03. Sentimientos

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03. Sentimientos

Marco Ricci

Creo que nunca había estado tan confundido en la vida.

Soy una persona lógica, que no se deja guiar por los sentimientos. A veces, realmente dudo si tengo algún trastorno de psicopatía o límite de personalidad, porque nunca, y repito nunca, he sentido algo.

No exagero. Mis días son monótonos, lógicos.

No siento miedo, no siento alegría, no siento tristeza. No sé por qué, y probablemente debería ir a terapia, pero no siento nada.

Sin embargo, mi interacción con Huracán fue extraña. Me desconcertó un poco, que ya es mucho comparado con toda una vida sin emociones.

Aprendí a fingirlas, por supuesto, porque son necesarias para la vida. No puedes motivar a tus soldados si no sientes emoción, no puedes ver a tu sobrino recién nacido y no sentir felicidad, no puedes ir al funeral de uno de nuestros hombres de confianza y no verte medianamente triste... Esas cosas, me obligaron a fingir sentimientos.

Pero, a pesar de toda esta mierda, ahora me encontraba mirando a Diana, o Huracán.

Estaba recostada en el césped del instituto, fumando un cigarrillo y mirando el cielo. La chica con la que solía pasar el rato en clases, de la que no recuerdo su nombre, estaba a su lado hablando con ella. Parecía regañarla por algo.

Su amiga se fue, despidiéndose de ella, y, un par de caladas después, Huracán se levantó. Miró algo en su teléfono antes de encogerse de hombros y caminar al interior del centro educativo.

Cerré los ojos durante dos segundos, inhalando aire tranquilamente, antes de entrar al instituto e ir a mi siguiente clase. No me hizo falta mirar el horario, al fin y al cabo, me lo sabía de memoria.

***

Me mudé a mi casa hace dos años, cuando Roxy se vino a vivir con Matteo. Mis hermanos y yo vivíamos en tres casas juntas, que se conectaban por el patio. Cuando era pequeño, solía vivir en casa de Matteo, pero como su mujer se mudó con él y la niña adoptada yo decidí irme a la casa que me pertenecía.

Sin embargo, vivir solo no me libraba de los ruidos del resto.

—¡Cookie! ¡Ve a por el palo! —escuché gritar a Trixie, la niña que mi hermano mediano, Matteo, y su mujer adoptaron tras todo el problema que hubo con los padres de la cría.

Las risas de Nino, el hijo mayor de Massimo y Davina, se escuchaba con fuerza. Para tener tres años, el niño tenía una voz potente. Mi hermano mayor también tuvo otra hija, Gabriella, pero ella aún no llegaba al año de edad y era muy pequeña para estar sola en el jardín.

—¡Nino! —ese grito me hizo bufar.

Alessandro tenía dos años, era el hijo de Adonis y Lía, y él y Nino eran inseparables. Además, los dos eran unos gamberros y cuando se juntaban (que era la mayoría de los días por la amistad que tenían los padres) no había quién los detuviera.

Sabiendo que debería ir a pasar tiempo en familia para que luego Massimo no me regañara, me levanté de mi impecable sofá y caminé hasta la puerta trasera. En cuanto abrí la puerta, el enorme perro de Matteo y Roxy me saltó encima.

—Baja —ordené. Cuando lo hizo, le acaricié entre las orejas rápidamente—. Tenéis que controlar a este perro.

—Perdona, Marco —me sonrió Davina—. Es cierto que Matteo es un poco nervioso.

Esos dos no tardaron ni medio minuto en comenzar a discutir. En el fondo, eran mejores amigos y se amaban con locura, pero llevaban peleando desde que conocimos a Davina hace tres años.

Adonis llegó hasta mí. Él era el Antonegra, algo así como el sicario, y literalmente me crió él (junto a mis hermanos).

—Hey —saludó, con una sonrisa.

—Hola —le devolví con seriedad.

—¿Cómo va bachillerato?

—Me queda un año para acabar.

—Eso ya lo sé —rió, rodando los ojos—. Me refiero a que cómo te va a ti.

—Oh. Pues bien.

—¿Estudiarás medicina después, al final?

—Es útil, siempre es bueno tener a un doctor cerca por si disparan a alguno.

—¿Pero a ti te gusta?

—Hay que pensar menos con el corazón y más con la cabeza, Adonis —expliqué—. Hay pocas cosas que me gustan. La medicina es útil y yo tengo la capacidad para estudiarla, no hay mucho más que comentar —luego, para cambiar de tema, dije—. ¿Cómo está Lía?

—Embarazada de mellizos.

—Eso ya lo sé... —me corté, entrecerrándole los ojos. Él soltó una carcajada.

—Lía está bien. Ella ya se quejaba de que esta barriga era más grande que la de Ale, pero ninguno esperaba mellizos.

—Suerte, supongo. Con tres críos vas a necesitarla.

Él se encogió de hombros.

—Me gustan los niños.

Puse los ojos en blanco. Lo que hace el amor.


Diana Leone

—¡Tú! —le chillé a Anna, haciendo que se detuviera y me dedicara una mirada confusa.

—¡Yo! —exclamó de vuelta—. ¿Qué haces en el instituto a las siete de la tarde?

—Resulta que hoy estaba castigada, pero lo he olvidado, así que mañana vuelvo a estar castigada. El director a llamado a mi padre —me quejé, rodando los ojos. Realmente había olvidado el castigo, ¿vale? Ni siquiera sabía el porqué de todas formas—. ¿Qué haces tú en el instituto a las siete de la tarde?

—Estaba estudiando. Tenemos examen de historia en tres días.

—No me jodas —jadeé.

—¿Lo olvidaste? —alzó una ceja, conteniendo una carcajada.

—Oh, cállate.

—Deberías apuntarte las cosas en una agenda, Di.

—Lo intenté una vez. Olvidaba apuntarlo, o olvidaba la agenda —torcí los labios—. Como sea, venía a decirte que mi entrenador me ha confirmado que en diciembre corro la anual y sé que no te gustan las carreras, pero tienes que venir a verme. ¡Es la más importante!

Ella suspiró, asintiendo.

—Supongo que puedo ir.

—Te amo, eres la mejor —sonreí, abrazándola con fuerza—. ¿Qué te parece si salimos por ahí esta noche? Podemos ir a un club que conozco a beber y pasarlo bien.

—Somos menores de edad.

—¿Según quién?

—El registro civil —me entrecerró los ojos—. Y tenemos examen de historia en tres días.

Suspiré, haciendo una mueca de dolor.

—Mierda, lo olvidé.

—Te enviaré un mensaje cuando llegue a casa para que te pongas a estudiar —avisó, yo solté una carcajada—. Vete a estudiar, Diana.

Se avanzó, yendo a la salida.

—¡Bien! —bufé— ¡Espera, Anna! ¿Cuál es el tema?

Ella rió, sin parar de caminar, y me gritó sobre su hombro la respuesta a mi pregunta.

—¡La Guerra Fría!

¿Qué cojones es la Guerra Fría? 

Velocità (Mafia Italiana #4)Where stories live. Discover now