Juicio

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Una semana. Tenía una semana para presentarse en los tribunales e impedir que le quitaran a sus hijas. 

Rin no sabía qué hacer, de pronto era como si su vida empezará a perder todo sentido. Sabía que Sesshomaru debería estarla odiando en este momento, pero jamás se imaginó que sería capaz de tanto. 

—Va a quitarme las niñas, mamá. No tengo ni siquiera para pagar a un abogado—sollozo la castaña por medio del teléfono. 

—Tranquila, cariño, contactaré con un amigo de la familia para que te represente en el proceso. 

—¡Mamá, pero no tengo dinero!—repitió Rin, recordando que su matrimonio no solamente estaba mal, sino que también estaba en quiebra. 

—Nosotros pagaremos. 

De esa manera, Rin se presentó en el juzgado en la fecha estipulada. Al entrar, se sintió empequeñecer ante aquellas paredes tan altas. Pero no fue solamente la imponencia del sitio lo que la hizo sentir diminuta, sino que al divisar al padre de sus hijas fue como si comprendiese que simplemente no tenía oportunidad de luchar contra él. 

Sesshomaru no la miró en ningún momento. La seriedad en su semblante era evidente, su postura rígida y extremadamente colectada le hacía entender que todo estaba bajo su dominio. 

El abogado de Sesshomaru comenzó a exponer el caso, haciendo hincapié en la falta de interés por su parte, de hacerle saber a su demandante sobre la paternidad compartida. 

—La señora Rin Tanaka tuvo numerosas oportunidades de hacerle saber a mi representado que estaba esperando dos hijas suyas, sin embargo, prefirió guardar silencio en cada una de esas oportunidades. 

Cuando Rin fue llamada al estrado le hicieron aquella misma pregunta: 

—¿Pensaba en algún momento decirle al señor Sesshomaru Taisho que era el padre de sus hijas? 

Ante su titubeó hubo un murmullo general por parte del jurado. 

—¿No considera acaso que esa actitud fue extremadamente inmadura?—increpó el hombre con voz dura—. ¿Pensaba entonces quitarle el derecho a las niñas de conocer quién era su verdadero padre? 

El abogado amable que se había presentado en su casa aquella mañana, había desaparecido. Byakuya estaba siendo implacable e insensible con cada una de sus preguntas. 

—Pero esto no es todo, señor juez—habló el hombre triunfal como si aún faltará la cereza del pastel—. El esposo de la señora Tanaka, es un alcohólico—anuncio con dramatismo. 

—¡No es cierto!—se apresuró a defender a Kohaku al ver que todo aquello estaba tomando un rumbo bastante peligroso. 

—¿Lo niega entonces?—el abogado sonrió con cierto tinte de malicia. 

En ese instante, Rin comprendió que había caído en una especie de trampa. Los ojos dorados de Sesshomaru se encontraron con los suyos por primera vez en el día, y lo que vio en aquella ambarina mirada no le agrado en lo absoluto. 

—Al parecer la señora Tanaka es capaz de anteponer su vida matrimonial antes que la seguridad de sus hijas—el abogado hizo una seña y en una pantalla empezaron a transmitirse una serie de fotografías. 

Rin miró con horror a Kohaku siendo captado en diferentes escenarios. Casi todos eran iguales, aunque distaba la vestimenta que usaba cada día.

—Como puede observar, señor juez. La rutina del señor Sasaki es embriagarse todos los días. 

Finalmente, hubo un vídeo donde se veía a Kohaku buscándole pleito a otro borracho, terminando como consecuencia que se suscitara una pelea entre ambos. Rin empezó a sentir cómo las lágrimas se escurrían. Todo estaba saliendo mal, muy mal. 

—Se levanta la primera sección—anunció el juez dando un golpe certero con su mazo. 

La mirada de la mujer se quedó perdida en aquel pulido piso. Su abogado intentó darle ánimos, diciéndole que aún faltaba otra audiencia para la decisión definitiva, pero ella fue incapaz de verle a aquello el lado positivo. Lo único que podía pensar era que a partir de ese momento el tiempo con sus hijas estaba contado. 

De pronto, Rin tuvo una especie de revelación y salió corriendo detrás de aquel albino. 

—¡Sesshomaru!—lo llamó en medio del pasillo. 

El hombre ni siquiera se inmutó ante su llamado, siguió caminando siendo seguido por su abogado, quien sí le dedicó una mirada cargada de lástima. 

Tal vez fue un impulso idiota de su parte, pero no se rindió ante su rechazo. Rin lo alcanzó y sujetó parte de su saco. 

—No me toques—la apartó él de forma brusca. 

—¡Sesshomaru, por favor, no me quites a mis hijas!—suplico con sus ojos bañados en lágrimas. Lo único que le quedaba era apegarse a la posibilidad de que él retirara la demanda. 

Sesshomaru la miró intensamente, con la indiferencia fluyendo de sus orbes. Aparentemente, era completamente insensible ante su dolor o quizás verla en aquel estado le provocaba alguna especie de disfrute. 

—Eso lo decidirá el juez, no tú—dicho aquello se marchó. 

Una vez afuera de los tribunales, Sesshomaru se detuvo para mirar a su abogado. 

—Byakuya—lo nombró con el ceño fruncido—, emite una orden para vigilar todos los aeropuertos y vías marítimas. Estoy seguro de que Rin va a intentar sacar del país a mis hijas. 

Efectivamente, ese mismo día la castaña agarró su maleta y empacó toda la ropa que encontró en su camino. La mujer no se estaba percatando del error que cometía, su desesperación era tanta que no le importaban las consecuencias de lo que hacía. 

Necesitaba impedir que le quitaran a sus hijas. 

Rin llegó al aeropuerto y compró un pasaje de avión con el primer destino disponible. La agente de viaje evaluó su pasaporte con detenimiento, antes de solicitarle que la acompañara a otra área. La castaña pensó que aquella era la rutina al viajar con dos bebés, pero estaba bastante alejada de la realidad. Un grupo de oficiales fue lo que encontró en aquella oficina. 

—¿Q-qué pasa? 

—Señora Tanaka, tengo entendido que usted está en medio de un proceso judicial. Es completamente ilegal lo que hacía—le informó el policía. 

Error | SesshrinWhere stories live. Discover now