-¿Qué le va a pasar a mi padre? Yo fui el niño malo... - el beta estaba lleno de impotencia. – Si no me hubiera portado mal, papá estaría bien.

-Dan... no es tu culpa, recuérdalo. – no respondió. – Mírame, por favor. – no le hizo caso. – No es tu culpa, Dan, nunca fue tu culpa.

-Papá quiere que sea como el señor Roux, cuando sea mayor. – sonrió. – Me enseñó a llamar a la policía, dijo que solo lo tenía que hacer cuando estuviera en peligro... - sus ojos se llenaron de lágrimas. – Me olvide, ese día me olvide el número.

Scott lo abrazó con fuerza, sentía como su hombro se humedecía cada vez más, mientras Daniel lloraba. El pequeño le pedía que no le dijeran a su padre que él lo había contado, le haría mucho daño si lo hacía, no quería que su padre lo supiera.

Tardo menos de quince minutos en comprar las hamburguesas con patatas que le había prometido a Daniel, junto a un helado. Cuando entro en la habitación, Daniel caminaba en círculos, nervioso, mientras miraba de vez en cuando a la ventana.

-¿Qué ocurre? – él no le respondió. – Dan ¿pasa algo?

-No se mueve... - su mirada estaba desorbitada. – No se mueve, señor Taylor, no se mueve. – repetía sin parar. - ¿Por qué no sé mueve? Ellos se van a enfadar, tiene que moverse, tiene que moverse. – grito. – Señor Taylor, haz que se mueva.

-Tranquilo, Dan, siéntate... - estaba demasiado frío. – Ven aquí, vamos ¿te duele algo? – negó con la cabeza. - ¿El bebé se mueve? – su respuesta fue negativa. – Acuéstate ¿Estás mareado?

-No... - suspiro. – Antes se movía ¿Por qué ahora no se mueve? – tenía miedo. – Señor Taylor ¿Qué le pasa?

-Voy a llamar al doctor, espera un momento. – el pequeño apretó los ojos con fuerza. – Estará dormido, por eso no se mueve, llamaré al doctor para que lo comprueben, no te muevas de aquí.

Daniel le gruñía al doctor alfa, mientras este pasaba sus manos sobre el vientre, intento atacarlo en dos ocasiones antes de que Scott sujete sus brazos. No le gustaba aquel doctor, olía igual que los alfas en el bar rojo.

-Señor Taylor... - susurro. – Señor Taylor, acércate.

-¿Te duele? – negó con la cabeza. - ¿Te molesta algo? ¿Estás mareado? ¿Cómo te encuentras?

-Ayuda, señor Taylor... - el beta no le entendía. – Cero, nueve, uno. – hizo una mueca de dolor cuando el alfa presiono su vientre con fuerza. – Cero, nueve, uno... señor Taylor.

Scott aparto al alfa del lado de Daniel, el omega se acurruco detrás de él. Volvió a sentir como el bebé se movía, pero era extraño, más pesado de lo que estaba acostumbrado. El doctor lo miraba desconcertado.

-¿Qué tienes en la mano? – podía sentir la respiración del omega a su espalda. - ¿Quién eres?

-El doctor Moore, especialista en omegas... - algo estaba mal. – Estoy revisando a mi paciente, si no te importa, puedes apartarte.

-¿Qué tienes en la mano? – repitió asustado. - ¿Qué le has pinchado a Dan?

-Que seas el compañero sexual de uno de los policías, no implica que tenga hablar contigo. Deja que siga revisando a mi paciente, usted mismo me ha llamado.

-Responda ¿Qué tienes en la mano? – grito. - ¿Qué le has hecho? – no hubo respuesta. - ¿Quién eres?

Daniel tomo el móvil de Scott con cuidado, sentía demasiadas nauseas, el bebé se movía demasiado, era muy molesto. El beta intentaba ocultar lo mejor que podía al pequeño omega.

Hasta el final del caminoWhere stories live. Discover now