beso dejó de ser solamente eso, trato de recapacitar nuevamente, pero a quién engañaba, no podía rechazarlo. 

Rin sabía que terminaría arrepintiéndose a la mañana siguiente, pero aun así, terminó abriendo las piernas para que la tomara sin importar la forma. Suave o duro, no tenía importancia, lo único que quería era sentirse nuevamente suya, aunque en cada una de sus embestidas solamente pudiese encontrar desprecio. 

Cuando terminaron sentía que le había pasado un camión por encima, pero sin decir una palabra recogió sus prendas y se marchó. Lo último que quería era escucharlo decir que se fuera, sabía que eso era lo que quería, así que lo complació en silencio. 

El frío de la noche fue lo único que la recibió al abandonar aquel edificio, el frío junto con su corazón hecho añicos. Una lágrima acudió a sus ojos en respuesta, pero la retiró rápidamente, no necesitaba ponerse a llorar en medio de la calle, no podía ser tan patética. Sin embargo, aquella noche pintaba a ser de esa forma, una terrible tiniebla…

—¿Señora Sasaki?

—Rin Tanaka—corrigió al hombre que la contactaba por teléfono. Estaba haciendo el trámite de divorciarse, así que no quería que la relacionaran más con ese apellido. 

—Señora Tanaka, necesito que se acerque a la estación de policía—informó el sujeto. 

—¿Quién es?—preguntó Rin, sintiéndose de pronto alarmada. 

—¿Es usted la esposa de Kohaku Sasaki?

—Así es—titubeo la mujer con un mal presentimiento.

Error | SesshrinWhere stories live. Discover now