Capítulo 1

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Eva amaba su trabajo, desde que había entrado en la empresa de los Collingwood jamás había renegado de lo que hacía

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Eva amaba su trabajo, desde que había entrado en la empresa de los Collingwood jamás había renegado de lo que hacía. Se sentía parte de algo importante y sus opiniones eran tomadas en cuenta a pesar de su poca experiencia. Ed Roberts, su jefe y el vicepresidente de la compañía, era un hombre excepcional, que sabía lo que hacía, y no solo era inteligente sino también amable con todo el mundo, algo que se veía poco en ese mundo tan complicado.

Pero ahora la habían cambiado de puesto, y aunque debería sentirse halagada porque en teoría tenía un cargo más importante que se había ganado por sí misma gracias a su carácter firme y la alta estima en la que la tenían sus superiores, lo veía como un castigo.

Y es que ser la asistente de Bradley Roberts era muy parecido a un castigo. Bradley podría ser el único heredero de la compañía petrolera más importante de Sourmun y uno de los solteros más codiciados del país, por su belleza, su abultada cuenta bancaria y su parentesco con la Familia Real, pero todo eso no lo hacía menos imbécil.

Brad era un mujeriego, un rompecorazones por excelencia y como si eso fuera poco, inepto en su trabajo. Quizás no por falta de capacidad sino por negligencia, no le interesaba la empresa en lo más mínimo, no valoraba lo fácil que lo había tenido todo en la vida, ni el hecho de que tenía un futuro más que asegurado.

En la compañía, las mujeres que aún no habían pasado por su cama soñaban con hacerlo, y aquellas que sí lo habían hecho conservaban la ilusión de repetirlo o de hallar la forma de capturar su atención de una manera más duradera. Eran pocas las que lo veían por como realmente era: un idiota.

Una prueba de ello, era la razón por la que a Eva la habían asignado a su nuevo puesto. Al parecer, Brad se había acostado con Giorgia, su antigua asistente que solo había permanecido allí pocos meses, y tal como lo hacía siempre, luego de eso había pedido que la movieran a otro cargo para no tener que verla todos los días.

Cansado del mismo problema una y otra vez, Ed había decidido que era hora de acabar con ese juego que no solo era un dolor de cabeza para los de recursos humanos, sino que tampoco era bueno para su imagen como la futura cabeza de la empresa. La solución, ocupar un asistente que pudiera resistirse a sus encantos, que no fantaseara con convertirse en la futura señora Roberts y que consiguiera mantener su relación en el ámbito profesional.

Para Eva la solución habría sido simple: conseguir un asistente hombre o una señora mayor. Pero para el padre de Brad, lo había sido más aún: designarla a ella.

Cuando se lo había informado, prácticamente saltando en una pata festejando esa idea tan maravillosa, a Eva le había quedado la mandíbula en el piso. Le preguntó si lo estaba haciendo tan mal como para merecer eso y casi le saltaron unas lágrimas que finalmente logró contener.

―No, Eva. Al contrario, esto es porque lo haces todo más que bien ―había dicho Ed―. Si mi suegro y yo planeamos darle a mi hijo tareas más importantes, necesita a su lado a una persona capacitada como tu para acompañarlo, y a veces, hasta guiarlo. Eres todo lo que él necesita en este momento, por muchas razones diferentes.

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