Presa

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—Rin…

—¡Cierra la boca!

Sesshomaru estaba a punto de colgar el teléfono al escuchar la mención de ese nombre. 

—¡Escucha!—se exasperó Inuyasha ante la renuencia del otro. 

—No te lo pienso volver a repetir, Inuyasha, no me interesan ninguno de tus chismes—aquella no era la primera vez que Inuyasha lo llamaba para darle información no solicitada. 

—Esto no es un chisme, es un asunto muy serio.

—Tienes treinta segundos—concedió sabiendo que de lo contrario no dejaría de molestarlo—. Más te vale que sea importante. 

—Rin tuvo dos niñas, ¿lo entiendes? 

Sesshomaru gruñó ante las palabras de su hermano. 

—¿Y eso qué? 

Había pasado poco más de un año desde la última vez en que había visto a Rin. Simplemente, no entendía en que esa información debería de importarle. 

—Dios, pensé que eras más inteligente. 

Hubo una maldición al otro lado de la línea, e Inuyasha se apresuró a explicarse antes de que el terco de su medio hermano colgara el teléfono.

—No debería ser tan difícil sacar cuentas—se burló—. Esas niñas son tuyas, Sesshomaru. 

El silencio que le siguió a aquello se prolongó por casi un minuto. 

—¿Por qué lo dices?—para el mayor simplemente no tenía sentido. Había pasado mucho tiempo desde la última vez en que estuvo con Rin, lo más lógico sería que esas niñas fuesen de su esposo. 

—Kohaku estuvo aquí. Al parecer, esas niñas son una réplica tuya. 

Inuyasha se despegó el teléfono del oído al escuchar un sonido sordo. 

—Imbécil, al menos podías haberme dado las gracias—refunfuño sin poder creerse que le había colgado la llamada. 

[...]

Kohaku regresó en la madrugada con el labio roto y varios moretones en la cara. Al parecer había pasado las últimas horas embriagándose en un bar. 

—¡Aléjate! ¡No dejaré que las toques! 

—¡Dame a mis hijas, Rin!—forcejeo con la mujer para que lo dejara acercarse a la cuna de las niñas. 

—¡Kohaku, por favor!—suplico Rin desde el suelo al ver cómo cargaba a Towa. 

—Es muy parecida—dijo con voz pastosa, detallando a la pequeña albina. 

Rin se levantó rápidamente para arrebatársela, pero Kohaku no se lo permitió.  

—¿Qué pasa, Rin? ¿Acaso no puedo cargar a mi hija? 

—Kohaku…—la mujer estaba al borde de las lágrimas, porque no sabía qué esperar de él en aquel estado. 

—¡Quita esa cara de tragedia!—la regaño con voz dura— ¡Esta niña es mi hija, no pienso hacerle nada! 

La castaña guardó silencio, lo mejor era no contradecirlo. 

De esa manera, Kohaku arrullo a la pequeña Towa. La niña se quedó dormida en los brazos de aquel ebrio hombre, ajena al peligro en el que estaba. 

Rin pudo respirar con normalidad cuando lo vio depositarla nuevamente en su cuna. Una vez fuera de la habitación, la mujer decidió ponerle fin al matrimonio. 

—Kohaku, sé que no es el momento más adecuado para hablarlo, pero lo mejor sería que nos divorciemos. 

Kohaku resopló ante sus palabras. 

—¿Quién dice que nos divorciaremos? 

—No tiene sentido continuar con el matrimonio, todo está mal entre nosotros—trato de razonar Rin, aunque sabía que no tenía sentido tratar asuntos tan serios con un borracho. 

—¡Sí, ya sé que está mal! ¡Pero no pienso dejarte el camino libre para que te vayas con ese! 

—Yo no voy a irme con nadie, simplemente no es sano continuar con esto. 

—¡Basta, Rin! No quiero oírte. 

Kohaku se fue a la habitación matrimonial y se lanzó a la cama. El hombre se quedó dormido casi al instante, Rin se acercó a quitarle los zapatos y tratar de acomodarlo mejor en el lecho. Se sentía muy culpable de esta nueva versión de su esposo, Kohaku no era un mal hombre, siempre había sido muy comprensivo y amoroso. Tanto, que había llegado a creerle cada una de sus mentiras, aun cuando las niñas eran tan distintas, él las aceptó como sus hijas. 

Lamentablemente, la nueva versión de Kohaku había llegado para quedarse. Rin no hallaba la manera de pedirle el divorcio, él simplemente se negaba a la idea de separarse. Cada vez que el tema era tocado, la agresividad refulgía de sus ojos marrones. 

Rin se sentía presa en aquella casa. Su madre le había dicho que tratará de solucionar las cosas con su esposo, que aprovechará la oportunidad que el castaño le estaba dando. La joven estaba empezando a convencerse de que esa era la mejor opción, cuando una extraña visita tocó a la puerta de su casa. 

—¿Rin Tanaka? 

—Sí, soy yo—contestó con recelo viendo a aquel hombre de traje. 

—Un placer, mi nombre es Byakuya Noto—le tendió la mano—. Soy el abogado del señor Sesshomaru Taisho, vengo para ponerla al tanto de la demanda que ha levantado mi representado. 

Al escuchar el nombre de Sesshomaru, el rostro de Rin se puso completamente pálido. 

—¿Demanda?—preguntó la mujer sintiendo una especie de paro cardíaco. 

—Así es—el abogado sacó un papel de su maletín—. Esta es la citación—se la entregó—. Mi representado ha demandado la custodia de sus hijas. 

Error | SesshrinWhere stories live. Discover now