Se sentó junto a una ventana a descansar, la conversación con Leah y la caminata la habían agotado.

— ¿No está a gusto?— la sorprendió la voz del almirante.

—Claro que sí, es solo que estoy algo cansada.

— ¿De seguro fue a hacer sus labor social verdad?

— ¿Qué? Ah sí, vengo de Clatskanie.

—Alice mi ha pedido acompañarla, de alguna manera se ha enterado que usted va a dejar ropa y comida a los pobres.

—No es cierto, sólo voy de visita a una amiga viuda y a veces aprovecho para llevar lo que en casa abunda. Hay muchos niños huérfanos en esa zona.

—Su labor la enaltece— el almirante atrajo una silla a su lado. De reojo se dio cuenta que el capitán Cullen se había sentaba en una mesa muy cerca de donde ellos se encontraban. Parecía concentrado escribiendo.

—No puedo atribuirme eso. No es gran cosa.

—Claro que lo es. No he visto una sola dama de este pueblo que haga labor social en el mismo campo de batalla.

— ¿Campo de batalla?— sonrió la joven

— Disculpe usted mis términos bélicos, no puedo separar mi profesión de la vida diaria. Me refería a que las "damas piadosas" de Port Ángeles organizan cenas benéficas y conciertos. No lo digo por su familia— se corrigió el marino antes de volver a equivocarse.

—Entiendo. Estar alejado del mar debe ser para usted muy duro ¿Verdad?— preguntó la joven olvidando la mención de su familia.

—Al contrario. He encontrado reposo en tierra. Creo que nos asentaremos definitivamente aquí en Port Ángeles, los baños termales me vienen muy bien.

— ¿Asentarse?

—Si querida damita, he pedido mi retiro definitivo. Tengo más de 20 años en el mar y aunque he dejado parte de mi alma allí, he de reconocer que deseo un hogar en tierra firme. Echaré raíces. Además tengo un motivo poderoso para eso— sonrió sin decir más. Bella sentía mucha curiosidad pero no preguntó aquel motivo por temor a parecer entrometida.

—Debe ser dura la vida de un marino— lo miro fijamente.

—Sin duda lo es. Y no por lo que usted piensa— le sonrió. —Mucho más que el agua, el clima o las tempestades, lo verdaderamente duro, es dejar todo lo que amamos atrás. Afortunadamente mi Alice me ha acompañado en mis travesías pero no todos tienen la misma suerte. Muchos de mis colegas viven añorando lo que dejaron en tierra.

—Eso debe ser muy doloroso.

—Lo es. No se imagina cuanto— la mirada triste del almirante dejo entrever que había una triste historia que se remontaba a muchos años atrás.

—Y sin embargo, el mito que precede a su profesión dice lo contrario.

—Es un mito que quizás ha tomado demasiada consideración entre las damas y le diré que yo no conozco un solo colega que pueda alcanzar con orgullo ese mérito. Quizás existan hombres libertinos de los cuales las damas hayan referido tal impresión pero de entre mis colegas y amigos, las aventuras extramaritales no eran propicias.

—Entiendo.

—Tal vez los que se dediquen al comercio tengan libertades que los marines no conocemos— sonrió el almirante. Bella pudo admirar que a pesar de los años Jasper Whitlock era un hombre apuesto y varonil. Quizás con un triste pasado.

—Querido, te necesito— llamó Alice. Bella no tuvo tiempo de echar en falta al almirante porque alguien que ella conocía vino a ocupar su lugar. Era el capitán Weber, hermano de la desaparecida novia de Ben Cheney.

No digas adiós -Terminado-Where stories live. Discover now