—No tienes mucho tiempo Lilith. Ellos sabrán que alguien se coló en cualquier momento y la primera puerta que abrirán va a ser esta.

     Allí estaba, frente a ella.

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Regina Diana Arduenn

1960 - 2009

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      La reina abrió la puerta, y la empujó a su casa en un hermoso día de verano. 

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      El silencio de Lilith Arduenn era imposible de ocultar, y de que levantara preguntas en la reina y Judas desde que había salido del cielo de su madre después de escuchar un caos en el cielo. Se había limpiado las lágrimas y abusó de varios hechizos para levantar la cabeza y aceptar firmemente la ejecución del siguiente sello poseyendo una serenidad en su rostro que imitaba la tranquilidad de la reina entre ángeles. Irónicamente, la bruja parecía ser la mas serena allí, otra vez en el infierno, enfrente de la brecha al vacío que el niño maldito había hecho; en cambio, la reina le tenía en su punto de mira, como una bomba que estaba a punto de explotar, pero la bruja estaba bien, más centrada que nunca en conseguir el maldito poder de creación de hechizos. estaba ansiosa por alcanzar las siete maravillas, porque ahora, la resurrección llamaba su atención.

      —¿Lilith? —murmuró Judas a su lado, mientras la reina hablaba con el niño maldito que estaba a punto de hacer una de sus travesuras—. ¿Estás bien?

      Lilith sonrió cínica, riendo de la preocupación de Judas.
      —Estoy bien, tengo mi mente mucho mas clara. Me siento en paz —respondió.

      —Lilith, hablo en serio —Judas mantuvo su voz baja, mirando a la reina todo el tiempo. El rostro de Judas mostraba surcos profundos, cejas fruncidas y una mirada ansiosa, revelando su abrumadora preocupación—. No me creo que estés bien, ¿Qué ha pasado con tu madre?

      —Nada —dijo enfocándose en el cuerpo de la reina. Ella se había agachado para hablar de forma personal con el niño, lo tomó de las manos y sonrió. Ella era hermosa, de las mujeres más lindas que existían en la tierra, en el cielo y el infierno. Se movía en un aro de luz, cada pequeño fotón se lucía en su piel pálida y cabello blanco, vestidos de seda que se ajustaban a su cuerpo. Ella le mintió al niño de la misma forma que Lilith lo había hecho antes, haciéndole promesas que no se iban a cumplir. ¿Todo valía en el juego del poder, no reina?—. Ella me hizo darme cuenta de lo importante: necesitamos liberar a Lucifer y ganar en el apocalipsis. Veo las cosas más claras ahora —Lilith la tomó de la mano y le dio un beso en la mejilla—. Estoy muy contenta de haber elegido al infierno como mi hogar. Me siento bien conmigo, que bien que la he escuchado a ella.

      La reina volvía con el niño de la mano, calladito como una tortuga.
      —Es hora, un sello más roto —los invitó a cruzar al vacío.

      La bruja los siguió desde atrás, prefiriendo ser apartada del centro de atención. Hoy ya había tenido demasiado. Escuchó en la densa oscuridad el vestido de la reina ser arrastrado haciendo un agudo sonido que erizaba su piel. Sus ojos estaban posados en la etérea figura de la Reina y lo maravillosa que le parecía después de la charla. En ser sumamente inteligente, calculador, misterioso... tan hermoso. Le tenía una envidia profunda.

      —Es momento, acérquense —ordenó la Reina abriendo los brazos para los tres sujetos en cuestión del hechizo—. Unamos nuestro poder —procedió a realizar el mismo hechizo de unión que Lilith había hecho antes. Un tajo entre manos y sangre compartida: el niño, la reina y la bruja estaban sincronizados—. Lilith, tu turno.

LIKE A PRAYER│DEAN WINCHESTERWhere stories live. Discover now